martes, 15 de enero de 2013

Enemigo lector

Tenía pensado escribir una amplia reseña crítica del libro que ha cuidado Sebiastán Martín, un joven y prometedor profesor de Historia del Derecho que se ocupa de temas afines a los que a mi me interesan: Derecho político hispánico, constitucionalismo segundorrepublicano, ideas políticas españolas.

Hace tiempo que supe de su tesis doctoral sobre Eduardo Luis Lloréns, efímero catedrático de Político en Murcia antes de la guerra. El premio por ofrecerle mi ayuda, siguiendo el consejo de Rodrigo Fernández-Carvajal, fue un retrato vitriólico de mi revista, Empresas políticas y de algunos de mis amigos. ¿Pero cómo dar importancia a eso si puede uno ya escribir, con sumo agradecimiento, al empezar un libro: "Enemigo lector"? "Si tienes un enemigo, cuídate de él", dicen algunos. Yo prefiero, en cambio, esto otro: "Si tienes un enemigo, cuídalo".

Esta madrugada, de 4 a 8, he leído con mucho interés y más cuidado el "Estudio preliminar" de CLXXXIX páginas, anchísimo pórtico a las memorias de cátedra de Lloréns, Ayala y Pérez Serrano. Es un trabajo muy serio en el que además, cosa rara en el tiempo que nos hace correr a todos, hay una o dos opiniones de interés y algún hallazgo de mérito. Particularmente el señalamiento del origen y término de fijación de un género académico singular, el de las Memorias de cátedras, y la retractación pública se Pérez Serrano de su republicanismo liberal en el prólogo de libro póstumo de su maestro Posada: La idea pura del Estado (1944).

Sin embargo, el amigo Martín, que tiene buenas cualidades para la investigación, probablemente superiores a la de uno de sus rácanos mentores, el de las facturas pendientes, piensa de puede y debe enmendarle la plana a todo quisque. Pero dentro de un orden: su vocación ofensión es inversamente proporcional al poder académico del sometido a la crítica. Parabienes para el Sr. Presidente del Consejo de Estado, diga lo que diga, y pescozón o puya, que en esto también hay gradaciones, según se trate de un Privatgelehrter, sin bula ni oficio universitario, o de un eurodiputado de Unión Progreso y Democracia.

Al profesor Martín le gustan los silogismos y le gusta escribirlos, como a mi, cifrados en las notas a pie de página. He podido sorprenderle uno, bastante tosco: en la conclusión de su nota 105 me degrada un artículo sobre Luis del Valle Pascual a "útil e informativa reseña biográfica". Le agradezco sinceramente este memento mori, pero no tanto como que achaque mi ponderación exagerada de los méritos científicos de Valle a mi "simpatía ideológica". Puedo beberme de un trago ese cáliz, pues yo no soy dueño de las lecturas de nadie, pero sinceramente, a mi que me gusta la poesía de línea clara, la "emoción sin sentimentalismo", para repetir el tópico, me incordia que me supongan tanta intimidad con Don Luis, Suly Vella, que como poeta era muy cursi ya para los años 20. Más adelante, en la nota 127, con gran neutralidad, observa que "para adscribir ideológicamente a Luis del Valle [vale] el hecho de que tradujo y prologó en 1936 El programa nacional-socialista alemán bajo el seudónimo de Dr. Heirelmann". Y aquí es donde me parece que Sebastián ergotiza demasiado.

Mucho peor trata a mi antiguo amigo GGK, autor de una "desafortunada monografía" (p. LXXVII), rectius: investigador a sus propias expensas que se ha anticipado a varios investigadores patentados y ricamente subvencionados; cierto que con do o tres libros a medio hacer, pero esto forma ya parte de otra glosa. A CRM le atiza también a modo y el lector no puede saber muy bien el porqué. A mi se me ocurre que en un artículo que Martín juzga "insuficiente" el mismo CRM le pisa la tesis al mismo Martín (p. CXLVIII). Sin salir de esa nota, por cierto, al autor le parece respetable la vindicación del Derecho político de Lucas Verdú, pero no la de una "corriente ultraconservadora" que desea recuperar el Derecho político "con el propósito realista de asignar a la ciencia constitucional el señalamiento de los límites de la política, que no se condieran ya dados por la propia Constitución vigente". ¡La gente escribe cada cosa de mis amigos!

Por lo demás, se podría aplicar a este denso estudio, muy recomendable para quienes se interesen por el Derecho político y constitucional en España, un poco de la medicina que a todos nos administra Martín. Se podría decir que del juicio sumario sobre Ruiz del Catillo, a quien le tiene casi tanta manía como a FSW, trasmina una ignorancia supina de lo que significan el bien común y la comunión de los Santos para un jurista católico (p. XCV). O que la preocupación metodológica del autor, que sin embargo a mi me parece palabrería de profesor y que no aclara nada, he aquí un ejemplo, no se compadece de expresiones tan poco científicas como la que en su pluma epitoma el pensamiento jurídico político de la Restauración: "viscosa mentalidad jurídica del siglo XIX" (p. CLX). Escribirle eso o bien una reseña minimalista del estilo: "Al estudio preliminar del doctor Martín le sobran 180 páginas" sería, desde mi punto de vista, profundamente injusto. De entrada conmigo mismo, pues no me olvido de este epigrama: Lector, de quién no serás tú discípulo. Pienso que mi obligación sería apuntarle a Sebastián Martín, en una nota a pie de página, algo así: "¿Para qué tanto tósigo en los archivos nacionales? Tu tiempo y tu esfuerzo probado se merecen un proyecto a 20 o 30 años vista, sin concesiones a la tontería del ambiente, ni siquiera a la ideología de tu maestro. O acaso piensas que entonces no te vas a sonrojar por haber escrito a tontilocas eso de que Posada volvió, ay, a las "polvorientas premisas sociológicas de Santo Tomás y Suárez" (p. C).

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