A Niceto Alcalá-Zamora se le ha criticado mucho.
Él no tenía el artículo 48 de la constitución de Weimar para defender la consitución (ni a Carl Schmitt) y a su "guarda" de la ley fundamental lo llaman entremetimiento los historiadores. No obstante, González Posada, que le visitaba de vez en cuando, llegó a aconsejarle que después de las elecciones que amañó el Frente Popular (aprovechando la desbandada general de los Gobernadores civiles) debía hacer uso de la prerrogativa del artículo 75 de la constitución y nombrar a un gobierno en minoría capaz de garantizar el orden con el apoyo del ejército (que lo tenía).
NAZ apreció con justeza el problema catalán: en su origen, en sus consecuencias y en sus circunstancias agravadas.
En cuanto al origen del problema, que sigue hoy los mismos derroteros que entonces, "contra lo que se suele creer en el resto de la Nación, si el catalán, individualmente, es práctico, trabajador, ordenado, el pueblo catalán, como colectividad, es pasional, soñador, impulsivo, propenso a dejarse arrastrar, contra su propia conveniencia y manifiesto interés, por cualquier bandera de idealidad o ráfaga de sentimiento".
El Estatuto, que llegó como una cosa inevitable, fatal, convirtió a Cataluña "en un virreinato, haciendo que la región menos libre de España fuese la que estaba declarada más autónoma".
Así, por necesidad, se llegó a la Ley del 2 de enero de 1935, que suspendió la vigencia del Estatuto. Sobre este punto tampoco cabe dudar de la clarividencia, tan escarmentada, de NAZ: "error muy grande lo hubo entonces al retroceder tanto, después de haberse ido bastante lejos".
Estas profecías de NAZ están recogida en Los defectos de la constitución de 1931.
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