jueves, 26 de mayo de 2011

De Gandía a Valencia

"Pierdo mi tiempo y gano mi espacio" es una reflexión de Carl Schmitt que siempre he recordado en mis luengos viajes en autobús: desde las 23 horas del Buenos Aires-Santiago de Chile de diciembre de 2006 (inolvidable el paso de la frontera en los Andes), hasta las 11 horas gastadas hace unos días para alcanzar Pamplona desde Cartagena.

Comparado con el tren, que sigue siendo una democracia con pujos intelectuales y aristocráticos, como hubiese querido ser la II República, el autobús es una democracia populista: chavismo, melting pot y clases pasivas. Pero me gusta viajar en autobús, quiero aclararlo: como solía decir Heidegger para explicar lo suyo, ich komme [auch] aus Bauern!

El sentimiento de pérdida se atenúa en estos viajes con un libro en las manos. El último de los míos ha sido la ocasión para leer Hasta la cumbre, del sacerdote Pablo Domínguez Prieto, y Caudillos y constituciones, del jurista político argentino Alberto González Arzac.

Hasta la cumbre es la predicación de unos ejercicios espirituales para las monjas del monasterio cisterciense de Tulebras (Navarra). Es un libro de esperanza con una dura y hermosa lección para un cristiano. Hay en él dos comentarios profanos en los que me detuve entre Gandía y Valencia. Revelan un carácter.

"No siempre uno cae bien" es el primero. Cada uno tiene su humor. Qué se le va a hacer. Así se retrata el autor cuando describe la estupefacción de una comunidad al preguntarle a la hermana que se preparaba para ir de misión a los Grandes Lagos: "¿Quieres la bendición o la unción?". No creo que fuera un desprecio a la vida como creyeron las religiosas, ni siquiera una humorada; sólo humor, buen humor. La cruz de esta moneda se encuentra páginas arriba, cuando el autor retrata con sencillez el carácter de Julián Marías, a quien conocía personalmente: tenía "poco sentido del humor". "Si le decías una cosa en broma te miraba con extrañeza y más valía andarse con tiento" (p. 79). Yo también le conocía, pero por sus libros, más que por sus memorias, que también leí. El autor de Antropología metafísica, es verdad, siempre me pareció un señor demasiado serio, aunque sin llegar a grave. La densidad de página, que tanto encarecía el filósofo madrileño, incluía también una caracteriología. Vaya.

De Teruel a Monreal del Campo

Gonzalez Arzac es un realista político. No tiene el complejo del liberal. Tampoco el del constitucionalista. En su libro Caudillos y constituciones, que me envía Leopoldo Frenkel desde Mar del Plata, se reivindica la singularidad de la historia constitucional de cada nación. La de Argentina, hasta la imitación del modelo constitucional norteamericano en la carta de 1853 (buen ejemplo de lo que Fernández-Carvajal llamó pseudomorfismo constitucional), es una historia de caudillos provinciales que dan (otorgan) su constitución a la región de la que son carismáticos representantes.

Caudillo, dictador, tirano, fundador, padre de la patria mientan la misma cosa política. Según, naturalmente, las circunstancias. El tirano, lo explicaba muy bien Miglio, no es el déspota del que habla Montesquieu.

Repasa González Arzac el "pensamiento constitucional" de próceres argentinos como Juan Manuel de Rosas, que a mi me parece el más admirable de todos. Pero el asunto da para mucho. Ahí está Idées constitutionnelles du Général De Gaulle, de Jean Louis Debré, un tomazo de 1974 que visité la semana pasada. Por qué no unas Ideas constitucionales del General Franco. A fin de cuentas, como decía Gracián que exclamaba Felipe II al contemplar la efigie de su agüelo Fernando El Católico: A ese se lo debemos todo.

viernes, 20 de mayo de 2011

Cita con la revolución inencontrable

España, país al que Franco dió hábito de Estado, no se termina de acostumbrar a someterse a la ley. Cualquier ignorante gentilhombre se encomienda al Padre Mariana y reclama del cielo su derecho a sublevarse contra la tiranía, ahora llamada "El sistema". Son estos cafres políticos los mismos que asesinaban presidentes del Consejo de ministros en un país sin pulso. Los mismos que no dejaron gobernar a Maura. Los mismos que violaron una constitución de tramoya en los años 30. Los mismos que, últimamente, se indignan con gran afectación.

La aglomeración humana de Sol no merecería más atención de no ser la política la gran provincia de las apariencias. Si aparentar en política es como ser, entonces merece la pena discurrir sobre lo que allí sucede. Pero desde el punto de vista de Sirio, lejos del cretisnimo político de la derecha y del oportunismo de la izquierda.

El mensaje de Sol, perfectamente idiota, se aclara recordando el examen de urgencia que Raymond Aron hizo del mayo francés en su libro La révolution introuvable. La izquierda sin norte se agitó entonces estérilmente, refugiándose en lo que los franceses llaman contestation, un término que tiene fácil transliteración pero muy difícil traducción. La contestation, decía Aron, es el resultado de la "contradicción entre la aspiración al absoluto y el rechazo de lo trascendente". Así salen de la historia las religiones seculares.

Aron sonríe melancólico, "sin ilusión, sin pesimismo". Y yo me dispongo ahora a releer un ensayo deliciosamente irónico de Julien Freund: Le pouvoir est il révolutionnaire ou réactionnaire? El poder, ay, dice ahí, es el poder.

lunes, 16 de mayo de 2011

Elecciones

Como no sea sub specie aeternitatis, no me interesan ni estas ni otras elecciones; no por arrogancia intelectual, sino por melancolía, pasión que uno no elige. A fin de cuentas, no hay victoria electoral que no se vuelva derrota a la vuelta de unos años.

Entonces, la pregunta política por excelencia, en el magín del ciudadano consciente, no ha de ser Quién debe mandar, sino Qué hará el gobierno. Y para encontrar la respuesta a esa cuestión no sirven de nada elecciones ni referendos. 

Occidente se ha quedado atascado en el nominalismo político de los eternos aspirantes al poder, pues sólo a estos les interesa, lógicamente, que respondamos con urgencia a su pregunta sobre quién ocupará la cosa, si ellos o los otros.

La felicidad

[La misma respuesta, evocando el 31 de marzo de 1939, se la daba una señora de Albacete al preguntón de Don Pedro Laín. Eran los años 50.]

Quién lo diría.
La felicidad del 22 de mayo:
se acaban de marchar los unos y todavía no han llegado los otros.

Memoria senil

Sucedía unos años atrás y es un buen ejemplo de lo que Aquilino Duque llama la "memoria senil". El problema de la Ley de la Memoria histórica es que tiene su razón de ser y su explicación. También fuera del Parlamento: en el estrato más profundo de nuestra vida colectiva, el de lo prepolítico.

El escritor Martin Mosebach, Premio Georg Büchner en 2007, paseaba por Düsseldorf. En la orilla del río, envidiable para un español como todos esos grandes ríos navegables europeos, un barco turístico acoge a un grupo de jubilados que poco antes han descendido de un autobús con todas las comodidades. A bordo, la gran mayoría se solaza con el baile de "Los pajaritos".

Mosebach, que los reconoce españoles, exclama con muy mala uva: "Hace 50 años todos estos viejos cantaban ¡viva la muerte!"

martes, 10 de mayo de 2011

Fijación

Para fijaciones, la del prolífico Raymond Aron contra la poesía.

La Ciencia política tiene como misión, decía en uno de sus libros, "despoetizar los regímenes". Más tarde, en sus Memorias, precisaba todavía más la tarea: "pasar de la poesía ideológica a la realidad literal".

Vaya profesión la del politólogo, tan prosaica en apariencia.

lunes, 9 de mayo de 2011

Maestros, socráticos y ágrafos

[En un ameno correo que me aconseja los pintxos de Letyana, me confía un amigo, además, este presentimiento: "Mucho me temo que seré recordado en el futuro como uno de los raros intelectuales ágrafos de la Universidad española de nuestros días".]

Ahora pienso que, en la Universidad española, maestros, socráticos y ágrafos le han dado forma, durante mucho tiempo, a un arquetipo único. Lo que no quiere decir, que quede claro, que todos los maestros sean socráticos y ágrafos. Los ha habido y los hay también grafómanos y, aunque en menor proporción, también polígrafos.

Tiene nuestra Universidad grandes ágrafos. En los sectores de mi curiosidad tengo catalogados, con un sucinto anecdotario, a tres de ellos: el maestro Manuel Pedroso, catedrático de Derecho político en Sevilla hasta el exilio republicano, y su sucesor, en la misma sede, Ignacio María de Lojendio, y Antonio de Luna, catedrático de Derecho Internacional en la Central. La obra de estos universitarios ha sido su cátedra. Que nadie la busque en los repertorios bibliográficos de su especialidad. La conversación con los discípulos; incluso su mera presencia, esporádica, en su mesa de trabajo o en la biblioteca es lo que se recuerda de ellos.

El correo de mi buen amigo, profesor en una Universidad privada, me hace caer en la cuenta de que este arquetipo, sociológico, pero también moral, ha sido proscrito en el alma mater, laminado con saña por las últimas reformas. Pues la carrera administrativa de un profesor depende imperativamente hoy de publicar e investigar mucho, aunque no se sepa por qué ni para qué.

El verdadero mérito lo tienen hoy aquellos colegas que apenas se prodigan; idealmente y a fortiori los profesores inéditos. En ellos hay que confiar para resucitar la Universidad cuando caduque el papanatismo y pase con él toda esta inflación de revistas, prestigios, refereers e índices de impacto.

sábado, 7 de mayo de 2011

Amigos, enemigos y compañeros de departamento

A una buena amiga de la Universidad de Murcia, que me escribe y me cuenta su azoramiento por la invitacion recibida a participar en una mesa redonda, en Sevilla, junto a dos catedráticos de su ramo, le contesto:

No te quites mérito, E., que para eso ya están los compañeros de Departamento.

Aquel Islam del siglo XX

Jules Monnerot publicó en 1949 un libro titulado Sociologie du communisme. Los intelectuales franceses le hicieron el mayor de los vacíos (una única recensión muy negativa publicada en L'Année Sociologique) por haberse atrevido a hacer de los comunistas, que se creían los dueños, autores y sujetos de la sociología, el objeto de ésta.

Como el Islam, el comunismo se presentó a la vez como una religión secular y como un Estado universal. Esto hizo de ambos, según razona Monnerot, un "fenómeno especialmente voraz".

Ahora se ha trastrocado el paralelismo al darle la vuelta (un periodista, un opinador profesional, ya se sabe, nunca desdeña una buena frase). Se dice  de un tiempo a esta parte que el Islam es el comunismo del siglo XXI. También que el Islam vive en plena Edad media. Algo no cuadra en esta ecuación, pues el comunismo, un despotismo futurista: koljoses más electricidad, nada tiene que ver con el medievalismo.

Supongo que sólo quienes piensen que en en el medievo llovía todo el rato y que fue una época especialmente inhóspita para la razón, aceptarán como verdad inconcusa esa mentira tan divulgada de que el Islam se quedó en la Edad media. Ojalá se hubiese quedado retenido el Islam en los siglos en que florecieron las Universidades y se salvó el logos en los escritorios monacales. Ojalá. Qué hermosura visitar entonces el Yemen.

El problema del Islam no es su medievalismo, que nunca lo conoció. La tragedia para Occidente es su combinación elemental de despotismo antiguo y electricidad.

viernes, 6 de mayo de 2011

Co-herencia 13

Recibí por Pascua el número 13 de la revista colombiana Co-herencia.

La abre un pequeño ensayo de Alberto Buela sobre "El filósofo como intelectual público". Me interesa al menos para conocer quienes son los amigos del autor (él los llama "genuinos intelectuales públicos en el mundo" y una cosa no quita la otra). Entre los españoles y americanos me agrada encontrar también a algunos de mis amigos, conocidos y saludados: Fernández de la Mora, Aquilino Duque, Luis María Bandieri y González Arzac.

Pero lo que verdaderamente me reclama es un nuevo estudio de Luis Oro Tapia sobre el realismo político. A Lucho le invité a dar una conferencia en Murcia sobre la zorra y el león (siempre el realismo político) e hizo buenas migas con el romanista Jesús Burillo, que me sigue preguntado por el "Araucano".

De Oro Tapia he leído varios libros y ensayos sobre nuestro tema común, sobre el que tan difícil resulta decir algo que no sea un lugar común. En "Visión de la naturaleza humana desde el realismo político" se ocupa de Hobbes y su acertado diagnóstico de la propensión del hombre a la violencia, "corroborado por la antropología empírica", pero lo más interesante viene en la segunda parte de su artículo, pues afirma que el realismo político "tiene una concepción trágica de la naturaleza humana" y así mismo que el hombre no es un ser plenamente racional. De propina otro nombre para mi relación de realistas políticos: Herbert Butterfield.

Aunque suscribo los apuntes de Oro Tapia, veo cada vez más clara la banalidad superior de mi epigrama favorito, que me inspira Paine: el realismo político es la imaginación del desastre. Que se explica mejor por este otro, que me sopla Ferrari: al realismo político se llega por la vía del dolor.

Preguntado Julien Freund por las perspectivas históricas y políticas de Europa, respondía, parapetado en la botella de Pinot noir que compartía con Günter Maschke: Le futur! Le futur ce sont les massacres! Donoso Cortés, otro imaginativo del caos, no lo habría expresado mejor.

Filoque

Logos heracliteano y juánico,
naturaleza y convención,
voluntas y ratio,
patetismo y razón,
estatuto y contrato,
Gemeinschaft y Gesellschaft,
incluso función y órgano,
amigo-enemigo,

son dialécticas que
me parecen la disputa por un filoque
si las comparo con la movilización total del espíritu,
con la contienda trascendental entre lo espontáneo y lo difícil:
ponido y puesto
en la lengua balbuciente de mi hija.

jueves, 5 de mayo de 2011

Debú en Pamplona

[Julia, a la que nunca le ha dolido nada, ni siquiera la barriga, llegó a Pamplona cansada e irritable. Su llanto sin consuelo ha sido como una riada, pues las lágrimas han seguido corriendo días después de la gran tormenta, extinguido y olvidado ya el relampagueo en el cielo.]

Centro histórico de las ciudades, yo te saludo. Y también a vosotras: iglesias y ermitas y piedras venerables en general.

Hola a los museos, los jardines y los bulevares; también a los bancos públicos en medio de una calle poco transitada. Murallas. Librerías de viejo. Cafeterías, restaurantes. Cualquier cosa para cenar. Descansamos y salimos. Salud a toda esa  grata compaña del visitante. Y adiós; tal vez hasta luego.

No os echo ya de menos. Me interesa ahora saber cómo se llega a un hospital y por donde he de guiar mi coche, en la madrugada, hacia una farmacia abierta.

martes, 3 de mayo de 2011

Esquimales

Los pueblos del Ártico han saltado, en apenas una generación, del neolítico al siglo XXI.

Qué pena dan los inuit. Se han perdido la Edad Media.