miércoles, 2 de mayo de 2018

Apócrifo schmittiano en español (Carl Schmitt escritor de dietarios)

Miércoles, 3.5.201…

He dormido mal, pero me levanto bien. Mortalmente cansado, anoche tuve tiempo de hablar con uno de los consejeros del príncipe Shang-Yang, siglo IV antes de Cristo. Le digo que anticipa mi doctrina decisionista y lo acepta de buen grado, como Bodino y Hobbes. El chino es otro de los ángeles custodios que me acompaña en mi celda. Pienso en Donoso Cortés y las anotaciones manuscritas de su puño y letra en los tratados sobre la sífilis. Las encontró GM en su biblioteca de Don Benito a principios de los años 90. Ahora deben estar transferidas a un archivo madrileño. Me duele la espalda ­­­­–como toda la semana–, pero soy optimista. Hoy me dolerá menos o no me dolerá. Temo que el dolor cambie de lado o se pase a los brazos. Angustia. Pródromo de un dolor miserere. Me noto los riñones. Cólico. Tal vez gases. Noticias del Montiel en lacónico electrograma de DN que llega muchas semanas después: “Formidable tu edición”. Comimos con él en Gobolem varios condiscípulos. No hace mucho. Nadie me llama en San Casciano. Todos se han olvidado de mí. Escribo con una camiseta muy gastada, antes de coger el coche para ir a la facultad, unas líneas de mis memorias, que ya tienen título desde hace unos meses. La casa de los artistas. Notas para literaturizar de cantantes de la época que todavía no han muerto. Me alegro. Besamos la muerte (con Gómez de la Serna) en la clase de prácticas. 90 minutos exactos de aburrimiento con don José Larraz. En la clase de al lado, un profesor nuevo que escribe libros sobre Girard y debería escribir otros sobre Maurras, "el mejor orador de Murcia" según el neobarroco JSC, arranca aplausos y hasta dos o tres "¡Vivas!" consecutivos a sus alumnos. Compré las memorias de Larraz, magníficamente editadas, en la liquidación de la Academia. Buenas, como la edición de Castiella en la misma colección. Las de Marcelino Oreja me gustan menos. Su revisionismo histórico es brutal al presentar a Franco haciéndose cortar el pelo. El correo viene bien, por cierto. No hay facturas a la vista. Promesas. La esencia de lo político ya está impresa, pero una partida de mamelucos la debe haber interceptado en las fiestas de la comunidad de Madrid. Traducciones. Ediciones Encuentro. Dykinson. Isabor. La autobiografía de Pareto, en correo de superficie desde Japón, no llega. Se encuentra retenida tal vez por los aduaneros de una dictadura populista, enemiga de la circulación de las elites en general y de este libro memorialista en particular. Una botella estupenda de un monastrell-garnacha de la denominación de origen Valencia. La peste del lenguaje administrativo. Y y yo hemos jurados fidelidad al jumilla. Llega la devolución de Hacienda. Casi 70 leuros (en andaluz) por Franco y sus valedores. Espero el diligente suplido de la biblioteca universitaria, en donde quedará depositado ese libro lleno de lugares comunes antifranquistas editado en Cuba en el 46 o en el 47. Después de comer tomo notas para una reseña de los Tagebücher 1925 bis 1929 que adeudo dos o tres meses. Por cierto, ¿existe todavía el premio “La Sonrisa Vertical”? Con 18 años, apartado de la Iglesia, hubiera dudado si leerlos es materia grave de confesión. Hoy no tengo duda al respecto. La bibliotecaria de mi pueblo, doña Esperanza Castillo, prócer de la Sección Femenina, vigilaba nuestras lecturas y cuidaba de nuestra moral de catecúmenos en mayo. ¿Que se hizo del informe Hite? Bajo siete llaves en el sepulcro del Cid lo puso ella. Ahí pongo yo también estos diarios, confiando al secreto la integridad moral de mi familia. Podría escribir que me he visto con la señorita Lizki, con Magda, por razones estrictamente académicas, pero no iba a colar. Prefiero no exponerme a una tentación tan inútil. Incapacidad patológica para mentir. Después de todo, Magada es una “pobre chica que ni de lejos se puede comparar con Duschka” ¿De dónde sacaba tiempo Herr Professor Schmitt para escribir en 1927 Der Begriff des Politischen? Todo el día en los trenes, girovagando de Bonn a Düsseldorf, a Colonia, a Berlín, examinando, en habitaciones de hotel, leyendo Disertaciones y Habilitaciones, paseando al perro, costeando la clínica que trata a su mujer serbia de tuberculosis (Ánima es “de una serbianidad sobrecogedora”), con reuma , sin poder dormir, con una amante (fija) a la que ve mañana y tarde, 24 horas homme à femmes, escribiendo diarios compulsivamente en los que busca la explicación de su propio caso (el de su inmoralidad y el de su infelicidad) y que en los intermedios corrobora con las notas que toma en las hojas de dos calendarios de mesa. La pulsión de muerte. Se alegra de tener un revolver para acabar con todo, cuando le venga bien, un día de estos… Cena con amigos. Sehr nett unterhalten über kommenden Putsch.