sábado, 2 de junio de 2012

El Espíritu del tiempo comparece en un Parque de Cartagena

En una fiesta de cumpleaños, ese azote, la guardesa del alegre rebaño de criaturas, que los trae y los lleva con una técnica consumada, ha decidido que ahora vamos a cantar.

Algunos niños están muy agitados, pues quieren ser los primeros en utilizar el micrófono del caraoque; otros no tanto, entre ellos L., una amiga de Jimena. En la televisión cantante se oye en portugués brasilero a un chico de moda, una figurilla internacional que había amenizado, por cierto, la inauguración del curso en la Universidad de Murcia, no sé si este año o el anterior (que conste que no lo digo aquí para aludir sarcásticamente al infantilismo que cultiva la política rectoral, sino, todo lo contrario, para recalcar la precocidad de los compañeros de mi hija de primero de parvulitos).

Niños y niñas, por turno, tararean una canción. A nadie parecen preocuparle las letras, que si no son procaces lo parecen, pues está acompañadas de unos pasos de baile para mayores con reparos. Cuando le llega la ocasión a L., resulta que esa música, que nunca antes había escuchado, no le dice nada. No se la sabe. No se la sabe. Pero la guardesa no se para en barras. "Canta otra, la que te sepas. Vamos nena".

Dios-te-salve-María
Llena-eres-de-gracia
El Señor es contigo
Y bendita Tú eres

Entre todas las muje-eres
Entre todas las muje-eres...

De pronto se hizo un silencio sepulcral en el Parque de bolas. Las madres, tan unísonas y locuaces, enmudecieron. Cuando la guardesa se recuperó (no tenía tantas tablas como parecía) le pasó el micrófono a otra niña y no dejó ya terminar a L.


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