miércoles, 23 de noviembre de 2016

Dos horas antes de morir (Heller y Dios)

Hermann Heller en 1933
A mi amigo SRC de viaje en Buenos Aires

Hace apenas tres semanas cumplió el LXXXIII aniversario de la muerte de Hermann Heller. Le mueren unos el 4 de noviembre de 1933, por ejemplo el señor Herwig Stiegler en el tomo cuarto de los Juristas universales de Rafael Domingo; otros el 5, como Eustaquio Galán; la prensa de Madrid, de la que no me fío tanto como de la memoria de Galán, el día 6 de noviembre. En primera plana publica El Sol del día 7 una necrológica en la que con el lenguaje taurino de la autoridad gubernativa se comunica que que el entierro "se verificará" a las once de la mañana, partiendo el cortejo fúnebre desde el domicilio del profesor Heller, Claudio Coello, número 128. El redactor presenta sus respetos a su familia (a la danzarina Gertrud Falke y a sus vástagos, dos hijas y un hijo) y a la facultad de derecho complutense, en la que acababa de empezar a explicar un curso extraordinario de sociología gracias a la vara alta del ministro Fernando de los Ríos o, tal vez, a que Francisco Ayala era secretario de su facultad en la Universidad Central.

Ayala había seguido en 1929 uno de los cursos berlineses de Heller y empezado a traducir su libro Die Souveränität. En sus memorias recuerda Ayala la extraña figura que hacía su viuda en el cementerio del Este, al borde de la fosa. El plano ayaliano parece sacado de una película expresionista, pero lo cierto es que la señora Heller, con tules negros o sin ellos, era en mi concepto una mujer de belleza turbadora. Heller se había casado con ella en 1921. Al morir Hermann se traslada a Inglaterra. Muere en Londres en 1989.

Gertrud Heller, geb. Falke, ca. 1916
La noticia de la muerte de Heller la dan varios periódicos de Madrid, la mayoría de izquierdas. La pluma del redactor es siempre la misma, pero algún periódico, por cómo se retoca el original, parece que quiere decir que Heller ha caído asesinado por los nazis: "Una víctima del hitlerismo. Ha muerto el profesor Heller". Según la tendencia aparece pues modulado el heroísmo socialista del profesor de derecho público de la universidad de Fráncfort.

A Heller le da a conocer en España Luis Recaséns, que estudia con él, pensionado por la JAE, en la primavera de 1926. Es así que la primera referencia al jurista alemán que encuentro en la literatura española data de julio de 1927 y es, como parece lógico, del mismo Heller. Recaséns le dedica después una sección de su investigación sobre las direcciones contemporáneas del pensamiento jurídico (1919). Manuel Martínez Pedroso traduce Las ideas políticas contemporáneas (1930) y Francisco Javier Conde el magnífico Europa y el fascismo (1931).  

Despojado de su cátedra o a punto de serlo llega a España por casualidad o acaso buscando un clima y una atmósfera humana más benévolas para su dolencia cardíaca. Socialista militante y comprometido con el partido desde 1920, "dos horas antes de morir, en una conversación particular, reconocía emocionado la necesidad de Dios". ¡Por cuánto menos se ha hecho conversos a tantos moribundos! Eugenio Ímaz, el amigo que lo apunta en Cruz y Raya, ha medido seguramente sus palabras, porque aceptar la necesidad de Dios, no por sentimentalismo, sino por rigor intelectual, dista de creer en Él. Tal vez. Quién puede saberlo sino el Juez que no prevarica. La necesidad de Dios es en el autor de la Staatslehre nada menos que un "momento conceptual y riguroso de la teoría del Estado".

Ante las consecuencias tan dolorosas del infarto, que lo descompone físicamente delante de sus alumnos, de derechas y de izquierdas, Heller se compone dialécticamente para la bella muerte que honre toda su vida. No me extrañan en absoluto las vislumbres iusnaturalistas de su doctrina jurídica política. Es el mismo trecho que recorre su amigo y mentor académico Gustav Radbruch después de la guerra.

Heller es un realista político que se hace a sí mismo los últimos diez años de su vida: el camino que va de su estudio sobre la soberanía a la póstuma teoría del estado. Heller es una inteligencia fría muy por encima de la mayoría de sus comentaristas de izquierdas, preocupados infantilmente, sobre todo en España, por sus elecciones políticas concretas, pero que dejan al margen su afanosa búsqueda de las regolarità políticas y las "constantes del pensamiento político". ¿A quién puede importarle, escribe Heller en sus consideraciones sobre la ciencia política, si Bodino era un monárquico (o estaba a favor de quemar a las brujas), cuando la minerva de este politique ha alcanzado a comprender "ciertas verdades permanentes de la vida política"? Las elecciones particulares pueden o no estar a la altura de una penetración intelectual fuera de serie.

La leyenda del pobrecico Heller que han forjado los constitucionalistas españoles es, a mi parecer, enternecedora, pues se hace de él un pensador político inofensivo. Lo que cotiza en Heller es su mirada política, una "brasa helada", no las cositas que explicaba ÁG en sus clases de político de primero de derecho.

1 comentario:

SERGIO RAÚL CASTAÑO dijo...

Muchísimas gracias por la dedicatoria y sobre todo por haber dado a conocer este dato para nada casual e insignificante de la vida de este autor tan admirado y admirable.
Pues no me extraña; realmente, podía columbrarse que H. H. estuviera cerca de Dios. Pero una cosa era suponerlo y otra saberlo.
En fin, que el Señor tenga en cuenta la misa que se elevó en sufragio del alma de "el Profesor Hermann Heller", el domingo 5 de noviembre de 2013, en el aniversario de su fallecimiento, en Santo Cristo, una modesta iglesia de los suburbios de Bariloche (Patagonia, República Argentina).
un abrazo de amigo,

SERGIO RAÚL CASTAÑO