Brujuleo en las ondas y por instinto arribo a los puertos del imperio interior de Alain de Benoist, un espíritu telúrico que no soporta la homogénea unidad del mar. Los océanos, el inmenso océano, the watery part of the world, no conoce fronteras ni alteridad. Por algo dice san Juan que después de la lucha postrera del segundo milenio "el mar no existía ya".
En la radio, de camino a la facultad, el miércoles de ceniza, se ha formado una gran polvareda de palabras a propósito de los latrocinios de un gandul -Pla lo dice de Eugenio d'Ors con mucha gracia-, de un pobre diablo exaltado a la presidencia de un "excusado con bandera e himno", después de haber sido espolique de su predecedor, conseguidor, alcalde de su pueblo y delegado perpetuo de curso en su facultad, en Granada, no hace tantos años.
Acabo de releer, ahora que tengo el libro, la "Confesiones de un renegado (balance extremadamente provisional)", un texto soberbio de GM incluido en un tomito sobre el mayo del 68 de la Nueva Derecha. No puedo pasar de largo sin la gustosa primalectura de las experiencias de De Benoist en aquel memorable mes de la Virgen. Entonces era expulsado del país Dany le Rouge, de todos aquellos botarates el que, a juicio de De Benoist, mejor ha envejecido.
Estas simpatías de Alain son para mí un misterio, pues en 1998, fecha de edición de este memorial coral, Daniel Cohn-Bendit vive cobrando de eurodiputado desde 1994, no anarquista ni comunista, sino verde que te quiero verde. A pesar de todo, a De Benoist, una de las minervas más luminosas de Francia, da igual si contamos a partir de Charles Maurras o de Clodoveo, le parece que su patria hubiera hecho bien en quedarse con Cohn-Bendit y extrañar a todos los demás. Sobre los corsi e ricorsi maurrasianos en A2B, ahora que tengo fresco el recuerdo de las seis mangníficas entrevistas grabadas por Paul-Marie Coûteaux para TV Libertés y mi conversación de anoche con el girardiano DGH, no puedo apuntar ahora mucho más, pues me inquieta el complejo de Ockham.
Si me defiendes con tu espada te defenderé con mi pluma, le decía el franciscano Guillermo de Ockham a Ludovico. El noble Antonio Machado, contagiado en su vejez por el mismo complejo político, le escribe a Enrique Líster un soneto con el famoso envío: Si mi pluma valiera tu pistola. Pero Líster, uno de los estrategas comunistas de Elda, tenía nombre de cuatrero de wéstern, no de emperador bávaro.
La inteligencia política nace de la decepción, de la marcha atrás y la retractación, del "sentimiento de repetir muchas opiniones que, de pronto, te parecen falsas". Cuánto recuerdan estas palabras de A2B aquella déception surmontée de Julien Freund, socialista según sus condiciones vitales objetivas y no por sucedáneo intelectual obrerista: "En lo sucesivo he experimentado la necesidad de trabajar exclusivamente en el plano de las ideas y, en la medida de mis posibilidades, partiendo de cero".
Me deja muy pensativo su pensamiento sobre la actividad política: aunque pueda resultar gratificante, no deja de ser una pérdida de tiempo. Es el antídoto para la soberbia política del intelectual. Donde nace el pecado sobreabunda la gracia, sí.