Hace exactamente 50 años que el cosmonauta ruso Yuri Gagarin salía de la cápsula del Vostok I para caminar por el espacio. Era una mañana fresca en el sistema solar, arrabal de galaxia.
En su paseo sideral de casi dos horas parecía caminar con la confianza (¿en Dios? ¿en el Soviet?) de un niño en su madre, a prueba de desengaños. Braceaba también Gagarin con la insensata presencia de ánimo de quien, según el Partido, representa (¿ante Dios? ¿ante la Humanidad televidente y radiooyente?) a todo el género humano.
En su paseo sideral de casi dos horas parecía caminar con la confianza (¿en Dios? ¿en el Soviet?) de un niño en su madre, a prueba de desengaños. Braceaba también Gagarin con la insensata presencia de ánimo de quien, según el Partido, representa (¿ante Dios? ¿ante la Humanidad televidente y radiooyente?) a todo el género humano.
Hace exactamente 50 minutos que mi hija Julia, confiada como un paseante espacial, ha salido del andador de su hermana para dar su primer paso. Yolanda, que la espera al final de la hazaña de su vida, me lo telegrafía -tienes razón E.- en un SMS.
La tierra, en ese instante, le habrá parecido a mi hija que estaba envuelta en la misma delicada aureola azulienta reportada, hace medio siglo, por el informe de un héroe soviético.
2 comentarios:
Qué ilusión colarme por una esquina en una entrada tan emocionante y tan sideral. Enhorabuena a Julia.
Las entradas son pequeñas, pero el corazón grande. Un placer
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