miércoles, 6 de abril de 2011

Lección aprendida

Alain, pequeño filósofo de la política, carecía de un pensamiento sistemático. Émile Chartier, autor de cientos de glosas (propos), era en realidad un moralista que no tenía reparos en escribir sobre la gravedad de la vida, la política, lo primero que se le ocurría. 

Aunque le leí bastante hace quince años, cuando decidí tomarme en serio lo que leía, tardé algún tiempo en descrubrir la paradójica ampulosidad de su estilo sencillo: "contra el poder", "contra la gente importante". Su enfadosa actitud puede explicar también su lapidaria definición del psicoanálisis: "la psicología del mono" (aunque en esto no sería díficil estar de acuerdo). O frases tan redondas e inanes como esta: "actuar en grupo, pero no pensar gregariamente". "Aceptar el poder como una necesidad, pero no idolatrarlo". A qué seguir.

RA, muy influido por él, le dedicó pasajes en sus Mémoires, en la Introduction à la philosophie politique y en diversos artículos, particularmente en "Alain et la politique", compilado en Études politiques. Sentía por él una simpatía enorme, como se ha de tener, inexorablemente, por el maestro y amigo a quien hemos acompañado a su casa, vagabundeando a la salida del Instituto o la Facultad. Pero aún así le colocó en su lugar haciendo propia la opinión de su colega D. W. Brogan, profesor de Ciencia política en Cambridge desde finales de los años 30: 

The renown, the authority of a sophist as Alain, is, in itself, enough to predict the ruin of any State.

Con este envío arranca un magnífico artículo publicado por RA en La France libre en septiembre de 1941, recogido en L'homme contre les tryrannes de 1946 y desde 1990 en el gran volumen Chroniques de guerres (Gallimard, París 1990): "Prestige et illusions du citoyen contre les povoirs".

Lo he leído esta tarde al encontrármelo en Chroniques de guerre, la colección de buena pate de sus artículos de guerra que he echado tantas veces en falta y que al fin puedo visitar. He caído entonces en la cuenta de que en sus Memorias aligeró un episodio que, sin embargo, en el artículo de La France libre, apura en los detalles de una mayor literalidad.

En su autobiografía, RA reveló esta confesión de Alain: "No se tome usted en serio mis ideas". En 1941, empujado en la tormenta por los intereses políticos de la Francia respresentada por De Gaulle, a quien no tragaba, pero ese es otro asunto, no podía dejar de ser fiel a un relato que ponía de manifiesto la irresponsabilidad de un filósofo que creía que combatir en una lucha a muerte por la supervivencia era como protestar por el Affaire Dreyfus desde una cátedra de Instituto. Dijo entonces RA:

Recuerdo que un día, entre el Instituto Enrique IV y la calle de Rennes, al hablarle de uno de sus Propos, Alain me espetó: "No se tome mis ideas demasiado en serio. No son más que esto: hay gente que no me gusta y he dedicado mi vida a decírselo".

Resulta que Alain no era más que un cascarrabias.

¿Cuantos artículos, cuantos libros no son otra cosa que motivos para incordiar? Qué agotadora forma de morir. Qué falta de piedad hacia quien ha hecho de la lectura su forma de vivir.


2 comentarios:

E. G-Máiquez dijo...

El último párrafo de esta entrada es maravilloso… y exigente. La última frase me la tatuo en la memoria. Muchísimas gracias.

Anónimo dijo...

Piedad la tuya, con estas notas.
Gracias.
JM