Como no sea sub specie aeternitatis, no me interesan ni estas ni otras elecciones; no por arrogancia intelectual, sino por melancolía, pasión que uno no elige. A fin de cuentas, no hay victoria electoral que no se vuelva derrota a la vuelta de unos años.
Entonces, la pregunta política por excelencia, en el magín del ciudadano consciente, no ha de ser Quién debe mandar, sino Qué hará el gobierno. Y para encontrar la respuesta a esa cuestión no sirven de nada elecciones ni referendos.
Entonces, la pregunta política por excelencia, en el magín del ciudadano consciente, no ha de ser Quién debe mandar, sino Qué hará el gobierno. Y para encontrar la respuesta a esa cuestión no sirven de nada elecciones ni referendos.
Occidente se ha quedado atascado en el nominalismo político de los eternos aspirantes al poder, pues sólo a estos les interesa, lógicamente, que respondamos con urgencia a su pregunta sobre quién ocupará la cosa, si ellos o los otros.
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