Hijo de un peón de los ferrocarriles franceses y de una madre muy religiosa (une femme très religieuse, membre d'un Tiers-Ordre), Julien Freund preparó el examen de ingreso en el bachillerato en un seminario católico, el de Montigny-lès-Metz. En el seminario dice que los padres dominicos que lo tenían a su cargo le tomaron ojeriza, particularmente el prefecto de disciplina, quien le sorprendía de cuando en cuando con un libro de Maritain en las manos.
Más tarde, en el medio universitario y de los aspirantes a la Escuela Normal Superior, parecía inevitable que la fe religiosa de Freund comenzara a vacilar. "Una religión como esta [la católica de sus padres] no es admisible". Empezó a buscar.
En el precioso libro que recoge sus conversaciones con el Padre Blanchet, L'aventure du politique, cuenta que acordó con un amigo protestante, a quien había hablado de su zozobra espiritual, acudir tres veces a la liturgia evangélica y, como contrapartida, este le acompañaría en otras tantas ocasiones a la misa romana. Freund cumplió su palabra, pero no el amigo, quien no quería saber nada de los católicos (je ne veux pas aller chez les papistes). Decidió entonces, desconcertado, prescindir de las iglesias y dar la espalda a sus acuciantes preguntas últimas. Freund, entonces socialista como su padre, cesó toda práctica religiosa a los 19 años, en 1940.
Después de la guerra, de nuevo en la casa de su madre, ésta se daba cuenta de su perplejidad religiosa y "sufría". El párrafo que sigue es muy hermoso, lo recoge también el Padre Blanchet en el mismo libro:
"Julien, has dejado de ir a misa", me dijo. Entonces me pidió que le hiciera una promesa: "Ten por mi el gesto de ir a misa cada domingo". ¿Qué podía hacer tratándose de mi madre? Se lo prometí y desde entonces he mantenido mi promesa. Así que poco a poco regresé a la fe.
Ahí está una de las verdades radicales de la fe, que siendo un don gratuito exige mucha disciplina personal.
La moral perenne de ese detalle biográfico la captó Pascal (Pensées, 680):
La coutume est notre nature. Qui s'accoutume à la foi la croi, et ne peut plus ne pas craindre l'enfer, et ne croit autre chose.
Quien es capaz de hacer de la fe un hábito, ese cree también.
Te acostumbraste
a creer lo que creías:
tienes fe.
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