Mis hijas, a veces, cada vez con menos frecuencia, la verdad, no me dejan dormir. Quienes me quitan el sueño, en cambio, cada vez más, son mis amigos.
Hace veinte años, para salir airoso en los cursos de doctorado, mi catedrático de Filosofía del derecho me recomendó la lectura de las Vidas de Solón y Publícola, de Plutarco. Las conseguí en una edición magnífica de Les Belles Lettres de 1968. Entonces había en Madrid librerías de nuevo que podía atesorar durante décadas, esperando que se cumpliera su destino, ejemplares como este mío. En Solón buscaba con ahínco el rastro de las "verdades parciales de lo político" que hay en cada escritor veraz. Pude encontrar pepitas de oro como esta, no precisamente pequeña: "Los odios, en política, no pueden ser eternos", tal vez la primera fórmula de la amnistía, la fuerza del olvido. Pero fuera de programa me atrapó también la Vida de Tesmístocles, que el historiador romano comparaba con la de Camilo y que el editor había incluido en el mismo volumen, el II.
Temístocles tenía una calidad extraordinaria, comparable a su ambición, pues dejando en sus manos una ciudad minuta y oscura, se decía que sería capaz de convertirla un lugar grande e ilustre. De todos los sucedidos y pasajes que relata Plutarco hay uno extraordinario:
Se cuenta, en efecto, que Temístocles vivía hasta tal punto pensando en la gloria y era tan apasionada su ambición de grandes obras que, siendo todavía joven, como quiera que, después de la victoria de Maratón sobre los bárbaros, veía a todos alabar el genio militar de Miltiades, se le encontraba con frecuencia sumido en sus pensamientos, pasando las noches en vela, evitando asistir las comidas festivas tradicionales. Cuando sus amigos, sorprendidos por estos cambios de su conducta, le preguntaban, él respondía que el trofeo erigido para Miltiades le quitaba el sueño y le impedía dormir.
Me impiden dormir a mi los libros de mis amigos, pero también, siendo buenos, los de quienes se dicen mis enemigos. Entre estos últimos, el estupendo de SM sobre El Derecho político de la Segunda República, en el que me veo emparejado con Luis del Valle, un krausista de derechas que había teorizado cansinamente sobre el Estado autoritario. Aunque no sea cierto, pienso que SM tiene derecho a escribir eso, incluso a hacerlo sin dar otra razón que mi interés de historiador de las ideas por este personaje menor de nuestro siglo XX político. La filiación me podría molestar en punto al estilo, pues no podría yo habitar la misma casa que Suly Vella, el "poeta de las mujeres" según Concha Espina. Mis gustos poéticos no tienen mucho que ver con los de Don Luis y su pseudónimo.
Me han quitado el sueño varias noches el estupendo glosario de EGM, El pabilo vacilante; los cuatro libros políticos que me envió hace poco desde Buenos Aires GM; la Rivista di politica, organizada desde Perugia por AC; la última novela de AD, Caza mayor; los libros que me aconseja, desde Roma, CG: los de P. P. Portinaro, Il realismo politico y los del orientalista italiano Carlo Formichi, Gli indiani e la loro scienza politica y Salus populi; por no hablar de Metapolitica, del mismo CG.
2 comentarios:
Quiero agradecerte mucho que me invites a tus fiestas de pijama, y tanto como el adjetivo el sustantivo: "glosario", qué me gusta.
Será una fiesta en morada muy modesta, pero te agradezco el entusiasmo.
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