sábado, 30 de abril de 2011

Minorías organizadas

Decía Spengler que en las horas decisivas de una civilización un pelotón de soldados será su salvador. 

Me parece, como tantas otras suyas, una afirmación problemática, pues no resiste la confrontación con los hechos. La historia, así, no deja de ser un paisaje de ruinas al que el valor, el heroísmo y también la santidad le prestan una gracia especial. Aunque esta no sea apreciada ante el tribunal de la historia, lo será sin duda en la Última e Inapelable instancia. Para Dios no hay ni héroes ni santos anónimos, según el lema de la Guerra civil.

En mi opinión, la predilección por lo castrense y su influencia en la acción historia, decisivos en el pensamiento de Spengler, no aclaran, antes enturbian, los aspectos trascendentales de todo cambio histórico. Este es siempre el resultado de la intervención de una minoría organizada. Y pocos grupos humanos tienen la simple y suprema eficacia de un pelotón de asalto.

Por eso tiene razón Raymondo Aron cuando en Les guerres en chaîne, de 1951, afirmaba que los 185 muertos de Trafalgar tal vez rindieron mayores servicios a su patria que los 800.000 muertos de la Gran Guerra.

viernes, 29 de abril de 2011

La labor como hábito

He visto muchas veces las manos toscas de mi padre operar los injertos de los frutales de hueso, en chapa o en escudo, con una precisión de orfebre. Parece sencillo, pero no lo es. Lo veo sentado a horcajadas sobre el leve caballón seccionando las mejores yemas. No sé si un cirujano tendría mejor pulso. Hendida la corteza del tallo vivo, transfiere delicadamente la chapa, quedando la protuberancia, finalmente, reatada con una cinta de plástico transparente. De sus centenares de injertos los únicos que se han perdido han sido los que yo, a sus espaldas, he manipulado cuando niño.

Pero no le pidas que le saque a su nieta la magdalena del envoltorio. Las costuras del celofán son para él casi inexpugnables.

Es el milagro de las segundas naturalezas, el habitus, que tanto tiene que ver con lo que Hannah Arendt llama labor en su libro sobre La acción humana, o con las meditaciones de Josef Pieper sobre el trabajo del hombre en El ocio y la vida intelectual. La ascética protestante del trabajo como vocación (Beruf) y su ritualización mundana conducen ya a otra cosa: a la proletarización de toda labor, a la transformación de esta en mera profesión o dedicación superficial.

jueves, 28 de abril de 2011

Injertos

Nos han prometido que dentro de un mes terminarán  las reformas de nuestra casa. Las obras han sido la situación de necesidad que nos obligó a trasladar los libros y otros enseres dóméticos a un polígono industrial.

Cuando los guardaba de uno en uno apareció El conde Lucanor, el primer libro que recuerdo haber comprado. La edición, la verdad, era deficiente y más bien disuasoria, pues su letra apelmazada y minúscula invitaba a rehuir el encuentro. Me costó 150 pesetas en la librería del Corte Inglés o lo que entonces yo, que nunca había salido de mi pueblo, suponía que era una librería. Puede ser que lo comprara para olvidarme del susto que pasé examinándome de mecanografía y taquigrafía, disciplinas menestrales hoy decadentes que a mi madre tal vez le parecían la formación óptima para el propietario de una Olivetti Lettera 32. Costaba muy poco en 1981 hacerse un hombre de provecho.

El caso es que, en el trance de separarme medio año de unos libros con tanto gozo y esfuerzo reunidos, el reencuentro con aquel viejo amigo me refrescó las dudas sobre los caminos que nos conducen a unos libros y nos apartan de otros.  Me pregunté también por qué llegamos tan pronto a unos libros, casualidad preñada de consecuencias.

¿Cómo se empieza entonces una biblioteca? ¿Cuando? ¿Para qué? Tal vez a estas preguntas sólo pueden responder aquellos que se ha visto privados de sus libros, voluntariamente o no, pues estos han tenido que empezar de nuevo. También saben algo del asunto quienes embarcan sus libros en el camión de la mudanza, porque en ese momento se dan unas condiciones experimentales perfectamente controlables: ¿con qué libro regresará el lector a su casa después de pagar a los mozos del guardamuebles y pasarse por la librería? ¿Por qué habrá comprado precisamente ese, que será, ceteris paribus, el primero?

El día de la mudanza no comprendí el designio que se esconde detrás de los dos primeros libros que entraron en nuestro domicilio provisional: Luz del mundo, de Benedicto XVI y Alma minha gentil, una antología general de la poesía portuguesa. Apenas empiezo a vislumbrarlo ahora, cuando esos injertos ya han sobrevivido al invierno y prometen tan buenos frutos.

miércoles, 27 de abril de 2011

Sartre en epítome

Sarte me aburría profundamente en las tardes de instituto. Tanto que casi me aficionó al baloncesto. Las canastas de Martín y Sabonis a media tarde por la televisión -la hora de los partidos era entonces institución sagrada y no existía la dictadura del share y las audiencias- eran mucho mejor que el existencialismo, aquella perogrullada.

Raymond Aron, en la última página de Polémiques (Gallimard 1955), dejó resumido lo que tal vez sobrevivirá de su petit camarade: una interminable especulación sobre el proletariado.

Escribe Aron:

En Francia, Malraux era el intelectual que ayer mismo simbolizaba la Revolución: combatiente en China y en España y autor de La Condition humaine o L'Espoir. Ahora la acción revolucionaria de Sartre se agota en las interminables especulaciones sobre el proletariado. Como dice Marx, todo acontecimiento se vive dos veces, una como tragedia y otra como comedia.

Creo que puedo seguir alegrándome, ahora también con el argumento de autoridad, de no haber perdido el tiempo con esa jerigonza francomarxista de Sartre y tal vez se lo deba a un Real Madrid-TDK de Moscú. En la selectividad, además, nos preguntaron Santo Tomás.

martes, 26 de abril de 2011

La vía del dolor

Resulta que Han-Fei-ze, un noble chino del siglo III antes de Cristo, estuvo tocado de un genio político superior. Su obra, recogida en El Tao del Príncipe, que acabo de recibir en un traducción francesa íntegra, proporciona el catálogo más alucinante de la abyección humana. Dice el traductor y comentarista que a su lado, la Historia universal de la infamia de Borges es una colección de cuentos para niños.

El subtítulo de la edición francesa es "La estrategia de la dominación absoluta". La traducción alemana, más comedida, se queda en un título canónico: El arte del gobierno. Existe una traducción muy breve y parcial al español que no merece la pena, fundamentalmente porque los introductores consiguen darle a este Maquiavelo chino un aire de Peces Barba, venenoso y santurrón, que no tiene nada que ver con aquel entomólogo de la condición política del ser humano.

En el capítulo tercero, "Peligros del discurso", advierte a los consejeros de príncipes de que raramente se encontrará un gobernante que se deje aconsejar. Ni siquiera uno sabio y propicio.

El catálogo de las crueldades sufridas por estos consejeros, sabios pero ingenuos al mismo tiempo, es espantoso. Uno fue asado, otro salado y puesta su carne a secar. A un tercero le arrancaron el corazón. A un cuarto le pusieron a marinar en salmuera. Pero los hubo también vendidos como esclavos, exiliados o arrojados a un río. A algunos se les amputaron los pies y a otros les arrancaron las costillas. Todos vienen identificados por su nombre.

El propio Han-Fei-ze, traicionado por un condiscípulo, fue hecho prisionerio por el príncipe de un reino rival, admirador, por cierto, de su disciplina política, que pretendía aplicar en sus Estados. La vía del dolor, recorrida por todos aquellos en los que alguna vez prendió una chispa de inteligencia política, terminó en el suicidio.

Llegó también, junto al Tao del Príncipe, un ejemplar de Polémiques, de Raymond Aron, en el que hay algunos artículos de interés para mi estudio sobre las religiones seculares. Este es el RA que más me interesa: el de la conversión a la política realista, que empieza en 1932 y culminará durante la II Guerra mundial.

En la librería de un centro comercial me compro Poesía para niños de 4 a 120 años. Lo había tenido en mis manos en otras ocasiones, pero hoy ya no lo he soltado.

sábado, 23 de abril de 2011

La imaginación del desastre

La tiene sin duda GM.

Entrevistado recientemente por C.-T. Weick para la Junge Freiheit de Berlín (nº 15, abril de 2011) sobre la política en Libia (Mißglückte Interventionspolitik), afirma que la política intervencionista que ha llevado la guerra a la Cirenaica es una intervención malhadada en la que se vienen acumulando los problemas. ¿Quién ha pensado qué se hará después de esta guerra si todavía no se sabe qué hacer en Kósovo, en Afganistán, en Iraq...?

Además, no nos concierne la política interior de Libia. Irrebatible.

viernes, 22 de abril de 2011

La grey

Hacía una tarde desapacible. Viento y lluvia mezclados en aleación.

Después de los Santos Oficios se ha cumplido lo profetizado por Isaías, pues a la salida de la parroquia, en la plaza mayor del pueblo, todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino, y la grey se ha dispersado.

jueves, 21 de abril de 2011

Ex Aequo

En La decadencia de Occidente citaba Spengler al caudillo argentino Juan Manuel de Rosas como ejemplo de carácter fuerte y político superior. Rosas, el argentino más importante del siglo XIX, había nacido español, de modo que la suya es una gloria ex aequo.

miércoles, 20 de abril de 2011

Dos libros

Ayer recogí de la estafeta dos libros.

* * *

Uno de Alberto González Arzac, Arturo E. Sampay y la Constitución de 1949 (Quinqué, Buenos Aires 2009). Me lo envía LP desde Mar del Plata, ciudad que visité hace unos años y en la que con mucho rostro y más gracia, mi amigo NM, consiguió que pernoctáramos de lujo en una residencia de oficiales de la armada. En el libro de González Arzac se reconoce al estudioso de la obra política y jurídica de Sampay, pero también al adicto a la persona. Aficiones que, desde luego, puedo comprender.

Sampay, del linaje del realismo político, sufrió el exilio y conoció la abrogación de su constitución, en la que tanto empeño puso. De Gaulle, al parecer, le dijo a sus consejeros que quería para Francia una constitución como esa. De qué enrevesadas formas comparece el complejo de la Maliche.

Me entero del por qué de una traducción boliviana del estudio de CS sobre la situación de la ciencia jurídica europea en los años 50. También de que su articulación técnica de las expropiaciones y las nacionalizaciones del petróleo y la minería, recogida en el artículo 40 de la constitución de 1949, inspiró idéntica solución en la constitución frentepopulista del Chile de Allende y, más recientemente, en la ofesiva constitucional contra el coloniaje de Hugo Chávez y Evo Morales.

* * *

El otro me lo envía GM y es un amplio estudio sobre las relaciones angloalemanas entre 1933 y 1939: Dietrich Aigner, Das Ringen um England (Bechtle, Múnich/Esslingen 1969).

En La lucha por Inglaterra se da cuenta de las relaciones del nacionalsocialismo con Inglaterra (en el pensamiento de Hitler, en la prensa, etc.), de la actitud de Inglaterra hacia el nacionalsocialismo alemán y finalmente de los movimientos de la opinión pública alemana e inglesa en la prensa de los años 1933 a 1939.

El libro arranca con las opiniones expresadas en 1935 por Stalin y Hitler a Anthony Eden y Lord Rothermere respectivamente. Stalin le dijo a Eden que "el Imperio británico es un elemento fundamental de la paz y la estabilidad en el mundo". Hitler, por su parte, le endosó a Rothermere, que "la seguridad del Imperio británico es del máximo interés para la raza blanca". Está claro que los dos odiaban a Inglaterra.

lunes, 18 de abril de 2011

Proa a lo azul

No los conocía. Ni Cantatas de mi mochila, el último y póstumo de los suyos, ni Cok-Tail, el primer libro de Rafael García Serrano. Las Cantatas son el cuarto volumen de una tetralogía navarra en la que descuella La violencia y el orden, de Álvaro d'Ors (ayer, de camino al Iruña por Carlos III con MH y JA, conocí a una de sus hijas menores). Cok-Tail es un poemario, muy fuera de lugar ya en 1934, escrito al alimón con su amigo José María Pérez Salazar.

Los poetas se presentaban como "Caballeros de la Orden del Lebrel blanco", impulsada por el periodista Eladio Esparza, zumbón, deslenguado y autor en 1930 de una novela titulada La dama del lebrel blanco. Hay un prólogo de Fernando Romero y un epílogo del mismo Esparza. Algunas viñetas de Ángel Rodríguez Ginés. Lástima que el ejemplar que me dejan leer no tenga las cubiertas originales.

García Serrano antes de García Serrano se estrella una y otra vez contra el azul:

"Palpita la noche en azul" (Claro de luna);"Tíos vivos azules" (La verbena de la luna); "Beso la sombra / del impalpable azul" (Ensueño); "El lago temblón, azulino" (El suicidio del amor). 

García Serrano antes de García Serrano protesta contra el progreso:

"Mira cómo se escapa la tarde. / Huye de la ciudad, triste y viciosa. / -Antes, en la noche, había murciélagos; / hoy, al compás de la civilización, / salen rameras.-" (Huida).

Y quiere escribir como Machado:

"Monotonía de la disciplina escolar" (Recuerdo).

A Húder Ansa, "eterno bebedor de ilusiones" y motorista de la diputación navarra, fusilado en el 36, le dedica un poema premonitorio: "Cementerio de los vientos".

Pero el libro es una fuente de sorpresas. Cuando me repongo del poema que le dedica al rapsoda malagueño José González Marín, ardid para que incluya Cok-Tail en su repertorio ("José González Marín: / Tienes nombre de romance, / esensias de soleá / y toa el alma en el cante"), asoma el epílogo de Esparza, en el que les echa un cubo de "m. molida" a los dos autores, sin duda lo mejor de todo este galimatías:

"¿Por qué no Ajos de Corella? ¿Qué significa esa peste agria del Cok-tail en un libro de versos castellanos?

Si Esparza les perdona es porque todavía no se han decidido a pintarse los labios y las uñas.  Y se despide cortante: "creo que no es posible dar más extensa amplitud al elogio".

viernes, 15 de abril de 2011

Contradictio in terminis

[En la reunión de trabajo semestral de nuestro grupo de investigación (Religion y política) ha intervenido esta mañana, muy oportunamente, una profesora de Derecho eclesiástico del Estado de la UB. Discurría sobre las argumentaciones del Tribunal supremo norteamericano acerca de la  plena compatibilidad entre la prohibición legal de la eutanasia y el suicidio asistido y el espíritu de la constitución. Sin entrar en consideraciones de índole religiosa, un hipotético derecho a morir contradice la tradición y los sentimientos morales de la sociedad americana, según el criterio nemine discrepante de los jueces. Sale a colación la Ley 2/2010, de 8 de abril, de Derechos y Garantías de la Dignidad de la Persona en el Proceso de la Muerte, de la Comunidad Autónoma de Andalucía.]

Qué cosa
más triste
una Ley andaluza de la muerte digna.



El arquetipo

Hitler, el hombre más progresista del siglo XX, era un visionario y un adelantado a su tiempo. Esa es la impresión que dejan las páginas de Hermann Rauschning, "antiguo jefe del Partido Nacional Socialista del Gobierno de Dantzig", según la presentación de su libro Hitler me dijo... Confidencias del Führer sobre sus planes de dominio del mundo (Atlas, Madrid 1946).

Desordenado e indolente, no podía terminar un libro, incapaz de una lectura continuada. Aún así llegó a formar una biblioteca importante. Ahí está La biblioteca del Gran dictador, aproximación de Timothy W. Ryback a las lecturas de Hitler. Claro que fijada únicamente a partir de los 1200 libros ocupados por los norteamericanos y depositados en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. ¿Qué esperarían encontrar en ellos? Sólo la ingenuidad histórica del pueblo joven, que diría Hegel, explica que se pueda librar una guerra mundial para llevarse como botín las novelas completas de Karl May.

Rauschning ya lo adelantó en 1939: al cabo austriaco se pirraba por los libros de hermosa edición y las ricas encuadernaciones. Con todo, "lo que más lee son historias de cow-boys y novelas policíacas; pero en el cajón de su mesa de noche hay también revistas ilustradas pornográficas".

Cruel, vindicativo y sentimental. Así define Rauschning la caracteriología del caudillo alemán. "Quería a sus canarios y lloraba si se le moría alguno". Era adicto a las golosinas y a las cremas batidas, que sorbía con vehemencia. 

A Hitler le gustaban los coches, amaba los perror y odiaba a los fumadores. ¿Quién negará el triunfo postmodernos de sus aficiones?

jueves, 14 de abril de 2011

Cosme de Médici no era un buenista

Paseante en el capítulo que Gaetano Mosca dedica a las "Iglesias, partidos y sectas" en sus Elementi di Scienza politica (t. I), me encuentro con un pensamiento de Cosme de Médici (Cosimo il vecchio) muy apropiado para esta época sin norte político:

Gli Stati non si governano coi paternostri.

Tan ingenuo como aquel que quisera gobernar sólo con padres nuestros, sería quien pretendiera hacerlo basándose exclusivamente en los intereses materiales y en los más bajos sentimientos del ser humano. Según Mosca, si il Cosimo hubiera vivido en 1895, no habaría dudado en reconocer también este extremo.

Sobre la fe

Hijo de un peón de los ferrocarriles franceses y de una madre muy religiosa (une femme très religieuse, membre d'un Tiers-Ordre), Julien Freund preparó el examen de ingreso en el bachillerato en un seminario católico, el de Montigny-lès-Metz. En el seminario dice que los padres dominicos que lo tenían a su cargo le tomaron ojeriza, particularmente el prefecto de disciplina, quien le sorprendía de cuando en cuando con un libro de Maritain en las manos.

Más tarde, en el medio universitario y de los aspirantes a la Escuela Normal Superior, parecía inevitable que la fe religiosa de Freund comenzara a vacilar. "Una religión como esta [la católica de sus padres] no es admisible". Empezó a buscar.

En el precioso libro que recoge sus conversaciones con el Padre Blanchet, L'aventure du politique, cuenta que acordó con un amigo protestante, a quien había hablado de su zozobra espiritual, acudir tres veces a la liturgia evangélica y, como contrapartida, este le acompañaría en otras tantas ocasiones a la misa romana. Freund cumplió su palabra, pero no el amigo, quien no quería saber nada de los católicos (je ne veux pas aller chez les papistes). Decidió entonces, desconcertado, prescindir de las iglesias y dar la espalda a sus acuciantes preguntas últimas. Freund, entonces socialista como su padre, cesó toda práctica religiosa a los 19 años, en 1940.

Después de la guerra, de nuevo en la casa de su madre, ésta se daba cuenta de su perplejidad religiosa y "sufría". El párrafo que sigue es muy hermoso, lo recoge también el Padre Blanchet en el mismo libro:

"Julien, has dejado de ir a misa", me dijo. Entonces me pidió que le hiciera una promesa: "Ten por mi el gesto de ir a misa cada domingo". ¿Qué podía hacer tratándose de mi madre? Se lo prometí y desde entonces he mantenido mi promesa. Así que poco a poco regresé a la fe. 

Ahí está una de las verdades radicales de la fe, que siendo un don gratuito exige mucha disciplina personal.

La moral perenne de ese detalle biográfico la captó Pascal (Pensées, 680): 

La coutume est notre nature. Qui s'accoutume à la foi la croi, et ne peut plus ne pas craindre l'enfer, et ne croit autre chose.

Quien es capaz de hacer de la fe un hábito, ese cree también.

Te acostumbraste
a creer lo que creías:
tienes fe.

miércoles, 13 de abril de 2011

Visitas frustradas

A Thomas Paine.

Cinco visitas frustadas. Un libro suyo no tenía ya la signatura que registra el catálogo general; otro no estaba en el sitio que debía estar; el tercero andaba prestado; cedido el cuarto en depósito para una exposición y el último, un e-book, imposible de consultar por problemas técnicos. 

Escritos políticos (Gernika, México 1992).
[Ha cambiado de dirección.]

El sendio común  y otros escritos (Tecnos, Madrid 1991).
[Salió sin avisar.]  

Derechos del hombre (Alianza, Madrid 1984).
[Avisó que llegaría tarde.]

La independencia de la Costa Firme justificada por Thomas Paine treinta años ha (Instituto Panamericano de Geografía e Historia, Caracas 1949).
[Está de viaje.]

Common sense (Bantam Dell, Nueva York 2004).
[Ahora no se puede poner. Llame dentro de unos minutos.]

Pero no son muchos los males que por bien no vengan:

[Me entretengo con un vecino que dice conocerle bien.]
Bruce Kuklick, Thomas Paine. Hants/Burlington, Ashgate 2004.

Me habla Kuklick con entusiasmo de Paine. Lo hace por cuenta de las opiniones de otros, recogidas minuciosamente en esta obra, un subgénero académico para mí desconocido: la reproducción fotográfica de varias decenas de artículos, procedentes de otros tantos collected papers, proceedings y revistas. Pero estos son mis cálculos sobre Paine: naturalizado yanqui, es decir, traidor a su patria; deísta, acaso ateo; liberal; para alguno criptocomunista. Aún así no abandonaré la lectura de un pensador que, según Oakesthott, dejó escrito que la inteligencia política está en la imaginación del desastre. No se me ocurre mejor ni más plástica definición del "realismo político". Homóloga es la que da Freund al final de L'essence du politique: ponerse siempre en lo peor para que eso no llegue. Aunque sólo sea para dar con esta cita merecerá la pena pasar otro día a verle, hasta que le encuentre en casa.

A la vuelta me encuentro con un viejo amigo:

[Se te ve muy bien. Año por año mejor. Saludos a María Jesús.]
Francisco Javier Conde, El saber político en Maquiavelo. Instituto Nacional de Estudios Jurídicos, Madrid 1948. N. B. La dedicatoria conyugal viene en la tercera página.

martes, 12 de abril de 2011

10:40 AM

Hace exactamente 50 años que el cosmonauta ruso Yuri Gagarin salía de la cápsula del Vostok I para caminar por el espacio. Era una mañana fresca en el sistema solar, arrabal de galaxia.

En su paseo sideral de casi dos horas parecía caminar con la confianza (¿en Dios? ¿en el Soviet?) de un niño en su madre, a prueba de desengaños. Braceaba también Gagarin con la insensata presencia de ánimo de quien, según el Partido, representa (¿ante Dios? ¿ante la Humanidad televidente y radiooyente?) a todo el género humano.

Hace exactamente 50 minutos que mi hija Julia, confiada como un paseante espacial, ha salido del andador de su hermana para dar su primer paso. Yolanda, que la espera al final de la hazaña de su vida, me lo telegrafía -tienes razón E.- en un SMS.

La tierra, en ese instante, le habrá parecido a mi hija que estaba envuelta en la misma delicada aureola azulienta reportada, hace medio siglo, por el informe de un héroe soviético.

Azoriniana

El verano pasado, a finales de julio, me reencontré, después de veinte años, con mi catedrático de civil, FRP. Intervenía con sus preguntas en un curso estival de la Asociación Católica de Propagandistas, celebrado en el Seminario de Monte Corbán de Santander. Había enviudado hacía algún tiempo y acusó el golpe, pero me dicen que ahora ha encontrado otras vez las fuerzas para servir a los demás. Se acordaba  vagamente de mi y me encargó llamadas y visitas a sus antiguos condiscípulos de la Universidad de Murcia, preocupado por la digna celebración del centenario de la Minerva del Segura. Vendrá bien impetrar para ello, me decía, la ayuda de la Virgen de los buenos libros.

RP, como le llamábamos, me dejó entrañado un recuerdo imborrable, pero no, lo aseguro, por el sobresaliente o tal vez la matrícula que me puso, pues como profesor de otra raza, la de los catedráticos de antes de la LOU de Maravall, premiaba a casi todo el mundo con la máxima nota.

El profesor RP, cuya vida pacífica parecía entorpecer casi todo el mundo, siempre atosigándole con prisas, nos explicó un día el minuto atropello de que fue objeto por no llevar consigo el documento nacional de identidad, sino una copia notarialmente compulsada de la infamante cartilla. Ese era, lo recuerdo, el epígrafe de una lección de su temario: así, "el infamante DNI", duro a la safena del Estado. Es lo menos que se puede esperar de un civilista.

Con mi amigo PM, jienense, ahora padre de familia, funcionario de prisiones y justo acreedor de la fama no reconocida a su abuelo como inventor de los flamenquines, le acompañé varias veces en su Ford Taurus marrón desde la Ciudad Universitaria hasta la Plaza de España (P vivía en Fuencarral y yo en la Plaza de los Mostenses).

Cada día pedía a un alumno que tomara asiento a su izquierda y apuntara todas las memorabilia de clase, pues da mucho de si, más de lo que se cree, la horita de clase, tormento del profesor enamorado de su oficio. ¿Qué apuntaría en aquellas actas un francés estudiante de marketing que se dejó caer por allí ese cuatrimestre, vanguardia de los programas Erasmus? No sabía ni papa de español.

Nos hablaba de Azorín como quien habla de un vecino de la familia y nos  había prometido uno de los sillones en los que el escritor pulía sus primores para que cualquiera de nosotros pudiera defender, algún día, una buena tesis doctoral sobre Azorín y el Derecho. Creo que el tema sigue, desgraciadamente, en barbecho. 

En una de sus clases nos contó, no recuerdo ahora si citando La voluntad, que en Yecla, ciudad vecina y rival de la suya, Monóvar, "todo el mundo se prepara". Tal vez se refería a unas oposiciones a Registros. He recordado la exclamación azoriniana, pasada por la memoria de mi catedrático de civil, al entrar hoy el primero en la Biblioteca y contemplar en silencio todas estas mesas desbordadas de libros, carpetas y papeles, entre los que zozobran los notebooks.

lunes, 11 de abril de 2011

Provocación

[Veo anunciada en Vida universitaria una conferencia de la Facultad de Teología. No importan el día ni la hora porque, de todas formas, el mensaje es imperecedero.]

Una fuente de felicidad matrimonial: el amor paciente y callado.

Algo se le podría añadir, desde luego, para adaptarlo a cada temperamento, a cada edad, pero no quitaría nada.Si acaso rectificaría la puntuación.

Toda una provocación. Una pasión que adhiero.

El librero de Atila

Regresé de Cartagena a la Ciudad del estudio, idea del saber encarnado sobre la que gira el hermoso libro de Alberto Jiménez Fraud Historia de la Universidad española. Yolanda y yo apenas hemos tenido tiempo de preparar para el traslado algunos enseres domésticos y visitar, el sábado por la tarde, las obras de nuestra casa.

Las estanterías, sencillas, funcionales y abundantes, quedarán bien, estratégicamente distribuidas por toda la casa, pero ante una montaña de escayola y cartón abandonados nos ha golpeado una impresión funesta: parecía que en nuestra ausencia, el salón había servido de marco incomparable para una representación,  en sesión doble diaria, de la caída de Roma, seguida de la orgía de los bárbaros.

Mucho peor de lo que cuentan los periódicos debe estar la construcción cuando Atila y  sus muchachos, los hunos, se alquilan para estos trabajos: la ejecución de "vitrinas", según la terminología del caporal... Se olvida uno a veces de que las representaciones del libro son muchas y curiosas, dependiendo de cada natural o ingenio. La de mi operario, por lo demás, no me parece peor ni más nociva que la de ciertos directores de la Biblioteca Nacional de España.

Si un libro es algo que debe conservarse en "vitrinas", aunque no se lea, incluso si se lee, es que se le tiene por una bella tonta. Tal vez nuestro hombre piensa que el libro es, por vistoso,  lo inútil y superfluo.

O puede ser también, no me atrevería a negarlo, que en el alma del oficial de nuestra obra aliente la vocación de un conservador de museos, archivos y bibliotecas. Si así fuera, nos consolaría saber, después de tantos sinsabores, que un día tuvimos arrendados los servicios del librero de Atila.

sábado, 9 de abril de 2011

Magister ex lectione

A un lector ávido:

Lector,
de quién
no serás tú discípulo.

viernes, 8 de abril de 2011

Viajero estable

Me sugiere DN otro nombre para mi genealogía de los realistas políticos: John Gray. 

La noticia me ha encontrado desprevenido y ha cancelado mis jornadas por los reinos del norte de la India, exactamente en el punto en el que el príncipe Chandragupta (Sandrocoto para los historiadores griegos), entonces un niño, veía pasar un día a Alejandro Magno. Todavía no le había adiestrado en el arte político el espantable general Kautilya, de quien decía Max Weber que Maquiavelo, a su lado, resultaba totalmente inofensivo.

Pero Gray y yo no somos espíritus congeniales. Muchos mayores son mis afinidades, en cambio, con Oakeshott, en cuya obra me instalé anoche como viajero estable. A la espera de agenciarme su Racionalismo político y otros ensayos (FCE, México 2000), me sobra con la vislumbre desencantada de la política que me sobresalta en La política de la fe y la política del escepticismo:

Una llanura oscura
sacudida por alarmas confusas de combate y fuga,
donde ejércitos ignorantes se enfrentan por la noche.

Angustiada evocación de la que habría gustado el general prusiano Scharnhorst, para quien el arte de gobernar era una

Katzbalgerei,

una riña de gatos en un terrario, exasperante y sin objeto.

De la opinión de Scharnhorst lo único que me sorprendre es que lo diga un hombre cuyo abrigo olía  al azufre de los artilleros; él, que había visto de todo en el campo del honor.

Sin llegar a estos extremos de la desazón (¡ay, la condición humana!), me gusta también esta representación de la actividad política:

In political activity, then, men sail a boundless and bottomless sea; there is neither harbour for shelter nor floor for anchorage, neither starting-place nor appointes destination. The enterprise is to keep afloat on an even keel; the sea is both friend and enemy; and the seamanship consists in using the resources of a traditional manner of behaviour in order to make a friend of every hostile occasion,

un mar sin orillas y sin fondo.

[De MO, Rationalism in politics and other essays. Londres, Methuen & Co. Ltd. 1962, p. 127, primera edición, por cierto, que mantendré a la vista los próximos días.]

Britain rules the waves

No me puedo resistir a este díptico improvisado sobre la potencia talasocrática:

Política
en un mar
sin orillas.

Política:
embajadas
de altamar.



jueves, 7 de abril de 2011

Salgan sin avisar

[El libro de Dalmacio Negro sobre El hombre nuevo, que hoy he empezado a leer por última vez, es un viaje a los fondos del alma del hombre moderno y contemporáneo. Hobbes, Rousseau, Kant, Hegel, Nietzsche. Guardini, Foucault y cientos de nombres y títulos presentados, creo que no siempre con sistema, en un ensayo que además vale por una crestomatía teológica, filosófica y politica. Interrumpo la visita en esta casa tan bien ordenada y en la que, por tanto, me encuentro à mon aise, para mirar en una morada que siempre me ha resultado ajena: Michael Oakeshott. DN, con más sutileza que mano izquierda, aunque tampoco ésta le falte, me acaba de indicar la salida en una nota a pie de página: MO, The Politics of Faith and the Politics of Scepticism.]

Todos los libros nos reciben con las puertas abiertas: "Pasen sin llamar". 

Mas qué mérito puede tener, aplicado al libro, un consejo como éste, que reza también en las puertas de las agencias de viajes y las notarías  Apenas encuentro más excepción a tan generosa regla que las ediciones privadas o conmemorativas, en las que parece que no todos son bienvenidos. Y lo  señalo, que conste, con todas las reservas, pues cada uno de esos libros de factura particular, inaccesibles y por raros tan envidiados, lo que en verdad nos están diciendo es algo mucho peor: "Reservado el derecho de admisión". Pues también para ocupar un lugar en los paraísos y plateas de las ínsulas  literarias  muchos son los llamados y muy pocos y selectos los invitados.

Mejor entonces que todos esos libros, que uno tampoco desprecia pero que mira con recelo, temeroso de que nos transformen en hombres de un sólo libro, serán aquellos que nos susurran en cada página: "Salgan sin avisar".

Oración para redimir cautivos (de la ANECA)

Salí sin avisar del libro de mi maestro. Bajé a la planta 3ª (de la Biblioteca) y regresé a mi mesa, la 4090, con una traducción del estudio de Oakeshott: La política de la fe y la política del escepticismo (FCE, México 1998). Se trata de la edición póstuma de un texto mecanoscrito al que le falta una página, la 36 del capítulo V, que el editor no encontró en los papeles del muerto.

Seguramente me aprovecharé bien de él en mi trabajo, pero todavía no lo sé. Me he quedado en las primeras páginas de la introducción del editor, el Doctor Timothy Fuller, supongo, de quien sé que tiene buenos amigos o jefes poderosos en el Colorado College y la Roosevelt University. Véanse como prueba los agradecimientos a Owen, Robert, Carol, Elmer y Stuart.

El Doctor Fuller nos cuenta que nadie entre los colaboradores de Oakeshott, ni siquiera la señora Shirley Letwin, recompensada en las últimas voluntades del propio Oakeshott con carpetas y papeles con los que podía hacer "lo que juzgara conveniente", sabía de la existencia de esta obra. La ignorancia alcanzó un punto en el que "dos estudiosos conocedores de su obra, que revisaron  este manuscrito para la Yale University Press, se sorprendieron ante lo inesperado de su aparición". Lo cierto es que el misterio de esos papeles, hoy felizmente publicados, sigue en pie.

Es costumbre que los lectores y comentaristas de Oakeshott aludan a todo tipo de razones que pudieran empujar al profesor Oakeshott a no publicar no sólo este libro, sino también, al parecer, muchos otros escritos.

Tal vez se sentía insatisfecho, argumenta el Doctor Fuller. O no tenía tiempo. Quién sabe si le costaba trabajo recordar donde guardaba lo que escribía. ¿Qué diría el Doctor Fuller si un día se descrubriera que la asistenta le escondía los manuscritos? Me malicio que ni siquiera esta revelación  le mudaría el criterio a un hombre de ideas fijas como el Doctor Fuller: "Oakeshott era lo bastante ambicioso para escribir ensayos de importancia perdurable... pero no mostraba ninguna de las ambiciones características de los académicos... no tenía ninguna urgencia -como hoy se ve tanto- por publicar todo lo que escribía".

Cómo no imaginarse a MO, en su mesa de trabajo, repitiendo esta oración:

Señor,
no tardes,
libérame de mi prisa.

miércoles, 6 de abril de 2011

Lección aprendida

Alain, pequeño filósofo de la política, carecía de un pensamiento sistemático. Émile Chartier, autor de cientos de glosas (propos), era en realidad un moralista que no tenía reparos en escribir sobre la gravedad de la vida, la política, lo primero que se le ocurría. 

Aunque le leí bastante hace quince años, cuando decidí tomarme en serio lo que leía, tardé algún tiempo en descrubrir la paradójica ampulosidad de su estilo sencillo: "contra el poder", "contra la gente importante". Su enfadosa actitud puede explicar también su lapidaria definición del psicoanálisis: "la psicología del mono" (aunque en esto no sería díficil estar de acuerdo). O frases tan redondas e inanes como esta: "actuar en grupo, pero no pensar gregariamente". "Aceptar el poder como una necesidad, pero no idolatrarlo". A qué seguir.

RA, muy influido por él, le dedicó pasajes en sus Mémoires, en la Introduction à la philosophie politique y en diversos artículos, particularmente en "Alain et la politique", compilado en Études politiques. Sentía por él una simpatía enorme, como se ha de tener, inexorablemente, por el maestro y amigo a quien hemos acompañado a su casa, vagabundeando a la salida del Instituto o la Facultad. Pero aún así le colocó en su lugar haciendo propia la opinión de su colega D. W. Brogan, profesor de Ciencia política en Cambridge desde finales de los años 30: 

The renown, the authority of a sophist as Alain, is, in itself, enough to predict the ruin of any State.

Con este envío arranca un magnífico artículo publicado por RA en La France libre en septiembre de 1941, recogido en L'homme contre les tryrannes de 1946 y desde 1990 en el gran volumen Chroniques de guerres (Gallimard, París 1990): "Prestige et illusions du citoyen contre les povoirs".

Lo he leído esta tarde al encontrármelo en Chroniques de guerre, la colección de buena pate de sus artículos de guerra que he echado tantas veces en falta y que al fin puedo visitar. He caído entonces en la cuenta de que en sus Memorias aligeró un episodio que, sin embargo, en el artículo de La France libre, apura en los detalles de una mayor literalidad.

En su autobiografía, RA reveló esta confesión de Alain: "No se tome usted en serio mis ideas". En 1941, empujado en la tormenta por los intereses políticos de la Francia respresentada por De Gaulle, a quien no tragaba, pero ese es otro asunto, no podía dejar de ser fiel a un relato que ponía de manifiesto la irresponsabilidad de un filósofo que creía que combatir en una lucha a muerte por la supervivencia era como protestar por el Affaire Dreyfus desde una cátedra de Instituto. Dijo entonces RA:

Recuerdo que un día, entre el Instituto Enrique IV y la calle de Rennes, al hablarle de uno de sus Propos, Alain me espetó: "No se tome mis ideas demasiado en serio. No son más que esto: hay gente que no me gusta y he dedicado mi vida a decírselo".

Resulta que Alain no era más que un cascarrabias.

¿Cuantos artículos, cuantos libros no son otra cosa que motivos para incordiar? Qué agotadora forma de morir. Qué falta de piedad hacia quien ha hecho de la lectura su forma de vivir.


martes, 5 de abril de 2011

Niessen

No es, amor, un autor escandinavo de moda; tampoco el coordinador de una Enciclopedia o un Lexikon de Ciencias sociales.

Ni siquiera el ponente de las XLVIII Reuniones Filosóficas, que comienzan mañana en el Edificio Central del Campus.

Es tan sólo la marca de unos interruptores. Los del despacho-biblioteca que, sabes, me ha cedido RA.

Son como los que tú has elegido para nuestra casa, en la ribera del mar donde la Armada apacienta  submarinos.

Variaciones sobre el enemigo

[Pasó por mi cabeza lo que CS escribe en Ex captivitate salus: “el enemigo es la respuesta a nuestra propia cuestión” y se me ha trastornado media hora el estudio. Decepción y frustración en mi inconstancia, pues acabo de defraudar las menudas, aunque no despreciables ilusiones que me había hecho al leer este consejo: “estudiar mucho y escribir poco”, en una entrevista publicada en Nuestro tiempo (marzo-abril de 2011), en un ejemplar que alguien había dejado olvidado en una mesa junto a la mía, en la cafetería de la Biblioteca donde pasaré los próximos meses.]

Enemigo:
mi destino,
lo quieras tú o no.

Enemigo:
mi destino,
aunque no lo quiera yo.

Berlín 1933

El joven RA, entonces una inteligencia embotada de normalista adicto a Alain, arquetipo intelectual de la III Republica que ni siquiera se tomaba en serio a sí mismo, se encontró en Alemania con la realidad de la política a principios de los años 30. Puede decirse en su caso que la historia, de muy malas formas, le derribó del caballo. History, again on the move, no tuvo consideración con él.

En un artículo que derrocha objetividad, La revolución nacional en Alemania, publicado en la revista Europe el 15 de agosto de 1933, se interrogaba sobre las razones de la persecución legal de los judíos en el seno de un pueblo de  tan alta cultura (Kulturvolk). Lo que cuenta resulta pavoroso, claro que no tanto como lo que después se sabría:

“Los profesores universitarios todos [el de siempre y todos los demás: añado yo] aceptaron en silencio la pérdida de la autonomía universitaria, la expulsión de sus colegas socialistas, liberales, judíos”.

RA despreció toda forma de moralismo político. Por eso merece todo el crédito su fría descripción de los autos de fe nazis en los que se entregaba a las llamas todo libro decadente:

“Se hacen hogueras con los libros culpables de intelectualismo judío, de liberalismo, incluso con los que atribuyen demasiada importancia a la sexualidad

Pero el espectador comprometido puntualiza en una nota al pie, para que no haya duda sobre el alcance exacto de la malquerencia nacionalsocialista, de su odio aberrante contra el libro, lo siguiente:

“Naturalmente, se trataba de hogueras simbólicas, pues en realidad han sido muy pocos y sin valor los libros quemados. Los libros condenados se han retirado de bibliotecas populares de préstamo. Nadie ha tocado, naturalmente, las bibliotecas destinadas a la investigación científica”.

La verdad histórica, eco de la Verdad que debemos esforzarnos por administrar con suma piedad, constituye un relato en el que siempre es preciso ajustar proporciones, pues toda afirmación necesita de matices que atenúen la inevitable exageración de las opiniones comunicadas a los demás.

lunes, 4 de abril de 2011

La copa del Rin

En su Europa vista de Estrasburgo describía EGC muy plásticamente las violentas relaciones espirituales y políticas de Francia y Alemania como la "Copa del Rin". Competición que principió con el juramento de Estrasburgo formulado por Carlos el Calvo y Luis el Germánico.

Mucha ha sido el agua que ha corrido por debajo del Puente de Europa, que franquea el paso entre Alemania y Francia. Mucho el espíritu de emulación que se ha consumido a un lado y a otro del Rin.

Pero la emulación tiene como presupuesto una diferencia espiritual irreconciliable, irrenunciable e inagotable.

Recientemente, a propósito de la Guerra de la Cirenáica, se ha visto a la militarista Alemania adherirse a la causa modesta de una paz concreta, protectora de cada hombre singular; la pacifista Francia, en cambio, ha preferido, como siempre, seguir su inclinación y declarar una guerra abstracta en nombre de los ideales humanitaristas.

domingo, 3 de abril de 2011

Un director de la revista "Alférez" , un corredor de comercio y un cátedro de Político

En un folleto publicitario del Archivo Histórico de la Universidad de Murcia se detallan los papeles de la inst:itución, haciéndose de ellos publicidad científica. Siguiendo una costumbre que nunca tuvo justificación se recuerda el nombre de dos luminarias de la  minerva murciana: el del catedrático de Derecho político, Enrique Tierno Galván (ETG), y el del catedrático de Derecho penal, Mariano Ruiz Funes (MRF). Nadie mejor que ellos para hermosear el Estudio General murciano.

No creo que sea casual su emparejamiento, pues además de ser iconos de la izquierda leída, algo tienen, en efecto, en común. No es la altura académica o científica que por aquí se les atribuye, sino el mal carácter de ambos.

De ETG se ha escrito mucho, aplicando al personaje altas dosis de mala leche, que tampoco me parecen de recibo. Esas aguas no pueden mover ya ningún molino. De MRF, al que le han fabricado una Fundación, bastará con recordar, como me decía hace poco JBL, uno de los esforzados traductores del Digesto a la lengua española, que le hizo en Murcia la vida imposible al abogado del Estado Federico Salmón Amorín, Profesor Auxiliar de Derecho administrativo y organizador de la ACNdP en la provincia del sureste, Ministro de Trabajo y Previsión social y asesinado por el Frente Popular en Madrid en noviembre de 1936.

En otro plano, el de la vida consagrada a la Universidad, está Rodrgio Fernández-Carvajal (RF-C), el maestro más grande de los que han profesado en Murcia desde la fundación de la Unviersidad en 1915. Su vocación, su finura intelectual y su bonhomía no cotizan para los políticos universitarios. Ni tiene fundación ni se van a editar sus obras completas, pero fue el primer catedrático de la Facultad de Derecho que decidió quedarse en Murcia a cumplir con su programa: "Que una generación de catedráticos jóvenes se entierre en provincias para darle tono a esas universidades". Así lo decía en sus artículos de la revista Alférez.

Me ha venido a la cabeza la figura de Don Rodrigo al releer, todavía no sé por qué razón, el capítulo primero de La fea burguesía, de ME, corredor de comercio y escritor modesto para públicos resabiados.

Recuerdo como si fuese ahora mismo cómo aparqué mis apuntes (solía estudiar yo en la Marqués de Valdecilla, a 5 minutos de mi casa de entonces, San Bernardo 89 y no muy lejos de la calle de la Luna, que le da nombre a la novela de KMM) y me fui a comprar el libro, anunciado en algún suplemento cultural (viernes o sábado sería), a la Librería Fuentetaja.

Qué impresión me causaron aquellas páginas. Lo que me impresiona hoy, en cambio, es que entonces tenía un estómogo a prueba de bombas y podía leer cualquier cosa. Le debo a ME, a qué negarlo, buenos ratos ya olvidados y el descubrimiento de uno de los nombres clave del pensamiento político-jurídico español del siglo pasado: Javier Conde, cátedro de Político.

sábado, 2 de abril de 2011

En "Yo, el Supremo"

En mi ejemplar de Yo, el Supremo (Siglo XXI Editores, Buenos Aires 1974) me estamparon ésta:

"A (...), la segunda parte de La dictadura de CS".

Se lo dijo el Viejo, obsequiado también con un ejemplar de la misma obra de Roa Bastos, a un amigo bibliómano.

viernes, 1 de abril de 2011

Enchufables

Redactada en un español deplorable me llega una comunicación del Decanato. Es el acta de una reunión en la que aparece una relación de asistentes y una relación de no-asistentes-que-excusan-su-asistencia. Yo no aparezco ni en una ni en otra.

Como acaban de enchufar a una Beca a la hija de un señor, me alarma este "tema relevante manifestado por los alumnos en sus sesiones de tutorías" y referido en los infolios:

"Demandan más enchufes en el aula".

Mucho ha cundido el magisterio del enchufista entre los chicos.