El joven RA, entonces una inteligencia embotada de normalista adicto a Alain, arquetipo intelectual de la III Republica que ni siquiera se tomaba en serio a sí mismo, se encontró en Alemania con la realidad de la política a principios de los años 30. Puede decirse en su caso que la historia, de muy malas formas, le derribó del caballo. History, again on the move, no tuvo consideración con él.
En un artículo que derrocha objetividad, La revolución nacional en Alemania, publicado en la revista Europe el 15 de agosto de 1933, se interrogaba sobre las razones de la persecución legal de los judíos en el seno de un pueblo de tan alta cultura (Kulturvolk). Lo que cuenta resulta pavoroso, claro que no tanto como lo que después se sabría:
“Los profesores universitarios todos [el de siempre y todos los demás: añado yo] aceptaron en silencio la pérdida de la autonomía universitaria, la expulsión de sus colegas socialistas, liberales, judíos”.
RA despreció toda forma de moralismo político. Por eso merece todo el crédito su fría descripción de los autos de fe nazis en los que se entregaba a las llamas todo libro decadente:
“Se hacen hogueras con los libros culpables de intelectualismo judío, de liberalismo, incluso con los que atribuyen demasiada importancia a la sexualidad”
Pero el espectador comprometido puntualiza en una nota al pie, para que no haya duda sobre el alcance exacto de la malquerencia nacionalsocialista, de su odio aberrante contra el libro, lo siguiente:
“Naturalmente, se trataba de hogueras simbólicas, pues en realidad han sido muy pocos y sin valor los libros quemados. Los libros condenados se han retirado de bibliotecas populares de préstamo. Nadie ha tocado, naturalmente, las bibliotecas destinadas a la investigación científica”.
La verdad histórica, eco de la Verdad que debemos esforzarnos por administrar con suma piedad, constituye un relato en el que siempre es preciso ajustar proporciones, pues toda afirmación necesita de matices que atenúen la inevitable exageración de las opiniones comunicadas a los demás.
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