Bruno Tertrais le pone principio a su Que sais-je? sobre la guerra con dos citas erróneamente atribuidas a Gaston Bouthoul y a Trotsky. Me interesa la primera.
"Si l'on veut la paix, il faut comprendre la guerre".
Basil Liddell Hart, Thoughts on War, 1944.
[Citation faussemen attribué à Gaston Bouthoul (ce dernier l'ayant reprise dans ses travaux).]
La mención resulta extrañamente justiciera tratándose de un pequeño volumen divulgativo. Pero tiene mucha intención, como se ve más adelante cuando Tertrais subraya que Bouthoul es el autor del primer Que sais-je? sobre la guerra (p. 9). Supongo que subliminalmente se justifica así la necesidad de una nueva versión. B. Tertrais, de la Fondation pour la Recherche Stratégique es experto en el arma nuclear, pero sabe también alancear moros muertos. Bouthoul, nacido Boutboul, era no obstante judío tunecino de origen.
Me disgusta esa aclaración que deprime la originalidad de la doctrina polemológica de Bouthoul, pues no en vano del Si vis pacem, gnosce bellum hizo este, muy razonadamente, el lema de la sociología de la guerra, sobrevolando el clásico latino Si vis pacem, para bellum y el ripio pacifista Si vis pacem, para pacem. Mención aparte merece esta fórmula del pacifismo agresivo: Si vis pacem, move bellum contra bello, mantra de los pacifistas armados que, según Bouthoul, como cierto bobo proverbial, están dispuestos a arrojarse al río para evitar la lluvia.
Podría decir que la sumaria referencia del libro de Tertrais, bastante bueno, no me deja dormir, pero es el calor. Me incita sin embargo a hacerme con el libro de Liddell Hart.
* * *
De Thoughts on War hay un solo ejemplar en las bibliotecas universitarias españolas (Deusto), que pido en préstamo hace apenas una semana y recibo ayer mismo. Es una edición de 1999. Supongo que lo tendrán también en el CESEDEN, pero allí no llego.
B. H. Liddell Hart, bien conocido por su doctrina de la aproximación estratégica indirecta, por la dimensión psicológica (rectius moral) de la fuerza y por las ventajas de la motorización y la mecanización de esta (también De Gaulle, simultáneamente y en soledad, las predica en Francia con Vers l'armée de métier de 1934), así como por su historia de la Segunda Guerra Mundial y por diversas biografías militares, elabora Thoughts on War en sus horas bajas. Es una obra densa y, como explica el autor, necesariamente reiterativa, pues consiste en una ordenación de las glosas y aforismos sobre la guerra anotados por él durante veinte años (1919-1939). Al empezar la guerra se había planteado Liddell Hart la redacción de una teoría general de la guerra, de la que hasta ese momento solo hay vislumbres en su obra. Las circunstancias le convencen de que un tratado como ese sería necesariamente incompleto, pues toda guerra, en su desarrollo, y ese era el caso en 1942, oculta elementos decisivos que solo con la paz serán desvelados, haciéndose entonces inteligibles.
El libro de Liddell Hart, fechado el 20 de noviembre de 1943 y publicado en 1944, supongo que a primeros de año, tiene, por sus capítulos, cuerpo de tratado, pero es en realidad un extraordinario glosario de la sabiduría militar que se puede abrir por cualquier página.
El mundo está lleno de "lecturas obligadas", por eso tal vez se encuentra exhausto y su espíritu oprimido; por eso no diré yo que estas páginas son imprescindibles. Pero si yo tuviera a mi cargo a un puñado de oficiales jóvenes les invitaría a discurrir sobre todos estos propos de Liddell Hart en sobremesas espirituosas.
A pesar de sus críticas a Clausewitz, el autor ha colocado sus pensamientos, tal vez inconscientemente, bajo la sombra tutelar del general y filósofo prusiano, cloudly profound (p. 33), a quien la muerte impide elaborar el gran tratado que alentaba en su espíritu y del que solo hay atisbos en el capítulo primero del libro primero de Vom Kriege, una obra maestra de concisión. Recuerdo ahora la insistencia con la que GM llama mi atención sobre las extraordinarias condiciones literarias de Bismarck y del propio Clausewitz, grandes escritores los tres.
El mundo está lleno de "lecturas obligadas", por eso tal vez se encuentra exhausto y su espíritu oprimido; por eso no diré yo que estas páginas son imprescindibles. Pero si yo tuviera a mi cargo a un puñado de oficiales jóvenes les invitaría a discurrir sobre todos estos propos de Liddell Hart en sobremesas espirituosas.
A pesar de sus críticas a Clausewitz, el autor ha colocado sus pensamientos, tal vez inconscientemente, bajo la sombra tutelar del general y filósofo prusiano, cloudly profound (p. 33), a quien la muerte impide elaborar el gran tratado que alentaba en su espíritu y del que solo hay atisbos en el capítulo primero del libro primero de Vom Kriege, una obra maestra de concisión. Recuerdo ahora la insistencia con la que GM llama mi atención sobre las extraordinarias condiciones literarias de Bismarck y del propio Clausewitz, grandes escritores los tres.
Las notas de Liddell Hart forman parte de su método de conquista, consolidación y proyección de posiciones intelectuales. Es así como su pensamiento, fajado en los tósigos de una penetración local o minor tactics, se va ampliando después a través de la esfera de "táctica combinada, la estrategia, la estrategia combinada, la política y la filosofía de la guerra" (p. 7). Aquí y allá aparecen las cabezas de puente de una ciencia objetiva de la guerra: "To abolish war we must remove its cause, which lies in the imperfections of human nature" (p. 35). Espigando en la obra encuentro también la más sarcástica refutación del pacifismo, que yo pondría en exordio de mi tratado nonato de polemología o en la hipotética dedicatoria con la que acompañaría un envío improbable a los marxistas-leninistas residuales del Peace Research: "The best antidote to war is a widening sense of humour and a keener sense of the ridiculous" (p. 38). Un pacifista con sentido del humor y del ridículo siempre ha sido pedir demasiado.
[Post scriptum: Sobre uno de esos científicos inesauribili, de los más conspicuos, dirijo una tesis doctoral. La doctoranda, si quisiera enterrar en sus quinientas páginas la deliciosa cita de Liddell Hart, tan british –aunque sobre esto reconozco que tiene la última palabra Ignacio Peyró–, que yo le brindo ahora, me compensaría el girovagar y el flipar con tanto budismo psicodélico de estos últimos meses.]
[Post scriptum: Sobre uno de esos científicos inesauribili, de los más conspicuos, dirijo una tesis doctoral. La doctoranda, si quisiera enterrar en sus quinientas páginas la deliciosa cita de Liddell Hart, tan british –aunque sobre esto reconozco que tiene la última palabra Ignacio Peyró–, que yo le brindo ahora, me compensaría el girovagar y el flipar con tanto budismo psicodélico de estos últimos meses.]
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En 1944 Liddell Hart cuenta 49 años, Bouthoul uno menos, 48. Sus Thoughts on War, por lo que cuenta en el prefacio y salvada la distancia, se parecen mucho a las virutas de taller de Miguel d'Ors. Es un caso único de transparencia del proceso ideativo, no solo en los War Studies, sino en la mayor parte de las ciencias sociales. Aunque no tiene la coherencia de un tratado, puede compensar a los estudiosos del fenómeno militar como ilustración del recorrido de otro estudioso (p. 8).
Liddell Hart, racionalista de la guerra y doctrinario del pacifismo científico, como Bouthoul, anota en abril de 1932 lo siguiente: "Rational pacifism must be based on a new maxim: if you wish for peace, understand war" (pp. 9-10). Poco después, en mayo: "We have come to doubt the old maxim: if you wish for peace, prepare for war. But we have still to learn a new and truer maxim: If you wish for peace, understand war" (p. 19). Si Bouthoul conoce estos pasajes, que no aparecen citados en Cent millions de morts (1946), en cuya página 218 formula por vez primera su motto científico, idéntico en efecto al de Liddel Hart, no puedo asegurarlo, pero parece bastante probable. Escribe Bouthoul: "L'humanité continue à s'en tenir à la veille maxime: Si tu veux la paix prépare la guerre, c'est à dire arme-toi et menace. Peut-être vaudra-t-il mieux dire, après les milliers de démentis infligés à la première formule: Si tu veux la paix connais la guerre".
Liddell Hart, racionalista de la guerra y doctrinario del pacifismo científico, como Bouthoul, anota en abril de 1932 lo siguiente: "Rational pacifism must be based on a new maxim: if you wish for peace, understand war" (pp. 9-10). Poco después, en mayo: "We have come to doubt the old maxim: if you wish for peace, prepare for war. But we have still to learn a new and truer maxim: If you wish for peace, understand war" (p. 19). Si Bouthoul conoce estos pasajes, que no aparecen citados en Cent millions de morts (1946), en cuya página 218 formula por vez primera su motto científico, idéntico en efecto al de Liddel Hart, no puedo asegurarlo, pero parece bastante probable. Escribe Bouthoul: "L'humanité continue à s'en tenir à la veille maxime: Si tu veux la paix prépare la guerre, c'est à dire arme-toi et menace. Peut-être vaudra-t-il mieux dire, après les milliers de démentis infligés à la première formule: Si tu veux la paix connais la guerre".
El proyecto racionalizador de Liddell Hart es un apunte, no una polemología. Son rarísimos los soldados que han hecho del estudio [científico] de la guerra su profesión (p. 125), por eso tal vez el estudio de la guerra nunca ha sido científico, ni en espíritu ni en método (p. 118). A pesar de su espíritu, Liddel Hart se recrea en la historia, no le interesa la sociología de la guerra. Para él, la máxima que resume su "Science of War" es una regla práctica, una advertencia para los cuartos de banderas: "The profoundest truth of war is taht the issue of battles is usually decided in the minds of the opposing commanders, not in the bodies of their men" (p. 150).
Liddel Hart ha encontrado una inteligencia melliza en Gaston Bouthoul, de modo que su incitación, junto a otras, no se ha perdido, sino que se han convertido en el núcleo o fundamento de una sociología general de las guerras. No creo que los Military Studies ni los War Studies hayan subrayado la dúctil fibra roja que liga estos dos espíritus solo en apariencia dispares.
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