miércoles, 28 de noviembre de 2012

La abulia política de Michel Oakeshott

El conservador, dice Oakeshott, no se caracteriza por tener una doctrina, sino por una actitud. Lo argumenta en La actitud conservadora (Sequitut 2009). Tener un punto de vista escéptico sobre el gobierno es lo que le hace singular y le asemeja a un hombre que nada contracorriente a quien todo el mundo ignora, pero "no porque sea falso lo que dice, sino porque sus palabras resultan irrelevantes" (p. 58).

Yo le encuentro dos limitaciones a su "actitud", que en realidad es una doctrina: la primera es relativismo, la segunda un cierto desprecio por la política.

Tiene razón Oakeshott cuando en "Política de la fe y política del escepticismo" recalca que el gobierno no debe tener la pretensión de hacer mejores a los hombres, pero ¿es necesario por ello afirmar que el gobierno debe ser indiferente a la verdad o al error? Esto es posible, tal vez, sólo en sociedades con un profundo sentido de lo político... Lo que sin embargo no parece fácil compaginar con su idea subalterna de la política, tan próxima a la idea orteguiana de lo político como "piel" de lo demás.

El conservadurismo de Oakeshott le da la espalda al tiempo político por excelencia: la situación de excepción.

Pero Oakeshott no engaña a nadie: "No nos interesa saber si [la actitud conservadora] puede ser conveniente en otras circunstancias", escribe como conclusión (p. 93). Le da igual si ser conservador a su modo "con respecto al gobierno sería igualmente pertinente en las circunstancias de un pueblo abatido, perezoso o sin iniciativa", al cual sólo le cabe resignarse a convertirse en objeto de la historia.

Este imaginativo del desastre me parece hoy, más bien, un señorito abúlico.

jueves, 22 de noviembre de 2012

España imbele

Inerte, sin pulso. Débil y declinante. 

No me sorprende la sabiduría de Valeriu Marcu, autor de un gran libro sobre Maquiavelo: Maquiavelo. La escuela del poder. Es un duro consuelo constatar que:

Muchos, que no saben ni griego ni latín, que trabajan penosamente o que también penosamente no hacen nada, los que van a dormir con regularidad y se levantan temprano -el pueblo-, pueden más fácilmente soportar una guerra de treinta años que un nihilismo moral de treinta años.

martes, 16 de octubre de 2012

La libertad que nace de la tierra

Este será el título de mi contribución a la reunión schmittiana de Uberlândia. La inspiración o más bien su sugestión me viene del precioso Welt großartigster Spannung, de 1954, en el que Schmitt arranca así: 

Un día del verano de 1940 que la lluvia echó a perder mi hija de 10 años quiso que le contara algo...

Al final de esta preciosa glosa, en la que Schmitt confiesa, con la ingenuidad de un niño, que entonces "de improviso, me di cuenta del mar, al que siempre había sido ajeno", hay una cita del poeta triestino Theodor Däubler:


No por casualidad, Schmitt, debelador de las razones secretas de la talasocracia inglesa, busca consuelo en su poeta, enterrado en las arenas de la marca de Brandenburgo: "El oceáno es libre, pero más libres aún son las fuentes" que manan del interior de la tierra. La libertad político no es patrimonio del pueblo inglés; tampoco de las potencias marítimas (Atenas contra Esparta). La libertad del hombre es patrimonio de la tierra, desde cuyas profundidades irradia la vida de su hijo, el hombre.

¿Qué pensaría Schmitt del fantástico A Song in Storm de Rudyard Kipling? En los dos primeros versos está todo el epos oceánida del pueblo de las islas:

Be well assured that on our side           Sabed que los océnos eternos
The abiding oceans fight              están de nuestra parte [trad. Benítez Ariza.]

En un soneto de Basterra encuentro también, rebuscando hoy aquí y allá, antes de que Julia despierte, el epos telúrico de nuestro pueblo peninsular, temeroso del océano:

Surcando el campo vi la mar fulgente
en el ancho horizonte en el que fina
nuestra existencia térrea y la marina
comienza, inmensa y misteriosamente.

martes, 21 de agosto de 2012

Poco más sobre el realismo político

De las definiciones posibles del realismo político la que ahora propongo, puramente formal y para alivio de mi amigo JMBL, sirve sin embargo para atizar la hoguera de las vanidades contemporánea:

Doctrina pobre en valores demagógicos.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Enemigos de la Iglesia

A todos ellos, además de condenarlos, les dio Roma digno trato literario. 

Si el liberalismo y el modernismo eran errores pestíferos (Gregorio XVI, León XIII, Pío X y algún otro Pontífice así lo aseguraron), nada comparable con la tremenda definición del comunismo de Pío Nono en la encíclica Qui pluribus de 1846:

Hiel de dragón en caliz de Babilonia.

lunes, 13 de agosto de 2012

De los libros somos

La cartera es a quien mejor recibimos en casa entre las doce menos veinte y las doce. Antes han pasado mis suegros, que también se llevan su parte. Antes aún hemos tomado churros y café. Mucho más temprano es cuando llego yo a la biblioteca para leer, no siempre sé si para escribir también. 

La cartera, que nos sube casi todo al sexto, sólo tiene un defecto, si se puede considerar tal: parece que dobla con saña, uno tras otro, los ejemplares de la revista Éléments, pues calcula que es lícito plegar una revista, precisamente esa, siempre la misma, para que entre por la ranura de mi buzón. Pero finalmente es la persona que me trae los libros que en mi rebusca me puedo permitir y que además divierte a mis hijas, pues las dos, aleccionadas por Yolanda, se entretienen la enormidad de un minuto haciendo para mi de correos del Zar de Rusia. No es que entrañe peligro alguno recorrer el pasillo (un luengo pasillo de una casa de las de antes): simplemente su algarabía me hace pensar en una patulea de cosacos a caballo que las persigue.

* * *

Hoy me llega, remitido por St Philip's Books, una librería oxoniense, Antimoderne, de Jacques Maritain, en la edición revisada y aumentada de 1922.

St Philips's Books es una librería especializada en libros de teología, lo que puede ponernos en la pista del antiguo propietario, tal vez un anglicano converso o un católico de 8 abuelos católicos. Debió llegar muy pronto a Inglaterra, y allí vio pasar uno tras otro los gobiernos de su majestad (hasta el día 7 de agosto, según reza en el matasellos).

Su antiguo propietario fue tan escrupuloso como para escribir dos avisos, con una bonita caligrafía, en las páginas 34 y 36.

Página 34: "This page to be transposed [ilegigle] page marked 36".
Página 36: "This should be page 34".

Pienso que mi cuidadoso benefactor, depositario casi 90 años de mi libro, tuvo que ser persona entregada a la abstracción teológica. De los seis capítulos de Antimoderne no le interesó el titulado "Réflexions sur le temps présent", justamente el que yo quería leer. Todos los capítulos están abiertos, menos el mío, que esta tarde me entretengo en abrir.

Juro que lamento no saber nada más del solidario inglés curador del libro. A la vista está, por cierto, que escribir, como acabo de hacer más arriba, "mi libro" o, para distribuir el orgullo a partes iguales, "nuestro libro", es una exageración voluntariosa, pues somos del libro.

Algo, aún no sé el qué, tal vez un billete con estos apuntes, dejaré también en sus páginas para nuestro común amigo (de aquel inglés y mío) que se curará de él cuando recupere su libertad (certus an incertus quando, ya me entienden). Todavía no ha nacido, pero espera noticias nuestras el siglo que viene.

Realismo político

                                                    
El realismo político es la cruz dolorosa del intelectual cristiano.

viernes, 10 de agosto de 2012

Chesterton crítico del maritenismo

Chesterton murió en 1936. Ese mismo año publicó Maritain su Humanisme intégral, puesta a punto de las seis lecciones que pronunció en agosto de 1934 en la Universidad Internacional de Verano de Santander, publicadas asimismo en la eidtorial Signo en 1935. No sé ni veo, hoy al menos, modo de saberlo, si Chesterton leyó a Maritain; no Humanisme intégral, pero tal vez Religion et culture, Du régime temporel et de la liberté o Primauté du spirituel. Se lo tendría que preguntar al traductor de La cosa y otros artículos de fe (Espuela de Plata 2010).

De lo que no necesito confirmación es de la notable refutación avant la lettre del maritenismo (no sé si en la misma medida, debo recalcarlo, de Maritain) que se puede leer en el primero de los pasajes que Chesterton le dedica las "religiones fósiles" en el artículo "Mis seis conversiones", recogido por EG-M precisamente en La cosa.

Las "religiones fósiles", escribe Chesterton refiriéndose mayormente a las confesiones protestantes, no son, como los fósiles, animales muerto o podridos, sino una forma orgánica de la que ha desaparecido toda sustancia vital. Una sustancia de la que han desaparecido todos sus accidentes: "este tal vez sea el mejor símil que podemos encontrar para la verdad acerca de las nuevas religiones" (p. 77). Lo había dicho San Agustín, citado por Gregorio XVI en Mirabi vos: "no pierde su sustancia el sarmiento cuando está separado de la vida, pero ¿de qué le sirve si no vive de la raíz?".

Creo que en este punto se entenderá mejor el puyazo de Chesterton (me temo que dardo, menos castizo, es decir poco) al vagoroso maritenismo postconciliar: "La parte teológica y teórica de su obra se secó con extraordinaria rapidez, y con la misma rapidez el vacío que quedó se llenó de otras cosas. Qué cosas eran está muy claro en muchos casos".

jueves, 9 de agosto de 2012

Camaradas y señores

La revista fundada por Emmanuel Mounier en 1932, Esprit, publicó en febrero de 1933 un número especial sobre la situación de Alemania. Harro Schulze-Boysen entregó a la dirección una "Carta abierta de un joven alemán a Francia". Raymond Aron, que apuraba sus últimas semanas en Berlín, de vuelta de las ideologías y dudando si no sería la suya una "actitud cínicamente realista", remitió a la redacción una "Carta abierta de un joven francés a Alemania".

Schulze-Boysen la escribe con un "Cher camarade" por delante y Aron con un "Mon cher Mounier". Se mire como se mire, el rapprochement franco-alemán entre las dos guerras era imposible. También por las cláusulas de estilo.

domingo, 5 de agosto de 2012

La cachaza de Waldemar Gurian

El politólogo de origen ruso Waldemar Gurian murió el 26 de mayo de 1954. Al año siguiente, en el número de enero de su revista, The Review of Politics, se le dedicó un sentido homenaje.

Hannah Arendt le definió allí como un hombre de muchos amigos que supo ser amigo de todos, sin distinguir entre hombres y mujeres, laicos y clérigos, modo de vida, condición social o nacionalidad. Sabiendo cercana su hora viajó a Europa para despedirse de ellos. 

Tal vez se le pasó por la cabeza en ese viaje visitar a su viejo maestro, a quien muy poco antes, en mayo del 51, habían permitido las autoridades francesas salir de Alemania y viajar a la España de Franco (sobre la que ofreció una notable conferencia de la que se habla poco y en la que en parte discierne el secreto de la autoridad de Franco).

Pero reconciliarse con él y acabar con el incendio que él mismo provocó, "La leyenda de Carl Schmitt", era demasiado, incluso para una persona tan amistosa como él. 

P. S. ¿Alguien que no sea Alain de Benoist se atrevería en Francia a pedirle a Zarka que abandonara su miserable modo de explotación de los pecados del prójimo?

sábado, 4 de agosto de 2012

Maritain y las dictaduras católicas

A Maritain no le austaba la "democracia orgánica". Tal vez le escuchó el término a Fernando de los Ríos, o a alguno de sus discípulos, en agosto del 34 en Santander. La "orgánica" le parecía la verdadera democracia personalista, comunitaria y pluralista, a la sazón parasitada por Rousseau y Proudhon. El modo de la autoridad en ella practicado no era partenalista ni burocrático, sino de compagnonage. Aunque no se sepa muy bien, la verdad, que quería decir Maritain con ese término, para mí evocador de la camaradería de los Compagnons de la Libération, incluso de la masonería.

El gran error de las democracias de la postguerra era, según Maritain, el sufragio personal inorgánico, aliado demoníaco del "caballo de Troya de la representación proporcional". Muy superiores juzgaba las virtudes del sufragio corporativo, aunque el debate sobre esta y otras cuestiones anejas se falseó en la Europa de los años 30: en una atmósfera de amenaza, en los regímenes demoliberales inorgánicos bastaba con calificar de fascista o comunista una reforma para hacerla imposible. Es lo que sucedió en España en 1931 con la segunda cámara de representación orgánica anhelada por el krausofascista a su pesar Adolfo Posada, icono del constitucionalismo de izquierdas. O más tarde, en el franquismo, con las "asociaciones políticas".

Maritain era también enemigo de la partitocracia y partidario del presidencialismo, única organización del poder ejecutivo capaz de hacer "al Estado y al gobierno independientes de los partidos políticos".

El paisano del Garona, simpatizaba con el tipo de "dictadura católica" personalizada por Salazar en Portugal, que cuidadosamente distinguía del autoritarismo de Dollfuβ. Al General Franco le colocaba en otro plano: en el de lo detestable. Le aplicaba el artículo de la cerrrazón francesa para el catolicismo y la política españolas. Como Aron, quien aun reconociendo su error de juicio en 1936 sobre la legalidad de la República y la ilegitimidad de la sublevación, se resistía, en Démocratie et totalitarisme, a incluir la dictadura constituyente de desarrollo de Franco entre los regímenes "despolitizadores".

viernes, 3 de agosto de 2012

Maritain: de Canossa a la Democracia cristiana

A primeros de septiembre próximo, del 5 al 8, acudiré a Estrasburgo. El Instituto de Estudios Políticos de la Universidad celebrará un Coloquio internacional sobre "La libertad en la época de Jacques Maritain", centrada en su obra, compromisos y vicisitudes de los años 30. Por eso, desde mediados de julio me he dado a la lectura de un autor que no conocía. Bien mirado, me resultaba incluso antipático, tal vez por la polvareda que en España y Argentina levantó su actitud, tan republicaine, tan autosuficiente ante la Guerra de España.

Pero en la obra del Maritain de los años 20 he encontrado a un filósofo católico sumamente interesante. No sólo por el viaje, que a sus expensas, he hecho por Bloy, Péguy y el Renouveau Catholique de Francia. Que por ciero explica muy bien el propio Maritain, con nombres, libros y revistas en un artículo de Foreign Affairs de enero del 42: "Religion and Politics in France". Está escrito, ad usum delphini, para el gaullismo y La France Libre, pero eso es otro asunto.

He leído Humanisme intégral de 1936, que procede inmediatamente del curso profesado por Maritain en la Universidad Internacionald de Santander en agosto del 34; al mismo tiempo, Principes d'une politique humanista, de 1945. Después Du Régime temporel et de la liberté (1933) y Religion et culture (1930). Por último el extraordinario Primauté du spirituel (1927), que marcó su ruptura oficial con el maurrasismo y L'Action Française. No he conseguido de momento Antimoderne, ni en la primera edición del 22, ni en la revisada y ampliada del 27. Como contrapunto creía obligado también leer Le paysan de la Garonne (1965).

Humanisme intégral es la divisoria del tercer Maritain: la afirmación de los principios y, al mismo tiempo, la preparación de los cambios sobrevenidos a lo largo de esa década y, sobre todo, generalizados en Occidente al acusar el autor francés, en los 40, el impacto de la política y la vida civil e intelectual de los Estados Unidos. Con todo, un libro como Principes d'une politique humaniste, referente práctico de la democracia cristiana de la postguerra (como Humanisme intégral será teórico), no es cualquier cosa: por su crítica al maquiavelismo, en el famoso último capítulo, pero también por su alegato en favor de una "democracia orgánica", la crítica a la partidocracia, la defensa del poder ejecutivo (instruido, según creo, por las teorías constitucionales del Interbellum de Mirkine-Guétzevitch). La cosa es que, de principio, el régimen maritainiano no parecía muy distinto del franquismo posterior al Fuero de los Españoles (1945).

El esfuerzo de Maritain por distinguir los medios políticos legítimos de la política de un régimen asimismo legítimo es más que meritorio, pero creo que ni siquiera los maritainianos le han dedicado atención, más allá de un puñado de vulgaridades. Por eso hace bien Umberto Ludovico, autor de una espléndida tesis sobre la teología política de Maritain y su debate con la politische Theologie alemana, al aconsejar que se separe al autor de sus pedisecuos (U. Ludovico, Jacques Maritain e la teologia politica del Novecento. Universidad de Venecia 2009).

Maritain fue un escritor contradictorio, a lo que tenía derecho. Del socialismo dreyfusard y del anticlericalismo de la III República, mediando su conversión (Léon Bloy fue su padrino de bautizo), paso a Maurras; de ahí a la defensa, como pocos escritores católicos supieron hacerlo, de la teología política de Pío XI, formulada oficialmente en su primera encíclica, Ubi Arcano Dei, de 1922. Quas Primas, de 1925, no era otra cosa que la institución de la fiesta litúrgica de Cristo Rey, congruente con las posiciones de 1922 ("la paz de Cristo por el Reino de Cristo"). Después de todo eso patrocinó, o eso parece, experimentos políticos muy alejados de la doctrina pontificia del preconcilio.

Mauriac, defendiendo a Maritain de los ataques de la derecha por su ligereza al negar legitimidad al Alzamiento nacional del 18 de julio, se refería a ál como "ce bien aimé Jacques". Aron, que sentía gran simpatía por "cet homme de bien", seguro que lamentando en su fuero interno la dureza con que Maritain trató a Saint-Exupéry, anhelante de la unión de los franceses, le consideraba una de las "consciences des français d'Amerique" (la otra era, naturalmente, Saint-Ex). Pero está también, para ser recordado, el trato que Maritain dispensó a uno de los vencidos de Europa, a Schmitt, viejo amigo católico. Las razones de su frialdad hay que buscarlas en su mujer, de origen judío, Raïsa Maritain, y en la opinión de Waldemar Gurian. Es fácil deducirlo, pero lo relata y documenta U. Ludovici, quien tambien explica, por las mismas causas (cherchez la femme), el desentendimiento de otro viejo amigo, Pierre Linn. Es comprensible y humano, como también lo son las opiniones que en su Glosario le dedica al Paysan de la Garonne el Viejo de Plettenberg: traidor a Bloy, de cuya herencia sólo ha conservado el odio a Alemania.

La respuesta de Maritain a Saint-Ex, "Il faut parfois juger" (1943) [A. de Saint-Exupéry, Écrits de guerre 1939-1944, pp. 221-229], es una invitación, por amor a la verdad, a hacer lo mismo. 

Entre el viejo laico que exultaba porque "la Iglesia católica romana que el 8 de diciembre de 1965 clausuró el II Concilio del Vaticano", en palabras del Discurso de Paulo VI a la Nobleza romana (14 de enero  de 1964), "ni quiere ni debe en lo sucesivo ejercer otro poder que el de sus llaves espirituales", y el teólogo político que en 1927 defendía el poder temporal de la Iglesia ratione peccati y afirmaba que "Canossa siempre será un consuelo para los corazones libres", no hay término medio posible. De modo que también aquí il faut juger.

domingo, 8 de julio de 2012

Verano

Tampoco este verano podré leer Los Buddenbrook

A cambio espero encontrar algunas de las banalidades superiores que los libros que forzosamente me acompañarán estas semanas reservan a los lectores pacientes.

Una de Maritain que saco a pulmón desde el fondo de Principes d'une politique humanista (1945), libro que no parece interesar ya  ni a los llamados intelectuales católicos:

Los profesores de Ciencia política no se trabucan, en los asuntos de su espexcialidad, menos que la gente común: si los errores de esta son vulgares, los de aquellos resultan ser errores intelectualizados y documentados.

martes, 12 de junio de 2012

Mediación internacional

En tiempos de Franco se llamaba retirada de embajadores al bloqueo internacional. Lo venció el General por la mano compitiendo diplomáticamente en el mismo elemento que los mediadores internacionales de la ONU: los océanos, el Atlántico Norte y el Atlántico Sur -Estados Unidos y Argentina, Eisenhower y Perón-. Como hicieron los Borbones después de la Guerra de sucesión para librarse del dogal de Europa.

En Siria, objetivo inmediato del universalismo político, lo mismo que Libia hace unos meses, llaman ahora retirada de embajadores a la aceleración de la guerra civil.

sábado, 9 de junio de 2012

Los animales de la política

En el Occidente cristiano la política es un gran animalario. Deambulan por sus géneros la abeja laboriosa, la taimada culebra, el zorro ladino, el poderoso león y el águila real. En las Empresas políticas de Saavedra Fajardo, que siempre tengo cerca, hay también, además de todos esos, puercoespines, cigüeñas, osos y papagayos. Perros ladradores y rapaces que digieren el hierro. Muchos más son los animales que parlan en las fábulas de La Fontaine, canon literario de un género que, en realidad, trasciende la intencionalidad política. 

Desde Esopo a Orwell, pasando por Mandeville, las conductas animales han servido para ilustrar los vicios y las virtudes del animal político. Probablemente, los modelos de este género, como los espejos de príncipes, que conocieron gran desarrollo a partir de Plutarco, llegaron de Oriente, después de las conquistas de Alejandro. La alteración sufrida por los patrones originales, aun siendo lógica, resulta fascinante.

La política hindú, racionalizada en los Arthasastra, tratados del gobierno, ofrece un paisaje totalmente diferente, poblado de elefantes y vacas, pero también de los seres acuáticos. Nuestra ley de la selva o nuestra lucha lobuna de todos contra todos es en la India arcaica la ley de los peces, lo que parece, si cabe, más cruel y fatalista. Hay también en esos tratados serpientes, pero de ellas sólo preocupan sus virtudes venenosas y cómo defenderse de ellas. Tortugas. Y cangrejos, especie que le sirve a un príncipe del ingenio político, Kautilya, para prevenir a los reyes contra sus propios hijos: los príncipes, escribe el poderoso valido de Chandragupta, "son de la misma naturaleza que los congrejos, que devoran a sus progenitores".

viernes, 8 de junio de 2012

Argumentos de autoridad

Algo del eristi sicut dii alienta, según nuestro gran Suárez, en la soberanía popular y más de trescientos años de propaganda política no me van a hacer cambiar de opinión.

jueves, 7 de junio de 2012

Metaliteratura y metapolítica

Carlo Gambescia es sociólogo y autor de una obra más ensayística que sistemática de mucho valor. Sus páginas son siempre el retrato del hombre que las escribe, lo cual, por otro lado, pueden pasar por alto, sin perjuicio de su ilustración, la mayoría de sus lectores. Gambescia, feligrés de San Pedro cuando aquello, no hace tanto tiempo, no era más que una parroquia grande de Roma y apenas conocía el moderno turismo religioso de masas, dice que mi estudio sobre Guillermo Röpke es un ottimo libro y creo que hasta le molesta el prurito de neutralidad con que omito el adjetivo cuando le traduzco al español. He escrito dos o tres reseñas sobre libros suyos publicados en Settimo Sigillo: la larga entrevista Dove va la politica?, el libro sobre Del Noce y el ensayo sobre la sociedad consumista, en la que se apoyaba, para tomar altura, en un pasaje de La isla del tesoro.

Esperando que los carteros no hayan desvalijado su último paquete con franqueo de las Poste Vaticane, que me traía, a mi antigua dirección, un libro muy italiano, A destra per caso. Conversazioni su un viaggio, puedo decir que de todos los suyos prefiero Metapolitica. L'altro sguardo sul potere.

Metapolitica de Gambescia son varios libros en uno: formalmente se trata de un ensayo sobre el buen uso de la metapolítica, pero en sus páginas hay mucho más: hipertextualidad, metaliteratura y una aguda microbiografía, la del autor, que nos hace saltar, sin solución de continuidad en la lectura, a la red, a su blog de metapolitica. Si yo fuera crítico literario diría que Gambescia ha hecho ladina metaliteratura.

El libro tiene tres partes y en todas se ve cuánto partido le ha sacado el autor a la categoría migliana de las regolarità de lo político, noción de una extraordinaria valencia metodológica. No hay, tal vez no puede haberla, una visión integradora y universal de lo político, sino "verdades parciales" o patterns, en términos de la filosofía anglosajona. De las mismas hace un recuento no exhaustivo, añadiendo a las señaladas por Miglio algunas de su minerva: la libido dominandi aplicada a la búsqueda de la hegemonía (Tucídides); los egoísmos concurrentes (Maquiavelo); la existencia de un soberano en todo sistema político (Bodino); el carácter ficticio de toda comunidad política (Hobbes); la clase política (Mosca, Pareto, Michels); la antítesis comunidad-sociedad (Tönnies); las formas ideológicas de legitimación (Weber); la contraposición amicus-hostis (Schmitt); la dialéctica movimiento-institución (Alberoni); la "tradicionalidad" (Shils); el conflicto progreso-decadencia o arché-anarché (Sorokin).

La metapolítica es, entre otras acepciones posibles, una aproximación generalizadora que estudia los medios concretos mediante los cuales se conquista, se detenta y se pierde el poder: en suma, una mirada sobre el poder, como reza en el subtítulo. Requiere del estudioso un equilibrio entre pasiones e intereses que raramente se encuentra en la caracteriología del politólogo. Este balance sutil es, a mi juicio, el lema y hasta la marca de Casa Gambescia. De la metapolítica gambesciana constituyen también apartados sensibles la reflexión sobre la acción metapolítica (¿conviene rechazar el mundo, aceptarlo o comprometerse estratégicamente con él?) y la incursión en las provincias de la decadencia de la civilización, promesa tal vez de otras jornadas intelectuales. Discípulo ex lectione de Sorokin, Gambescia afirma lapidario que nadie piensa hoy en la decadencia. Nuestras sociedades naufragan en un tiempo sin durée que ha roto sus vínculos con el pasado (presentismo) y con el futuro (cataclismo demográfico de la natalidad cero).

Más acá de la prospectiva sobre el poder y la decadencia se encuentran las afinidades electivas de Gambescia: Szymborska y Eliot; Dawson; Cantimori y Del Noce; Schmitt y Freund; Ortega. De su amigo Nicola Vacca toma un magnífico epigrama para el realismo político, con aires del capítulo XV de El príncipe: stare a guadia dei fatti. Entre las fuentes de elección está también Alda Merini, de la que reproduce un aforismo, invitando de paso a consultar el Dizionario Biografico degli Italiani para que nos den razón de esta mujer, poetisa y excelente cultivadora del género lapidario por excelencia:

La calumnia
è un vocabolo stentato
che quando arriva
a destinazione
mettre mandibole di ferro.

Del no muy conocido sociológo Edward Shils, muerto en 1995 a la "venerable edad de 85 años" y autor de un libro descollante en la sociología del Novecientos, Tradition (1981), dice lo justo para incentivar su lectura y descubrirnos cómo llega callando el silencio a una obra extraordinaria:

Judío de origen ruso y nacionalizado americano, especialista en Max Weber y Karl Mannheim y colaborador de Talcott Parsons. Shils gozó de un momento de celebridad en Italia: en 1983 recibió el premio Balzan y, por invitación de Juan Pablo II, participó en los encuentros estivales de Castel Gandolfo entre el Papa e importantes hombres de la cultura. Después se deslizó hacia una especie de limbo intelectual. Por lo demás, un intelectual no católico y apreciado por el Papa no podía obtener el favor de una sociología que, como la italiana de esos años, era la pedisecua de Marx y su epígonos.

Y como en ocasiones anteriores, Gambescia nos deja aquí y allá gratos encargos de lectura: G. Le Bras, La Chiesa del diritto. Introduzione allo studio delle istituzione ecclesiastiche (1955); S. Moscovici, Psychologie des minorités actives (1976); Tradition, de Shils, por supuesto; y M. Serra, L'esteta armato. Il poeta-condottiero nell'Europa degli anni Trenta (1990).

Y la impagable microautobiografía de

L'autore
Carlo Gambescia è nato e risiede a roma. Sociologo. Ha all'attivo fra testi scritti, curati e tradotti, alcune decine di volumi. Collabora con pubblicazioni scientifiche italiane e estraniere. Scrive su quotidiani e riviste. Svolge consulenze editoriale. Nel tempo libero che gli resta, poco per la verità, srive sul suo blog.

El colofón perfecto, per la verità, para un libro con arribes de serena melancolía: más allá de la metapolítica está la cruz de Cristo: aceptada en conciencia sobre nuestras espaldas debemos cargar con ella hasta el final. Oltre la metapolitica. Pero ahí comienza ya otro libro.

miércoles, 6 de junio de 2012

Valeriana

Para esta noche, valeriana, que acabo de abrir el Das Politische und der Mensch, del inmenso Kondylis. Mis hijas me lo acaban de traer a mi mesa. Un post-it de GM, mestre e amigo, me lo hace llegar adjunto a sus inefables "¡Saludos para las tres yolanditas!".

Plutarco viene también en mi auxilio

Mis hijas, a veces, cada vez con menos frecuencia, la verdad, no me dejan dormir. Quienes me quitan el sueño, en cambio, cada vez más, son mis amigos.

Hace veinte años, para salir airoso en los cursos de doctorado, mi catedrático de Filosofía del derecho me recomendó la lectura de las Vidas de Solón y Publícola, de Plutarco. Las conseguí en una edición magnífica de Les Belles Lettres de 1968. Entonces había en Madrid librerías de nuevo que podía atesorar durante décadas, esperando que se cumpliera su destino, ejemplares como este mío. En Solón buscaba con ahínco el rastro de las "verdades parciales de lo político" que hay en cada escritor veraz. Pude encontrar pepitas de oro como esta, no precisamente pequeña: "Los odios, en política, no pueden ser eternos", tal vez la primera fórmula de la amnistía, la fuerza del olvido. Pero fuera de programa me atrapó también la Vida de Tesmístocles, que el historiador romano comparaba con la de Camilo y que el editor había incluido en el mismo volumen, el II.

Temístocles tenía una calidad extraordinaria, comparable a su ambición, pues dejando en sus manos una ciudad minuta y oscura, se decía que sería capaz de convertirla un lugar grande e ilustre. De todos los sucedidos y pasajes que relata Plutarco hay uno extraordinario:

Se cuenta, en efecto, que Temístocles vivía hasta tal punto pensando en  la gloria y era tan apasionada su ambición de grandes obras que, siendo todavía joven, como quiera que, después de la victoria de Maratón sobre los bárbaros, veía a todos alabar el genio militar de Miltiades, se le encontraba con frecuencia sumido en sus pensamientos, pasando las noches en vela, evitando asistir las comidas festivas tradicionales. Cuando sus amigos, sorprendidos por estos cambios de su conducta, le preguntaban, él respondía que el trofeo erigido para Miltiades le quitaba el sueño y le impedía dormir.

Me impiden dormir a mi los libros de mis amigos, pero también, siendo buenos, los de quienes se dicen mis enemigos. Entre estos últimos, el estupendo de SM sobre El Derecho político de la Segunda República, en el que me veo emparejado con Luis del Valle, un krausista de derechas que había teorizado cansinamente sobre el Estado autoritario. Aunque no sea cierto, pienso que SM tiene derecho a escribir eso, incluso a hacerlo sin dar otra razón que mi interés de historiador de las ideas por este personaje menor de nuestro siglo XX político. La filiación me podría molestar en punto al estilo, pues no podría yo habitar la misma casa que Suly Vella, el "poeta de las mujeres" según Concha Espina. Mis gustos poéticos no tienen mucho que ver con los de Don Luis y su pseudónimo.

Me han quitado el sueño varias noches el estupendo glosario de EGM, El pabilo vacilante; los cuatro libros políticos que me envió hace poco desde Buenos Aires GM; la Rivista di politica, organizada desde Perugia por AC; la última novela de AD, Caza mayor; los libros que me aconseja, desde Roma, CG: los de P. P. Portinaro, Il realismo politico y los del orientalista italiano Carlo Formichi, Gli indiani e la loro scienza politica y Salus populi; por no hablar de Metapolitica, del mismo CG.

lunes, 4 de junio de 2012

Azoriniana

Antonio Maura, un gran talento político desaprovechado por sus compratiotas, tan pródigos en todo aquello que toca al bien público, llegó a ser un hombre perseguido por todos: la Corte, la prensa y los politicantes. La España oficial decretó contra él el famoso Maura no.

Hombres como él marchan siempre solos por España. En las memorias de su ministro De la Cierva hay algún pasaje estremecedor de soledades: la jornada nocturna, por carreteras de polvo (todavía quedada remoto el Plan de firmes especiales de Primo de Rivera), desde Madrid al Balneario de Fortuna, De la Ciera y Maura. El coche en el viajan para tomar las aguas en la Murcia remota es como una mariposa votiva en el alféizar de una España a oscuras.

Unos meses antes, Martínez Ruiz, víctima de unas fiebres (o eso quiere él dar a entender desde su San Casciano de la montaña alicantina), entretuvo sus ocios escribiéndo un Espejo de príncipes: El político, uno de los últimos del género en español. El librito está lleno de agudezas y psicología política. También de filosofía (la política es vida y la vida es fuerza) y antropología (el maquiavelismo es la propia condición humana). Más que un libro de horas para Maura, la voluntad de la fallida revolución desde arriba, era el escaparate en el que la España capaz de leer debía contemplar las virtudes del hombre a quien nunca dejó de gobernar la otra España, la que patea.

Sin embargo, por lo que se colige de sus explicaciones preliminares, unas pocas líneas, Martínez Ruiz debió ser consciente de que no le había salido un nuevo Antimaquiavelo, sino un libro de Azorín, otro libro de Azorín. Y no le quedaba más remedio, aplicándose sus propias recetas, que encarecer lo conseguido: "He procurado ser breve, preciso y claro". Qué requintado sentido del humor: una advertencia como esa en un escritor como él, todo precisión y líneas claras.

domingo, 3 de junio de 2012

Julia de Portugal

Jimena parece algo más fría. Tiene el sentido de la economía de medios, también en el trato.

Julia, sin embargo, cuando se despide de su madre, de su hermana o de mi en la puerte de la casa, parece, con tanta ceremonia y parabienes, un diplomático portugués de aquellos buenos siglos ibéricos.

sábado, 2 de junio de 2012

El Espíritu del tiempo comparece en un Parque de Cartagena

En una fiesta de cumpleaños, ese azote, la guardesa del alegre rebaño de criaturas, que los trae y los lleva con una técnica consumada, ha decidido que ahora vamos a cantar.

Algunos niños están muy agitados, pues quieren ser los primeros en utilizar el micrófono del caraoque; otros no tanto, entre ellos L., una amiga de Jimena. En la televisión cantante se oye en portugués brasilero a un chico de moda, una figurilla internacional que había amenizado, por cierto, la inauguración del curso en la Universidad de Murcia, no sé si este año o el anterior (que conste que no lo digo aquí para aludir sarcásticamente al infantilismo que cultiva la política rectoral, sino, todo lo contrario, para recalcar la precocidad de los compañeros de mi hija de primero de parvulitos).

Niños y niñas, por turno, tararean una canción. A nadie parecen preocuparle las letras, que si no son procaces lo parecen, pues está acompañadas de unos pasos de baile para mayores con reparos. Cuando le llega la ocasión a L., resulta que esa música, que nunca antes había escuchado, no le dice nada. No se la sabe. No se la sabe. Pero la guardesa no se para en barras. "Canta otra, la que te sepas. Vamos nena".

Dios-te-salve-María
Llena-eres-de-gracia
El Señor es contigo
Y bendita Tú eres

Entre todas las muje-eres
Entre todas las muje-eres...

De pronto se hizo un silencio sepulcral en el Parque de bolas. Las madres, tan unísonas y locuaces, enmudecieron. Cuando la guardesa se recuperó (no tenía tantas tablas como parecía) le pasó el micrófono a otra niña y no dejó ya terminar a L.


viernes, 1 de junio de 2012

De Gaulle, ese hombre

A de Gaulle le entusiasmaba la gesta del Alcázar de Toledo, que le contaba con gran detalle a su hijo. Al General de Gaulle le caía bien el General Franco. A de Gaulle no le hacía falta disimular delante de los políticos de La Garce (o sus sucesores de la IV República) que se sabía representante de Francia, como Juana de Arco, Hugo Capeto y la serie de los Luises. Toute ma vie, je me suis fait une certaine idée de la France, escribe en el arranque de sus memorias de guerra (L'Appel 1940-1942). Creo que lo lapidario es ahí calculadamente ambiguo. De Gaulle, dictador pro témpore de la República o Presidente, tanto monta, nunca permitió que se ejecutara una mujer condenada por colaboracionismo, pues hay en ella, en ellas, en todas, como le decía a su colaborador, el leal Alain Peyrefitte, algo de sagrado. (Consintió otras ejecuciones, mis queridos amigos de la Tradición, que son la vergüenza de Francia).

Parece que de Gaulle tenía unas ideas que hoy llamaríamos anticuadas o reaccionarias, de Páter de aldea. Como los viejos curas de pueblo que tenían ganada su batalla, pensaba en siglos, no en legislaturas. 

Cuando la mayor parte de su gobierno, que había reformado el régimen matrimonial del Código civil de Napoléon en la primavera de 1965, estaba de acuerdo con la legalización de la píldora contraceptiva para reaccionar contra la campaña presidencial de Miterrand en el otoño, el General zanjó el asunto: "Mi gobierno nunca depositará un proyecto de ley para legalizar la píldora". Peyrefitte anotó sus palabras en tomo II de C'était de Gaulle (Fallois / Fayard 1994): "La pildora atenta contra lo más preciado en la mujer, su fecundidad. Si toleramos la píldora, tragaremos después con todo". Peyrefitte recordó entonces la "plegaria" de Anatole France a la Virgen: "Vous qui avez conçu sans pécher, permettez-moi de pécher sans concevoir", pero el horno no estaba para bollos y se la calló. De Gaulle había meditado sobre las consecuencias últimas de una autorización semejante: "¿Pretende usted que yo acepte que la población francesa decline en lugar de crecer? ¿Que nuestra raza desaparezca en un siglo o dos? Los nacimientos que aseguran el mantenimiento de nuestra población e incluso, después de la guerra, un crecimiento sensible de la misma se deben a embarazos no deseados. Tal vez no eran esperados, pero una vez anunciados, cómo no, eran bien acogidos".

A mi me cae bien este de Gaulle natalista, épico y católico. Solón en 1958. Dueño de la llave de los arcana republicae, su artículo 16. Era, además, un consumado escritor.

viernes, 11 de mayo de 2012

Dermatología y milicia

Tiene cada libro su propio destino. A él pertenecemos como lectores, incapaces de dar razón no ya de la afinidad, sino del mismo encuentro.

Aconsejado por el dermatólogo, muy convincente y tremendista en sus explicaciones, debo buscar un sombrero que ponga tasa a la radiación del sol en mi cabeza. Ello supone, en un pueblo como el de mi mujer, un grave problema de estética y discreción.

Esta tarde, después de recoger a Jimena, he ido caminando, buscando ya las sombras de los balcones, como si fuera agosto, a la sombrerería del puerto. Al pasar por Capitanía, que visité hace muchos años, treinta justos, cuando se fraguaba en mi una frustrada vocación militar alimentada de películas como Botón de ancla y Cateto a babor, me he fijado en el callejón que delimita el edificio por el Este: Calle del comandante Villamartín.

Catalogo a Villamartín, intuitivamente, como un intelectual de los cuartos de banderas. Sigo mi camino. Llego. Me explico y me dan a probar de casi todos los modelos. Rechazo muchos, pero aún así sobreabundan las posibilidades, por lo que tendré que meditar mi elección. Y volver varias veces a la tienda los próximos días. Esto lo doy por seguro. Creo que uno se juega mucho al calarse un sombrero.

A medio camino entro en una librería. Una chica que no podría decir si venía de merendar opíparamente o de sudar tinta en un gimnasio pregunta por un libro. La dueña del negocio, a voz en cuello, interroga a su empleada: ¿Nos quedan kamasutras de bolsillo? La otra quiere que se la trague la tierra. Viéndose perdida se acerca a la caja, donde esperan dos padres de familia (uno de ellos soy yo), buscando la respetabilidad que, a juzgar por su cara, no tiene su kamasutra de bolsillo y sí nuestros libros (siempre según la interfecta).

El caso es que yo esperaba mi turno para pagar El progreso del arte militar en sus analogías con el progreso de la sociedad, de Francisco Villamartín, una edición muy sencilla, algo deslucida en la portada, de dos capítulos de sus Nociones del arte militar. Se imprimió en la ciudad en 1968. Cuánto tiempo, amigo.




martes, 8 de mayo de 2012

Maquiavelo, lector de San Mateo

Esta tarde han llegado dos ejemplares de Razão de Estado e democracia, las actas del congreso de Covilhã organizado por António Bento. Busco mi texto, que me parece muy distinto (para peor) después de tres años y en cierto modo ajeno (para mejor), pues viene traducido al portugués.

Me alegra encontrar en el índice la meditación sumaria del algo extravagante profesor Salgado de Matos: "Cristo mestre de Maquiavel". Entre tantos argumentos retorcidos hasta la medula para concluir que la teoría de la democracia representativa tiene su correlato en el Cristo "profeta desarmado" del Sermón de la montaña, pero no en el que fue maestro de Maquiavelo, hay aquí y allá algunas iluminaciones que el autor rodea de todas las cautelas. Así, pone por delante que no pretende hacer hermenéutica de los textos sagrados, tampoco teología. En cambio, sitiéndose legitimado por el Edicto de Constantino y por el Cristo Señor de los Ejércitos que, en otro tiempo, galvanizaba la misión temporal de la Iglesia (y más recientemente el Cristo Rey de la Encíclica Quas primas de 1925), Salgado hace una lectura política del más antiguo relato evangélico.

Cristo no viene a traer la paz. Tampoco recomienda la pasividad al mandar a los suyos que sean sal y luz para el mundo. La estrategia de la serpiente presupone la existencia del enemigo, contra cuyos designios es lícito, si no imperativo, usar la fuerza y la violencia, tanto simbólica como física. ¿Qué mayor violencia simbólica contra los judíos que el anuncio de que Jesús es el Hijo de Dios?

Ignoro si el profesor es un hombre de fe, pero veo que en materia tan grave ha tomado sus precauciones al escribir que:

las palabras de Cristo son susceptibles de ser interpretadas como la enseñanza de una acción estratégica que toma a los hombres como medio, sin que ello implique la condenación eterna.


Cristo, maestro de Maquiavelo

No hace mucho, en un seminario organizado por el profesor António Bento en la Universidad de Beira Interior, en Covilhã, el profesor Luis Salgado Matos, emérito de la Universidad de Lisboa, improvisó una meditada comunicación sobre ciertas palabras de Cristo en el Evangelio de San Mateo. No las recuerdo ahora, pero confío en que las Actas de esa reunión, lejana ya (junio de 2009), las contengan.

Utiliza una fórmula equivalente a la del univesitario portugués (Cristo mestre de Maquiavel) el politólogo italiano Pier Paolo Portinaro. En su libro de muy alta divulgación científica Il realismo político, que compré hace unos días seducido por el tema de la conferencia de CG en Murcia, define el cristianismo, en el marco de su estudio, como "el realismo [político] de los débiles".

Menciona Portinaro la instrucción de Jesús a los apósteles de Mt 10, 16. En la traducción de la Nacar-Colunga reza así:

Os envío  como ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas.

El de Mateo es, tal vez, el Evangelio que más se presta a este tipo de meditaciones. Así, después, en Mt 13, 24-30, vine la parábola de la cizaña, una antropología política del enemigo y una escatología política de la enemistad. "La discordia en la morada del enemigo", que me parece la traducción perfecta del espléndido título de De Gaulle, es el corolario de los primeros versículos del pasaje. Y el relato de la "autnomía de lo político" en Mt 22, 15-22. Y el de la fuerza como ultima ratio, enseñanza de la expulsión de los mercaderes del templo (Mt 21, 12-14).

Políticos son también algunos silencios de Jesús, quien nunca dijo Diligete hostis vestros, sino lo que el evangelista recoge en Mt 5, 44.

viernes, 4 de mayo de 2012

El mar contra la tierra: malthusianismo contra populacionismo

Uno de los argumentos de la historia política es la lucha de los espumadores del mar contra los hombres de tierra firme. En la inapelable victoria del mar se ha fraguado la leyenda de que la libertad ha bendecido a los pueblos oceánidas. Sin embargo, recordaba Schmitt con sus buenas razones que más libres que los océanos son las fuentes que manan de la tierra.

La rivalidad entre la tierra y el mar tiene también una curiosa derivación ideológica: el triunfo del neomalthusianismo, particularmente a partir de la Gran guerra.

En mi visita a la Biblioteca del Ateneo de Madrid tuve tiempo de fotocopiar todo lo publicado por Gaston Bouthoul en la Revue International de Sociologie. Aprece su firma en 1922 y se mantiene hasta el final de la revista, en 1939. En el Ateneo, sin embargo, la colección se interrumpe, sin duda por la Guerra, por la nuestra, en el número de noviembre-diciembre de 1935.

Bouthoul firmó decenas de reseñas, muy desiguales en extensión, pero todas según la lex artis, sobre obras de economía política, sociología, socialismo jurídico, estadística o demografía. Se cumple con él aquel juicio de prudencia del crítico bueno: no hay libro malo. La mayoría de las obras reseñadas le parecía notable. Aquí y allá rayan algunas, incluso, en el clasicismo. De un libro que hoy nadie recuerda afirmaba en 1923 que "permanecerá".

En ese escenario preciso de la crítica científica, tan poco comprometido y mesurado, de pronto, salta la liebre.

Escribe Bouthoul en una glosa del Congreso mundial sobre la población, celebrado en Ginebra a finales de 1927, que los distintos delegados, respondiendo a la filosofía del Congreso, o mostraban su afinidad con las políticas antinatalistas o, por el contrario, defendían el populacionismo. Entre los primeros se contaban los anglosajones (y también los nórdicos); entre los segundos, anti-neomalthusianos, los pueblos continentales: "españoles, franceses, italianos, suizos y una parte de los alemanes", tal vez en orden decreciente de entusiasmo. 

El siglo XX, particularmente después de la II Guerra mundial, ha conocido numerosas justificaciones de la opinión, por lo demás muy extendida, partidaria del control de la natalidad. Pero ninguna de tantos vuelos como este que apunta Bouthoul:

En fin de compte, la différence de point de vue entre anglo-saxones et continentaux, se ramène-t-elle à une conception différente de l'état de guerre. Pour les anglosaxons insulaires comme les Britanniques ou quasi-insulaires comme les États-Unis, l'idée de guerre évoque l'idée de guerre navale où la supériorité est affaire de richesse et de technique exigeant relativement peu de de combattants. Au contraire les nations du continent vivent avec la hantise de la fragilité de leurs frontières et celle des effectifs des armées modernes et de l'effrayante consommation d'hommes des denières guerres. Jusqu'au présent, et malgré que celles-ci aient montré l'importance grandissante du matériel et de la technique, on continue à évaluer la force au nombre d'hommes qu'elles comptent.

Bouthoul no formúló expresamente la Pregunta (Qui prodest?), pero la respondió en términos diáfanos: Dime qué guerra practicas y te diré si eres malthusiano.

martes, 1 de mayo de 2012

Servata distantia

Mi amigo romano CG regresó a su casa. Le recibimos el jueves y estuvo con nosotros hasta el domingo 29. A mis alumnos y a algunos estudiantes curiosos de la Facultad de Derecho les explicó su taxonomía del liberalismo contemporáneo.

El sábado por la noche, después de misa, se quedó todavía un rato en casa. Jimena estaba dormida ya y Julia correteaba de aquí para allá, agitando con su trayectoria los pequeños montones de juguetes de los que estaba sembrado el salón. El suelo era ya un lugar peligroso, pero no tanto como el campo de minas en que, cotidianamente, lo convierte la espontánea colaboración de mis dos hijas.  Te y helado.

Hablamos de Giuseppe Ferrari, un historiador risorgimental y anticlerical, seguramente algo masón, del que aprecio su Histoire de la raison d'État (una edición francesa póstuma de fianles del XIX). Le descubro a C, que le conoce mucho mejor que yo, la perla de la introducción: a la inteligencia política parece que sólo se llega atravesando la voie de la douleur. Le pregunto por Teoria dei periodici politici, también de Ferrari y me dice que es una obra rarísima. Yo he tenido noticia de este libro por Bouthoul.

Ferrari fue el primer editor de las obras completas de Giambattista Vico. Pasamos otra vez a Ferrari, cuya muerte me relata, casi en penumbra. Luz. Me cuenta también las muertes de la Arendt y de De Gaulle, que ahora recuerdo que había leído, tal vez en De Gaulle, mon père, de su hijo el almirante Philippe De Gaulle. El héroe de Francia murió haciendo solitarios en su casa de Colombèy-les-deux-Églises.

Vico trabajó rodeado de sus sietes hijos. Le veo en su casa, revestido con la toga de profesor y escribiendo sobre los corsi y los recorsi en la historia, mientras sus hijos, después de la calma, han empezado otra vez una inocente guerra civil. Y, la verdad, todo esto es un consuelo.

lunes, 30 de abril de 2012

Potestas indirecta

Lo escriben en periódicos y lo leen por las radios.

Al dogal político (debe leerse: económico) de la nación lo llaman ahora soft power.

lunes, 23 de abril de 2012

La Españolada [Fernández Flórez y Croce]

Decía Fernández Flórez que la Españolada era algo muy serio. A mi me parece mucho más que un género literario: una catarsis patriótica. La apoteosis nacional. La otra fiesta.

El esquema psicológico de la españolada es muy simple: el gusto de los españoles por entretenerse haciendo de españoles. Las reglas de arte, pocas y bien tasadas: representarse a sí mismos según los tópicos foráneos de lo hispánico, generalmente románticos. Por definición, el meollo de la españolada resultará inasequible a la razón utilitaria de los otros europeos. Tanto monta el bello ensayo de García Valdecasas sobre El hidalgo y el honor, razonamiento irónico, como la extraordinaria película de Fernando Merino, cima de las de su clase, Los subdesarrollados.

Fernández Flórez escribía con arrogancia, orgullo es decir poco, sobre esta materia grave medio siglo antes de que los cines españoles se llenaran con un reclamo parecido en el nivel del tiempo: desarrollismo y turismo (fraguismo).

Tres siglos atrás, cuando Francia y sus modas eclipsaron la influencia de España en Italia, hacia 1680, apareció ya la cosa y también la palabra.

El gran historiador del liberalismo, Benedetto Croce, decía que fueron aquellos también los tiempos en que las cosas de España tomaron un aspecto vacío, hinchado, caricaturesco, casi ridículo, al extremo que se creó la palabra españolada, en sentido eminentemente despreciativo.

Así, con una espina, nos pudimos sacar otra.

De los viejos odres

Sí, todo tropieza y vuelve.

¿Acaso no se nos quedan en el tintero las decenas de archivos que aseguramos adjuntar a los correos y que, sin embargo, por no aparecer, nos reclaman al día siguiente?

domingo, 22 de abril de 2012

Más del correo

Acabo de agradecer a su hijo un tarjetón y el libro de poemas Christmas 1971-1972. A lo largo del año, de Marcelo Catalá. Le pedía copia de lejanas conferencias sobre la previsión y la política social, pero no las encuentra. En cambio me hace llegar esa "pequeña cosecha de intimidad" de su padre.

En el prólogo se retrata su autor con un epigrama que vale para tantos españoles del Antiguo régimen, de cuya abnegación, laboriosidad e ideales nadie debería dudar:

Esta vida mía, ya bastante larga, la pasé en buena parte en mi trabajo, que presté apasionadamente, no por virtud, sino porque mi quehacer era generoso y servía objetivos limpios.

Del correo

No acusé recibo de su libro entrevista Traidores nunca duermen. Tampoco del que viene con prólogo suyo y dedicado a Drieu. Hace unos días me llegó su carta. Le preocupa la descomposición moral y espiritual de algunos amigos comunes, pero también ese mismo mal que hace diana en la voluntad. Un recorte de la Frankfurter sobre Medellín, que hemos conocido juntos él, Yolanda y yo. Además, cuatro notas mecanoscritas con sus agudas glosas sobre Carl Schmitt, hombre y mito: Carl Schmitt und kein Ende. Notizen von Günter Maschke.

* * *

Decía Paul Valéry que con Setendhal no había forma humana de acabar, pues no tenía fin. No concibo, decía, mayor elogio. Algo parecido sucede con Schmitt.

* * *

Conversación con Carl Schmitt (1979)

Schmitt: Heidegger decía que Hölderlin era el más grande de los poetas alemanes. ¡Una falsedad absoluta! El poeta alemán más grande es Theodor Däubler. Si Heidegger hubiera encontrado no en Hölderlin, sino en Däubler al mejor poeta alemán, él -Heidegger- habría sido para Husserl lo que Richard Wagner fue para Meyerbeer. ¿Lo entiende usted, señor Maschke?

Maschke: No.

* * *

Schmitt en Hispanoamérica

El Vicealmirante Luis Giampietri, durante muchos años jefe de las tropas especiales peruanas, "probablemente el más temido enemigo de Sendero luminoso, era un lector apasionado de Schmitt en traducciones españolas  e italianas. Quien había asistido a cientos de funerales por sus hombres, quien había participado en la lucha contra la guerrilla urbana en las calles de Lima, quien había sobrevivido a las granadas le dijo a mi correspondiente a principios del verano de 1992: "No entiendo la polémica sobre este hombre [Schmitt], es un pensador completamente inofensivo".

En 1948 le ofrecieron a Schmtit la posibilidad de exiliarse en Argentina vía Suiza. "¿Por qué desechó esos planes?", le preguntó GM en 1980. Respuesta de Schmitt: "Debo vivir aquí, donde mora mi enemigo. Además, para mi vale eso de que un viejo árbol no puede ser trasplantado". Como GM sabía su buen español le replicó señalándole que esto hubiera sido para él una gran ventaja. "¿De qué ventaja habla usted? ¿Para qué?". Respuesta de GM: "¿Le parece poco dejar de ser el Kronjurist del Führer y adoptar el delicioso sobrenombre de Kronjurist de Evita Perón?

sábado, 21 de abril de 2012

Y nada es relativo

Más de cinco horas de viaje el lunes 16 de abril. Trabajo en el Ateneo. Voy y vengo al mesetón de los auxiliares. Encuentros sobre ismos y política con el profesor Dalmacio Negro: Carmelo Jiménez, Luis Bueno y yo mismo. Schmitt. El mito del hombre nuevo. El Arthasastra de Kautilya. Cena en Ananias, cerca de ICADE, de toda la vida. Miguel Ayuso. Consuelo Martínez-Sicluna. Jorge Sánchez de Castro. Sin mis hijas, comprobado, tampoco duermo ya. Es ya martes. Más Ateneo, en el que ahora reina Carlos París, pero en tiempos Rafael Calvo. No hay retrato de Donoso en el corredor de la Cacharrería. Almuerzo en casa de Jorge y Rosa. Tallarines con espárragos. Deliciosos, R. Me sigue gustando En el gabinete, de Dis Berlin, que te agenciaste hace cinco años. No están los niños. Después paso dos horas estupendas en casa de Luis Buceta, lejano auxiliar gratuito en la cátedra de Política social de Federico Rodríguez. Me regala, en tapa dura, la edición de los apuntes de la asignatura de 1963.

En el tren me saco un billete del bolsillo en el que llevo apuntadas dos referencias de Luis del Valle, tomadas del Au fil des revues de la Revue Internationale de Sociologie: "La lucha contra el paro en Zaragoza" y "La política económica, complemento de la organización corporativa" (Revista del trabajo, enero-marzo y julio-septiembre de 1930). Gran botín de mi razzia en el Ateneo.

¿Habrá quien pregunte "Once horas de tren para esto"?

jueves, 19 de abril de 2012

Oración

La chica del metro, entre Tirso de Molina y Bilbao, viajaba con la cabeza inclinada sobre el pecho. Las dos manos, por debajo del mentón, entrelazadas con gran delicadeza.

Los afanosos dedos pulgares me hicieron ver que escribía mensajes, no sé exactamente con qué máquina ni de qué especie.

Pero yo sigo pensando que rezaba.

domingo, 15 de abril de 2012

Rapanui

Mañana, en la Universidad Pontificia Comillas, continúa el diálogo con sus discípulos del profesor Dalmacio Negro. Encuentros sobre ismos y política es el título para disimular lo evidente: el homenaje académico al maestro y amigo. Hasta la fecha han intervenido Consuelo Martínez-Sicluna, Elio Gallego, Miguel Ayuso, Pedro Gago y Paloma de la Nuez. Se han programado para el final las ponencias de Carmelo Jiménez, Luis Bueno, la mía y (dentro de una semana) la de Armando Zerlo.

Tengo que hablar del realismo político, saltando desde Kautilya hasta Raymond Aron. Al salir a la calle y doblar la esquina de unos pasajes sobre "Cristianismo y descivilización en Europa", comentarios a un libro del profesor Negro publicados en 2006 en Ius Publicum, de la Universidad Santo Tomás de Chile, me encuentro con una meditación sobre los "Rapanui, pueblo que mira al continente". El autor, "profesor de cultura rapanui en la Academia Diplomática Andrés Bello", relata el abandono de la Isla de Pascua, despreciada por los colonialistas franceses mientras veía diezmada su población por las enfermedades y las incursiones esclavistas y piratas. Precisa también en qué condiciones el Obispo de Tahití intimó a las autoridades francesas a declarar el protectorado sobre la isla y, ante el silencio de estas, a la República de Chile.

El 9 de septiembre de 1888 el marino chileno Policarpo Toro firmó con los representantes investidos por el consejo de los Rapanui el acuerdo de cesión de la isla, en lengua española y rapanui. En el documento de cesión, siendo breve, hay una cláusula general muy literaria:

Hemos acordado escribir lo superficial. Lo de abajo, el territorio, no se escribe aquí.

Esa agudeza filosófica explica por si misma la supervivencia de un pueblo que poseía un refinado sentido de la interioridad.

El "profesor de cultura rapanui" señala algo maravilloso sobre las consecuencias del extremo aislamiento insular del pueblo de los moai. A cuatromil kilómetros del continente americano:

su retorno a la Edad de Piedra se ahonda al quedar desvinculados de los demás grupos humanos y no poseer otra fuente de renovacón cultural que la naturaleza volcánica de su isla, el océano, las estrellas y su propia interioridad.

Así, de pronto, no me parece poca cosa: volcanes, océanos y estrellas en un alma que parece kantiana.

sábado, 14 de abril de 2012

El inri de Alejandro

Alejandro el Grande, con enormes dificultades, conquistó la India. Más bien una parte de ella. Fundó seis satrapías: tres al este del Indo, entregadas a la administración de sendos virreyes indios, y tres al oeste, gobernadas por griegos (Peitón, Nicanor y Oxyartes, cuñado de Alejandro). Aquella grandiosa aventura de finales del siglo IV antes de Cristo alimentó el relato de los historiadores favorables a la causa griega. La muerte de Alejandro en el 323 a. C. y el colapso del imperio le coronaron como la primera gran leyenda política de Occidente. Las docenas de repúblicas y monarquías indias, al menos en las fuentes griegas y romanas, no son sino objetos de la primera política universal.

De Bucéfalo sabemos que murió en la batalla contra el rey Poro, mientras le curaban una heridas. Le dolió tanto su muerte a Alejandro que edificó una ciudad para ponerle su nombre: Bucefalia. Murió también por entonces Perita, su fiel perro, y cuenta Plutarco que por eso fundó Alejandro una ciudad con su nombre. Mucho menos se sabe de Sandrocoto por fuentes grecolatinas. Plutarco cuenta que el primer emperador de la India "vio a Alejandro en persona" siendo un muchacho.

Pero donde las dan las toman.

Chandragupta, el unificador de la India, fue instruido por Kautilya, quien le internó durante ocho años en la famosa escuela de Taxila, consagrada a la formación filosófica y militar de los hijos de las castas superiores (Kasatriyas y Brahmanes), venidos de toda la India. En Taxila, un día del 326 a. C., Chandragupta, que contaba 15 años, estuvo cerca de Alejandro. En los anales de la dinastía Maurya, particularmente en los pasajes dedicados a la unificación de la India y a la liberación del yugo griego, El Gran Alejandro se convierte en Alikasudara. En la literatura sánscrita únicamente se le menciona una vez: Alasa-Chandakosa.

El Magno, el Enorme Alejandro hizo retroceder la línea del horizonte que se divisaba desde los puertos griegos. Se casó con Roxana por amor. Y en Persia se hizo traducir el epitafio de Ciro El Grande: Amigo, quienquiera que seas y vengas de donde vengas, porque sé que vendrás, yo soy Ciro, el que adquirió para los persas su imperio. No me envidies por este poco de tierra que recubre mi cuerpo. Pero la literatura india tradicional ignora absolutamente al conquistador. Cuando le recuerda, it was only in the form of a bogey called Skanda, used to frighten naughty children.

jueves, 12 de abril de 2012

:y

Creía que se trataba de una errata: tan esquiva como para sortear media docena de correcciones; tan cruel que, ya irreversible, me encontró la mirada a las primeras de cambio. Pero MH, con muy buenos argumentos, me ha sacado del error.
:y
es el guiño de Dios que nos recuerda lo humildes que son todos nuestros empeños.

MH me habla por ciencia propia, pues también ella acaba de encontrar Su suave reconvención en su último libro.

Ya por mi cuenta, meditando sobre el envío de la Providencia, me pregunto si será mi soberbia la razón de que la errata aparezca en el escaparate de mi contraportada.

jueves, 5 de abril de 2012

Más sobre Miró

Hace unos años, lo he recordado ahora al leer las dos menciones de Gabriel Miró que registra Razón Española 172, la de Dalmacio Negro (p. 133) y la de P. C. González Cuevas (p. 207), me produjo una inmensa tristeza encontrar en La Verdad la hiriente columna de un escritor subvencionado, dardo contra el maestro nacional que le desasnó a él.

A RCG, sobrino de la inolvidable bibliotecaria de mi pueblo, "emprendedora cultural" formada por la Sección Femenina de FET y de las JONS, le parecía que Don Antonio, el maestro más joven de España, influido (creo que sin ser consciente de ello) por el ideario de la Institución Libre de Enseñanza, titulado en las postrimerías de la Restauración, abogado, señor de orden y corresponsal periodístico que firmaba las crónicas con el acróstico de su nombre (ANCASÁN), era un Menéndez Pidal de pueblo, un hombre orquesta. El entonces joven escritor y conferenciante RCG prefería a Camilo José Cela. Según su manía literaria, cualquiera desmerecía expuesto al sol de Iria Flavia.

No me gustan los juicios rápidos, generalmente superficiales e inclementes, pero creo que hay que compadecerse de los jueces sumarios. En otro caso, ¿qué sería de nosotros, de cada uno?

Tengo de aquel maestro nacional, más que deudas, pues se jubiló antes de la muerte de Franco y no pudo darme clase, un recuerdo indeleble.

Mi madre, muy preocupada por hacernos hombres de provecho a mis hermanos y a mi llevándonos a "clases de máquina", actividad decana de las extraescolares, y discreta admiradora de la autoridad del espíritu, sople donde sople (en el colegio, en el periódico o en el taller de pintura), me mandó un día, tal vez en 1982, a la casa de Don Antonio, con el modesto fin de que me diera algún consejo que me sirviera de estímulo.

Cano Sánchez era un hombre de voz y ademanes autoritarios que, sin embargo, se volvían afables cuando se trataba de enseñar. (En mi pueblo bereber los patricios tienen apellidos, reservándose los apodos para los menestrales). Es posible, volviendo a las 5 de la tarde de un día del 82, que me desgranara su currículum, pero no lo recuerdo. Si lo hizo, que puede ser, se lo agradezco, pues hay que enseñar también que una lámpara no se enciende para ponerla luego debajo del celemín.

De aquella visita literaria fulge en mi recuerdo su recomendación:

Tienes que leer al Maestro. Nosotros le llamamos El Maestro. Gabriel Miró.

El humilde cauchil (poética de NPS)

NPS leía a Eugenio d'Ors, a Gregorio Marañón y a Ortega y Gasset. Juan Valera, Leopoldo Alas, Ganivet. Le interesaba Pedro Antonio de Alarcón. Gómez de la Serna, "cuyo nombre preclaro no necesita de adjetivos encomiásticos". Le entusiasmaban las novelas (y el teatro) con trasfondo forense. Casi toda la novela española de la postguerra le parecía deprimente: no la cambiaba por Peñas arriba, Pepita Jiménez La Hermana San Sulpicio, "obras alentadoras y optimistas". Entre los extranjeros admiraba a Walter Scott y ciertas novelas de Charles Dickens, en lo que se le notaba a Don Nicolás que tenía algo de los Gentelmen de antes de la Gran Guerra. Wilde y Proust tenían un "fondo nauseabundo y deletéreo" que no podía sufrir.

El constitucionalista ceutí tenía también sus poetas manibus: JRJ, inspirador de su personalísmo género divagatorio, los vilanos, y sobre todos, el silvano extremeño Gabriel y Galán, con su "olor sano a romero, tomillo, cantueso, salvia y mejorana".

Y una poética, calcada sobre el canon del "poeta grande y sano que se llamó Gabriel y Galán", fundada sobre dos preceptos:

Primero. Hay una poesía de campo y otra de clínica o sanatorio, con tufo de iodoformo o de éter.

Segundo. La inspiración poética es a veces tímida y parca [...]: el humilde escape de un cauchil mal ajustado.

Gabriel Miró y los escritores políticos

En el último número de Razón Española, el 172 (marzo-abril 2012), homenaje a Gonzalo Fernández de la Mora en el X aniversario de su muerte, hace Dalmacio Negro este apunte:

En la nómina de pensadores realistas (españoles del siglo XX), gente muy culta y al tanto del estado del pensamiento político, habría que incluir a Javier Conde y su discípulo Jesús Fueyo [...] Una característica común es que casi todos eran excelentes escritores.

Mucho le debe el pulcro estilo de Fernández de la Mora (brillante estilo literario) a Gabriel Miró. Lo mismo sucede con Pérez Serrano, deudor también de la claridad levantina de Miró y el primoroso decoro de Azorín. Don Nicolás, en el trance y "tentación de no volver a escribir en castellano", encarecía una "solución sencilla, barata y aquietante":

leer los trabajos de nuestro inmortales. 

martes, 3 de abril de 2012

Los caracteres

El susceptible tiene psicología de rehén. Vive sometido al post hoc, ergo propter hoc, sofisma que justifica su sinvivir.

jueves, 29 de marzo de 2012

Ceno y desayuno con Don Diego

Subido a hombros de Saavedra Fajardo y con el pen-drive cargado de los mejores emblemas de sus Empresas políticas intervine en la sesión sabatina de un curso para la formación de líderes locales. Aunque siempre tengo un ojo encima de todo lo saavedriano, repasar las empresas del príncipe cristiano, las soberbias Fama nocet, Subir o bajar y tantas otras, me ha valido el delicioso convite de volver a las páginas que Don Diego, en su gran obra publicada por primera vez en 1640, dirige "Al lector".

Ni una coma le sobra al extraordinario envío que así arranca:

En la trabajosa ociosidad de mis continuos viajes por Alemania y por otras provincias pensé en esas cien Empresas, que forman la Idea de un Príncipe Político-Cristiano, escribiendo en las posadas lo que había discurrido entre mi por el camino.

Más de treinta años al servicio de la monarquía. Nápoles, Roma, Suiza, Mónaco de Baviera, Franco-condado de Borgoña y, al fin, Münster, en donde se agotaron, frisando ya en los sesenta años, sus últimas esperanzas en una pacificación del Imperio que salvara del desastre a la monarquía española. En esa circunstancia, por otro lado tan adecuada para los lances literarios, le recordaba José María de Areilza en un artículo que publicó en el ABC del 2 de septiembre de 1969: "Europa loca". La segunda oportunidad concedida a ese pasaje se puede encontrar también en Cien artículos, una antología en las Ediciones de la Revista de Occidente (1971). Lo apunto porque esa evocación de las amenidades del viejo Saavedra, como la de Rodrigo Fernández-Cavajal en otra ocasión, resulta un juguete muy grato.

Saavedra, bien conocido por los europeos cultos de su tiempo, debió llamar la atención de sus interlocutores, los otros negociadores de la paz de Westfalia: franceses, holandeses, suecos, bávaros. Sabiéndose derrotado antes de empezar la partida, en la que fue cuestionada incluso la validez de su plenipotencia, se entretuvo redactando la Corona gótica, un alegato a favor de la remota comunidad de intereses entre el Rey de las Españas, depositario de la herencia de los godos, y la realeza sueca, que Saavedra emparenta con los germanos romanizados que invadieron Hispania y establecieron su capital en Toledo.

También en Corona gótica se descubre el más personal designio del probo funcionario de la corona, nunca premiado con arreglo a sus méritos. ¿O pasaremos por alto que destacando tantos por muy parcos servicios, el severo diplomático únicamente recibirá el hábito de Santiago y un sillón en el Consejo de Indias? Con esas patentes y algún que otro tósigo para colocar a su sobrino esperó los ultrajes de la muerte en el retiro de su celda conventual de los Agustinos Recoletos.

Nada angustiaba más a Saavedra Fajardo que la malversación de sus noticias sobre la condición humana en general y la política en particular, atesoradas en sus expuestos viajes por Europa. Por eso confiesa que "no querría que se perdiesen conmigo las experiencias adquiridas en treinta y cuatro años".

Liderazgo

Tal vez porque el sábado pasado me invitaron a dar una lección en un curso sobre "liderazgo social", con defectos tal vez, pero sin las nocivas ínfulas académicas de otros programas de estudios, he necesitado rumiar esta atinada observación de Carl Schmitt:

Sólo un indeciso puede elaborar una teoría del decisionismo. Por idéntica razón, el típico decisionista está incapacitado para desarrolar una filosofía, una teología o una teoría del decisionismo.

Una conferencia sobre jefaturas y caudillajes políticos: ¿acaso se le debe pedir más a quien fuera de su casa no desea ni ambiciona guiar otra cosa que el coche propio?

martes, 27 de marzo de 2012

55/56 (una puntualización al hijo de NPS)

Don Nicolás Pérez Serrano, nacido en 1890 y fallecido en 1961, fue el primero de los dos catedráticos que la ciudad de Ceuta ha dado a la universidad española. El segundo, curiosamente también de Político, es Manuel Ramírez, recientemente apeado del escalafón por cumplir la edad reglamentaria de 70 años.

En 2006, en el Diccionario crítico de juristas (t. II, vol. 1º), dirigido por Manuel J. Peláez, apareció la voz "Pérez Serrano, Nicolás", redactada por mi. Me aparté en ella adrede de la leyenda del constitucionalista liberal, fiel a la II República y que vivió resignado, en el exilio interior, bajo la Dictadura de Franco. Esa impresión constituye la fijación de unas páginas publicadas por Pérez-Serrano Jáuregui en el Juristas Universales, dirigido por el dorsiano Rafael Domingo para la editorial Marcial Pons en 2004. No muy diferente es la leyenda que trasmina de otro estudio de Don Nicolás hijo ("Nicolás Pérez Serrano 1890/1961. Semblanza y datos biográficos") recogido en la revista de la UNED Teoría y Realidad Constitucional (nº 18).

Lo que escribe el hijo tiene, desde luego algún interés, particularmente lo relativo a la situación de Don Nicolás en la Junta del Colegio de Abogados de Madrid entre 1937 y 1939. Aunque en realidad lo que trae a las páginas de la revista son las impresiones de García Venero.

Para mí, lo he apuntado en donde he podido hacerlo, NPS es el capitán de la protoescuela española del Derecho constitucional. Pero fue además un jurista completo, versado en el Derecho privado. Son justamente famosas sus actuaciones en el foro, recogidas algunas de ellas en los dos tomos de Dictámenes (t. I, Derecho civil; t. II, Derecho mercantil) publicados por Dossat en 1965.

Después de la guerra, depurado como tantos, siguió fiel al espíritu del facultativo del derecho, del jurista de Estado, formado en la neutralidad de la iuspublicística estatal y consciente de que todo derecho es derecho de situación, promulgado por quien tiene autoridad. Me parece que la opinión de mi colega de Santiago, CRM, va también por aquí. Y él también ha escrito algo sobre el fino constitucionalista de la Universidad Central.

Ayer, en las despedidas, me quedé en la puerta del cottage de NPS. Conversé con él sobre sus gustos literarios (los escritores levantinos: Gabriel Miró, Azorín) y sobre sus posiciones políticas (liberal, conservador, "reaccionario" como todo buen jurista, adversario de la libertad "suicida" y partidario de las "dictaduras" configuradoras). También sobre su preocupación por los géneros literarios: desde la "setencia" de los jueces y sus propios "dictámenes" forenses a las "virutas de taller" que son sus apuntes incoativos de diversos temas y que publicó, como en bandadas de vilanos, distribuidos en dos libros deliciosos: las Humoradas y los Vilanos forenses.

Pero irrumpió en el lugar ameno de nuestro diálogo el inesperado traspiés de Pérez-Serrano Jáuregui en su artículo de Teoría y Realidad Constitucional. Afirma que la Revista de Derecho Público, inspirada y dirigida por su padre, por su "Sr. padre", como escribe el menor de sus vástagos, prestigioso cutlivador del Derecho parlamentario, alcanzó 54 números, ni uno más. Se sorprende por ello que en su segunda etapa, ya en los años 70, la Revista de Derecho Público arrancara con el número 57. Pérez-Serrano Jáuregui, siguiendo tal vez el criterio de mi antiguo amigo GGK, recalca que la revista de su padre se extinguió al publicarse el número de junio de 1936. No existe, dice, el número 55/56, de julio y agosto de 1936.

El ejemplar será raro y tal vez por eso no estará en la colecciones del Congreso y otras Bibliotecas universitarias. No está, desde luego, en la suya. Pero en el tomo encuadernado que poseo con los años 35 y 36 (pp. 201-238) y que ahora, con gran satisfacción (me costó, incluidos los años 32 y 33, sólo docemil pesetas), hojeo y repaso, sí que está.

lunes, 26 de marzo de 2012

La falsa paradoja del examen

Decía Pérez Serrano, dueño de una prosa ática, orden dórico -pues jónico era el de Fernández de la Mora y más bien corintio el orteguiano-, que "el examen es un acto contrario a la naturaleza". La demostración no parece difícil, pues lo natural es que quien no sabe una cosa la pregunte a quien la sepa, pero cuando de exámenes se trata es quien sabe una cosa el que la pregunta al inesciente. Visto así, no se me ocurre quién podrá salvar la denostada institución académica, por mucho que lo que ahora se llaman pruebas de competencia no se parezcan en nada a la temible "prueba sorbónica", trance interrogatorio en la universidad de París que nunca duraba menos de 10 horas.

Antes de rendirme a lo que parece tan evidente llega en mi auxlio, como en otros lances homólogos, Álvaro d'Ors. Su argumento es ya definitivo. No sólo porque en la práctica el examen viene a ser como "el tapón que impide que se pierda el preciado licor de la docencia". Todavía más sencillo. Se trata de un escolio de la teoría dorsiana de la auctoritas: el profesor pregunta porque puede, tiene potestas. Y esta potestad la tiene no por se funcionario o porque le proteja o, en su caso, le desampare el Código penal, sino porque antes, durante el curso, ha sabido dar respuestas: el profesor responde porque sabe, porque, en suma, tiene auctoritas.

NPS apunta lo esencial

Salgo de la abigarrada cacharrería que es todo tratado de sociología enciclopédico. Así se escribían todavía en Francia en la década de 1930. Aunque tengan buena factura, como le sucede al Traité de sociologie en dos tomos de Gaston Bouthoul, se agradece la colección de noticias y curiosidades, alivio del lector abrumado con los nombres, dignidades y obras de unos personajes del intersiglo que parecen no ya lejanos, sino remotos. Pero no es suficiente: salgo por unas horas de la pagoda de la sociología analítica y me voy estirar las piernas y expansionarme.

Entro por casualidad en la confortable simplicidad de un cottage, invitado por Don Nicolás Pérez Serrano, "El abominable hombre de las nueve" de los anales de mi universidad. Releo sus Humoradas, doloras y greguerías jurídicas (1958), páginas que tienen su culminación, por lo que tal vez contaré mañana, en Vilanos jurídicos (1962).

En una de las glosas, que Don Nicolás llamó "vilanos", apunta los esencial sobre la II República. Lo explicó con detalles y técnica constitucional en su famoso ensayo de 1932 sobre la consitución del año anterior. Para quien no tenga tiempo ni acceso a esa prueba de cargo contra el régimen de convención del 31, le recomiendo el alciónico vilano, exquisitamente disecado, de la página 71 de las Humoradas:

La "Niña"
Nació bella de aspecto y pletórica de promesas: todo recién nacido constituye un lindo ramillete de esperanzas. ¿Qué de extraño tiene que despertara simpatías? Su misma inocencia era incentivo para el respeto y el cariño. Pero apenas empezó a crecer pudo advertirse que sus facciones cambiaban, y no ciertamente para mejorar; sobre todo, hubo de notarse que su carácter era hosco, desapacible y agreviso. Lejos de necesitar protección (y se la brindó, liberal, la Ley de Defensa al efecto votada), había que defenderse contra ella. Y cuando se vio cómo la criatura sacaba los ojos a los pájaros, torturaba a los gatos y apedreaba a los transeúntes, se cayó tardíamente en la cuenta: sus malos instintos, pronto revelados, ponían de manifiesto que no era hija de un matrimonio de amor, sino producto de triste ayuntamiento entre el despecho republicano y la envidia marxista.

En una hsitoria enciclopédica de España en la que la veracidad no quedara suspendida por la ambición de quedar bien ante nosostros mismos, este párrafo encajaría perfectamente bajo la voz "Constitución de la II República".

P. S. Supongo que para la de "Guerra civil" buscaría algo con olor pólvora y tomillo en el macuto de García Serrano.


lunes, 19 de marzo de 2012

Los peligros del discurso

Quien escribe se proscribe. He aquí otra regla de la prudencia política, en este caso consejo de consejeros, más que de príncipes.

Quienes escriben con olímpica superioridad sobre los errores y la inmoralidad de los colaboracionistas son unos miserables que viven de explotar la culpa de los otros.

El maestro Han Fei, que caminó por la vía del dolor en el siglo III antes de Cristo, conocía los "peligros del discurso", capítulo tercero del libro I de El Tao del Príncipe, título de la traducción francesa (El arte de la gobernación en la alemana, y el El arte de la política en la española, en donde al correlindes de Han Fei le presentan como un anacrónico defensor del imperio de la ley y el Estado de derecho).

El avisado Han Fei, que sabía que ni el más sabio de los príncipes se deja aconsejar francamente, tenía noticias de un marqués de Yi, que fue asado; del consejero Kouei, salado y puesto a secar; del noble Pi-kan, a quien le arrancaron el corazón; y del desventurado Mei Po, marinado en salmuera.

Qué parco provecho sacó Han Fei de sus meditaciones. Enviado por un príncipe de la dinastía Han a parlamentar con su enemigo, un príncipe del reino rival de Ts'in, admirador este último de su obra, fue denunciado por agente doble. Encarcelado, fue obligado a suicidarse.

El historiador de los Han, al escribir la biografía de Han Fei se sorprende de que el autor de los advertidos pasajes de "Peligros del discurso" no hubiese sido capaz de ponerse a salvo en la tribulación. Curiosamente, tampoco sirvieron de mucho sus lecturas al historiador de marras, Se-ma Ts'ien, condenado por su emperador a la pena de castración por su vibrante alegato a favor de un general vencido y pasado al enemigo

La biografía, género político

No conozco biografía más pulcra y concisa que la redactada en la lápida del enterramiento de Don Jerónimo de Roda. En lo que dice (relaciones familiares, servicios a la Corona en Flandes, vida Universitaria en Salamanca) y en lo que no cuenta ("furia española", sacco de Amberes) se reconoce al turbulento y arrogante político murciano.

Me he acordado del De Roda al leer en la contraportada de El hombre, animal político, de Francisco Javier Conde, mi biografía política apocopada del jurista nacido en Burgos. Le deben sobrar, no obstante, la mitad de caracteres para acercarse a su modelo:

Francisco Javier Conde (Burgos 1908 - Bonn 1975), discípulo y traductor de Hermann Heller y Carl Schmitt, catedrático de Derecho político, Director del Instituto de Estudios Políticos y Embajador de España, ha sido uno de los grandes juristas de Estado europeos del siglo XX. Una parte sustancial de su obra jurídico-política ha sabido encuadrar conceptualmente la II República, la Guerra civil y la primera década de la dictadura de Franco recurriendo a las categorías de sus maestros alemanes. Francisco Javier Conde, que provenía de la izquierda, como otros intelectuales coetáneos (los juristas del 27), se convirtió, sobre todo a partir de 1942, en el capitán de la Escuela española de Derecho político (1935-1969), grupo intelectual llamado a dar forma de Estado a la nación y reconducir las situaciones de emergencia por las que había venido atravesando España desde 1931.