El politólogo de origen ruso Waldemar Gurian murió el 26 de mayo de 1954. Al año siguiente, en el número de enero de su revista, The Review of Politics, se le dedicó un sentido homenaje.
Hannah Arendt le definió allí como un hombre de muchos amigos que supo ser amigo de todos, sin distinguir entre hombres y mujeres, laicos y clérigos, modo de vida, condición social o nacionalidad. Sabiendo cercana su hora viajó a Europa para despedirse de ellos.
Tal vez se le pasó por la cabeza en ese viaje visitar a su viejo maestro, a quien muy poco antes, en mayo del 51, habían permitido las autoridades francesas salir de Alemania y viajar a la España de Franco (sobre la que ofreció una notable conferencia de la que se habla poco y en la que en parte discierne el secreto de la autoridad de Franco).
Pero reconciliarse con él y acabar con el incendio que él mismo provocó, "La leyenda de Carl Schmitt", era demasiado, incluso para una persona tan amistosa como él.
P. S. ¿Alguien que no sea Alain de Benoist se atrevería en Francia a pedirle a Zarka que abandonara su miserable modo de explotación de los pecados del prójimo?
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