Sarte me aburría profundamente en las tardes de instituto. Tanto que casi me aficionó al baloncesto. Las canastas de Martín y Sabonis a media tarde por la televisión -la hora de los partidos era entonces institución sagrada y no existía la dictadura del share y las audiencias- eran mucho mejor que el existencialismo, aquella perogrullada.
Raymond Aron, en la última página de Polémiques (Gallimard 1955), dejó resumido lo que tal vez sobrevivirá de su petit camarade: una interminable especulación sobre el proletariado.
Escribe Aron:
Escribe Aron:
En Francia, Malraux era el intelectual que ayer mismo simbolizaba la Revolución: combatiente en China y en España y autor de La Condition humaine o L'Espoir. Ahora la acción revolucionaria de Sartre se agota en las interminables especulaciones sobre el proletariado. Como dice Marx, todo acontecimiento se vive dos veces, una como tragedia y otra como comedia.
Creo que puedo seguir alegrándome, ahora también con el argumento de autoridad, de no haber perdido el tiempo con esa jerigonza francomarxista de Sartre y tal vez se lo deba a un Real Madrid-TDK de Moscú. En la selectividad, además, nos preguntaron Santo Tomás.
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