Ángel López-Amo, el escritor político nacido en Alicante en 1917 y muerto en accidente de tráfico en Washington en 1956, dejó en este mundo unos pocos libros y artículos.
Decía López Rodó en sus Memorias que la doctrina de La monarquía de la reforma social, por el que le dieron a López-Amo el Premio Nacional de Literatura Francisco Franco en 1952, influyó mucho en él y en otros compañeros y colegas de generación. Además de este libro, el más conocido de los suyos, publicó otros (generalmente breves) sobre el principio aristocrático, la revolución o la radical ilegitimidad política de nuestro tiempo. Las cartas políticas dirigidas a su pupilo, el príncipe D. Juan Carlos, hicieron revivir en nuestro país el viejo género de los Espejos.
Decía López Rodó en sus Memorias que la doctrina de La monarquía de la reforma social, por el que le dieron a López-Amo el Premio Nacional de Literatura Francisco Franco en 1952, influyó mucho en él y en otros compañeros y colegas de generación. Además de este libro, el más conocido de los suyos, publicó otros (generalmente breves) sobre el principio aristocrático, la revolución o la radical ilegitimidad política de nuestro tiempo. Las cartas políticas dirigidas a su pupilo, el príncipe D. Juan Carlos, hicieron revivir en nuestro país el viejo género de los Espejos.
He podido leer estos días media docena de artículos de su autoría, breves pero nada superficiales, publicados en La actualidad española, complemento para la divulgación de las ideas monárquicas de Nuestro tiempo. Se abunda en ellos en la defensa del principio aristocrático y se denuncia la perversa rebelión de las élites muchos años antes de que lo hicer Christopher Lasch.
Para su primera colaboración, en el número 1 (12.I.1952), mandó el texto "Huelga de archiduques". Fustiga en él la "reivindicación social invertida" de los privilegiados que reclaman la igualdad con respecto a los demás hombres: "la atenuación de sus onerosos privilegios, para poder sumergirse en las irresponsabilidades de la vida vulgar". Semejante conclusión venía prendida en un sucedido de los buenos tiempos del emperador Francisco José, a cuyas barbas se habían querido subir los miembros jóvenes de la familia al reclamar la liberación del estricto protocolo y servidumbres impuestos por el Viejo.
La huelga de archiduques, incluso de príncipes, es hoy la renuncia total y sin justa causa de quienes repudian al por mayor todas sus obligaciones y responsabilidades sociales. Miedo a servir. Indocilidad.
Para su primera colaboración, en el número 1 (12.I.1952), mandó el texto "Huelga de archiduques". Fustiga en él la "reivindicación social invertida" de los privilegiados que reclaman la igualdad con respecto a los demás hombres: "la atenuación de sus onerosos privilegios, para poder sumergirse en las irresponsabilidades de la vida vulgar". Semejante conclusión venía prendida en un sucedido de los buenos tiempos del emperador Francisco José, a cuyas barbas se habían querido subir los miembros jóvenes de la familia al reclamar la liberación del estricto protocolo y servidumbres impuestos por el Viejo.
La huelga de archiduques, incluso de príncipes, es hoy la renuncia total y sin justa causa de quienes repudian al por mayor todas sus obligaciones y responsabilidades sociales. Miedo a servir. Indocilidad.
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