lunes, 13 de agosto de 2012

De los libros somos

La cartera es a quien mejor recibimos en casa entre las doce menos veinte y las doce. Antes han pasado mis suegros, que también se llevan su parte. Antes aún hemos tomado churros y café. Mucho más temprano es cuando llego yo a la biblioteca para leer, no siempre sé si para escribir también. 

La cartera, que nos sube casi todo al sexto, sólo tiene un defecto, si se puede considerar tal: parece que dobla con saña, uno tras otro, los ejemplares de la revista Éléments, pues calcula que es lícito plegar una revista, precisamente esa, siempre la misma, para que entre por la ranura de mi buzón. Pero finalmente es la persona que me trae los libros que en mi rebusca me puedo permitir y que además divierte a mis hijas, pues las dos, aleccionadas por Yolanda, se entretienen la enormidad de un minuto haciendo para mi de correos del Zar de Rusia. No es que entrañe peligro alguno recorrer el pasillo (un luengo pasillo de una casa de las de antes): simplemente su algarabía me hace pensar en una patulea de cosacos a caballo que las persigue.

* * *

Hoy me llega, remitido por St Philip's Books, una librería oxoniense, Antimoderne, de Jacques Maritain, en la edición revisada y aumentada de 1922.

St Philips's Books es una librería especializada en libros de teología, lo que puede ponernos en la pista del antiguo propietario, tal vez un anglicano converso o un católico de 8 abuelos católicos. Debió llegar muy pronto a Inglaterra, y allí vio pasar uno tras otro los gobiernos de su majestad (hasta el día 7 de agosto, según reza en el matasellos).

Su antiguo propietario fue tan escrupuloso como para escribir dos avisos, con una bonita caligrafía, en las páginas 34 y 36.

Página 34: "This page to be transposed [ilegigle] page marked 36".
Página 36: "This should be page 34".

Pienso que mi cuidadoso benefactor, depositario casi 90 años de mi libro, tuvo que ser persona entregada a la abstracción teológica. De los seis capítulos de Antimoderne no le interesó el titulado "Réflexions sur le temps présent", justamente el que yo quería leer. Todos los capítulos están abiertos, menos el mío, que esta tarde me entretengo en abrir.

Juro que lamento no saber nada más del solidario inglés curador del libro. A la vista está, por cierto, que escribir, como acabo de hacer más arriba, "mi libro" o, para distribuir el orgullo a partes iguales, "nuestro libro", es una exageración voluntariosa, pues somos del libro.

Algo, aún no sé el qué, tal vez un billete con estos apuntes, dejaré también en sus páginas para nuestro común amigo (de aquel inglés y mío) que se curará de él cuando recupere su libertad (certus an incertus quando, ya me entienden). Todavía no ha nacido, pero espera noticias nuestras el siglo que viene.