Sucedía unos años atrás y es un buen ejemplo de lo que Aquilino Duque llama la "memoria senil". El problema de la Ley de la Memoria histórica es que tiene su razón de ser y su explicación. También fuera del Parlamento: en el estrato más profundo de nuestra vida colectiva, el de lo prepolítico.
El escritor Martin Mosebach, Premio Georg Büchner en 2007, paseaba por Düsseldorf. En la orilla del río, envidiable para un español como todos esos grandes ríos navegables europeos, un barco turístico acoge a un grupo de jubilados que poco antes han descendido de un autobús con todas las comodidades. A bordo, la gran mayoría se solaza con el baile de "Los pajaritos".
Mosebach, que los reconoce españoles, exclama con muy mala uva: "Hace 50 años todos estos viejos cantaban ¡viva la muerte!"
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