domingo, 11 de diciembre de 2016

Carl Schmitt a Mussolini


SP ha traducido y editado espléndidamente Die Wendung zum diskriminierenden Kriegsbegriff, estudio de 1938. Pietropaoli es también autor de un libro magnífico, entre los mejores, sobre Carl Schmitt en una visión de conjunto. Mi colega defiende sabiamente la continuidad entre las doctrinas de la política y el derecho estatales y las internacionales. Lo que parece natural en Hans Kelsen y Hermann Heller, se empeñan muchos en atribuirlo exclusivamente a razones bastardas cuando se trata de Carl Schmitt.

En un gesto de humor que las ediciones científicas no permiten yo habría incluido en la "Nota al testo di Stefano Pietropaoli" la dedicatoria que Carl Schmitt apunta en la página de respetos del ejemplar que le envía a Mussolini. Una cita de la Germania de Tácito (43.3): Primi in proeliis oculi vincentur. La derrota entra primero por los ojos. No sé si con esto Schmitt profetiza el fracaso de Mussolini o le sugiere que plante cara a los argumentos de la Sociedad de Naciones.

Corina, la esposa de Wener Sombart, cuenta maravillas de Mussolin en las sobremesas en casa de Schmitt. Este hace pie en el político italiano para elaborar su concepto del Estado total y para remachar la distinción que, desde el punto de vista del derecho internacional, existe entre el canal o la vía de comunicación marítima (Seestraßen) y el espacio vital (Lebensraum). En Völkerrechtliche Großraumordung cita Schmit a Mussolini: "Per gli [inglesi] il Mediterraneo è una strada, per noi italiani è la vita".

Carl Schmitt, ateo político

Leo un texto de DGH sobre la conexión mimética y girardiana de Donoso Cortés. En una nota pone mi amigo en duda el catolicismo, se sobrentiende que político, de Carl Schmitt. Tiene toda la razón. El asunto debiera ser cosa juzgada a estas alturas. 

Sin juzgar su conciencia, el catolicismo de Carl Schmitt es discutible. En cierto modo, el jurista de Estado alemán nunca se recupera del violento choque con la "burocracia célibe" que rechaza su Catolicismo romano y forma política, ensayo con el que tal vez aspira a convertirse, como Jacques Maritain y otros en Francia, en un puntal del Renouveau Catholique alemán. De esa época data su divisa, tomada de Arnold Geulincx: Ubi nihil vales, ibi nihil velis

Schmitt es sincero cuando alguna vez dice que no solo se siente católico, sino que es católico como el árbol es verde. Pero también es cierto que si Schmitt ha de elegir entre la Iglesia y el Estado elige siempre el Estado. Así lo hace toda su vida con absoluta naturalidad. Por eso creo yo que encuentra cierto placer en apuntar en sus Diarios la frecuencia con la que Hermann Heller le retrata como "ateo". En el mismo lugar, angustiado por el vituperio que le inflige la perfidia de algunos escritores, subraya que la Frankfurter Zeintung "significativamente" se ha atrevido a encabezar contra él a los "verdaderos cristianos". Incluso Erich Kaufmann ha invocado en su contra la dicotomía entre la fe y la razón de Estado, entre cirstianismo y germanidad (Christentum und Deutschtum). Con todos esos prejuicios se ha despachado también un "literato berlinés especialmente cínico" calificando toda su obra como "schmittismo" (Schmittismus)... Ocurrencia que no está mal para calificar la doctrina de un escritor inclasificable.

Desde que Waldemar Gurian pone en circulación la especie de que Schmitt es un defensor del imperio católico y Maritain lo repite -por ejemplo en Humanisme intégral-, no ha habido forma en ochenta años de levantar esa infamación  -pues infamia debe ser para un politique que le achaquen esa melopea del teólogo político católico-. Me acuerdo de Henri de Montherlant, perseguido también como Schmitt, por tierra, mar y aire, por la Santa Hermandad: tú puedes decir que una cosa es blanca, pero descuida que siempre habrá un idiota o un perverso para jurar que tú dijiste que aquello era negro.