España, país al que Franco dió hábito de Estado, no se termina de acostumbrar a someterse a la ley. Cualquier ignorante gentilhombre se encomienda al Padre Mariana y reclama del cielo su derecho a sublevarse contra la tiranía, ahora llamada "El sistema". Son estos cafres políticos los mismos que asesinaban presidentes del Consejo de ministros en un país sin pulso. Los mismos que no dejaron gobernar a Maura. Los mismos que violaron una constitución de tramoya en los años 30. Los mismos que, últimamente, se indignan con gran afectación.
La aglomeración humana de Sol no merecería más atención de no ser la política la gran provincia de las apariencias. Si aparentar en política es como ser, entonces merece la pena discurrir sobre lo que allí sucede. Pero desde el punto de vista de Sirio, lejos del cretisnimo político de la derecha y del oportunismo de la izquierda.
El mensaje de Sol, perfectamente idiota, se aclara recordando el examen de urgencia que Raymond Aron hizo del mayo francés en su libro La révolution introuvable. La izquierda sin norte se agitó entonces estérilmente, refugiándose en lo que los franceses llaman contestation, un término que tiene fácil transliteración pero muy difícil traducción. La contestation, decía Aron, es el resultado de la "contradicción entre la aspiración al absoluto y el rechazo de lo trascendente". Así salen de la historia las religiones seculares.
Aron sonríe melancólico, "sin ilusión, sin pesimismo". Y yo me dispongo ahora a releer un ensayo deliciosamente irónico de Julien Freund: Le pouvoir est il révolutionnaire ou réactionnaire? El poder, ay, dice ahí, es el poder.
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