Uno de los argumentos de la historia política es la lucha de los espumadores del mar contra los hombres de tierra firme. En la inapelable victoria del mar se ha fraguado la leyenda de que la libertad ha bendecido a los pueblos oceánidas. Sin embargo, recordaba Schmitt con sus buenas razones que más libres que los océanos son las fuentes que manan de la tierra.
La rivalidad entre la tierra y el mar tiene también una curiosa derivación ideológica: el triunfo del neomalthusianismo, particularmente a partir de la Gran guerra.
En mi visita a la Biblioteca del Ateneo de Madrid tuve tiempo de fotocopiar todo lo publicado por Gaston Bouthoul en la Revue International de Sociologie. Aprece su firma en 1922 y se mantiene hasta el final de la revista, en 1939. En el Ateneo, sin embargo, la colección se interrumpe, sin duda por la Guerra, por la nuestra, en el número de noviembre-diciembre de 1935.
Bouthoul firmó decenas de reseñas, muy desiguales en extensión, pero todas según la lex artis, sobre obras de economía política, sociología, socialismo jurídico, estadística o demografía. Se cumple con él aquel juicio de prudencia del crítico bueno: no hay libro malo. La mayoría de las obras reseñadas le parecía notable. Aquí y allá rayan algunas, incluso, en el clasicismo. De un libro que hoy nadie recuerda afirmaba en 1923 que "permanecerá".
En ese escenario preciso de la crítica científica, tan poco comprometido y mesurado, de pronto, salta la liebre.
Escribe Bouthoul en una glosa del Congreso mundial sobre la población, celebrado en Ginebra a finales de 1927, que los distintos delegados, respondiendo a la filosofía del Congreso, o mostraban su afinidad con las políticas antinatalistas o, por el contrario, defendían el populacionismo. Entre los primeros se contaban los anglosajones (y también los nórdicos); entre los segundos, anti-neomalthusianos, los pueblos continentales: "españoles, franceses, italianos, suizos y una parte de los alemanes", tal vez en orden decreciente de entusiasmo.
El siglo XX, particularmente después de la II Guerra mundial, ha conocido numerosas justificaciones de la opinión, por lo demás muy extendida, partidaria del control de la natalidad. Pero ninguna de tantos vuelos como este que apunta Bouthoul:
En fin de compte, la différence de point de vue entre anglo-saxones et continentaux, se ramène-t-elle à une conception différente de l'état de guerre. Pour les anglosaxons insulaires comme les Britanniques ou quasi-insulaires comme les États-Unis, l'idée de guerre évoque l'idée de guerre navale où la supériorité est affaire de richesse et de technique exigeant relativement peu de de combattants. Au contraire les nations du continent vivent avec la hantise de la fragilité de leurs frontières et celle des effectifs des armées modernes et de l'effrayante consommation d'hommes des denières guerres. Jusqu'au présent, et malgré que celles-ci aient montré l'importance grandissante du matériel et de la technique, on continue à évaluer la force au nombre d'hommes qu'elles comptent.
Bouthoul no formúló expresamente la Pregunta (Qui prodest?), pero la respondió en términos diáfanos: Dime qué guerra practicas y te diré si eres malthusiano.
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