miércoles, 1 de junio de 2016

El Capitán y don Entiendo

Desde Santiago del Nuevo Extremo me pide JDN noticias sobre Los titanes venideros, la maravillosa entrevista de Antonio Gnoli y Franco Volpi a Ernst Jünger, de la que acaba de aparecer nueva edición española en una editorial de Barcelona.

La casa de JDN en Santiago, apenas a dos cuadras del palacio de la Moneda, es la morada provisional de casi todos mis amigos, conocidos y saludados que pasan por Chile. Dejo para otro momento mis impresiones sobre ese santuario-delegación-asilo de la tradición hispánica y de la legítima monarquía de las Españas en el que viví acogido dos o tres semanas no hace mucho. Allí conocí y me amisté con X, uno de los jóvenes asiduos a Vintila Horia en su última etapa, a finales de los años ochenta. Casualmente, X y otros tres buenos amigos, X1,X2 y X3, portaron la caja con el despojo mortal del goncurizado autor de Dios ha nacido en el exilio.

JDN escribe desde hace unos años la bibliografía schmittiana panhispánica. Meticuloso y concienzudo me pregunta por las referencias de Jünger, el Capitán, a Carl Schmitt, don Entiendo, recogidas por Gnoli y Volpi. No tiene el libro a la mano. Lo tendrá en Madrid o en Sangenjo, con otro papeles suyos.

La amistad y el interés por esa obra in fieri me obligan a reeleer mi edición de 2007. Abundan en la entrevista, sin menudear, las referencias a don Entiendo, uno de los alias que Jünger utililiza para referirse al Solitario del Sarre. Lo que de él dice aquí y allá vale como el oro, mucho más que los mantras cansinos y enervantes de los profesores.

El padrino de su hijo Alexander, "de quien hoy sería el cumpleaños" (p. 28), mantuvo con Jünger una "verdadera amistad" (p. 47) a prueba de decepciones, incluyendo aquí el resentimiento. Observa Jünger, sin poner hiel en sus palabras, que Schmitt aventa cierto rumor sobre el oportunismo de Sobre los acantilados de mármol, con el que su autor pretendería una segunda medalla "Pour le mérite" (p. 50). El comentario tiene, desde luego, una marca sarcástica muy propia del imputado. Se refiere Jünger también al "extrañamiento" que reflejan las miradas de Schmitt y la suya propia en la famosa foto parisina en el lago de Rambouillet de 1941. Hablaron entonces de Poe, Bloy, Tocqueville y Melville (p. 49). Sus paseos por Berlín antes de la guerra rezuman también escepticismo e indiferencia: "Recuerdo que justamente durante los años en que Hitler gozaba del mayor consenso, antes de la guerra, cierto día durante un paseo [CS] me dijo: '¿Escuchó ayer el discurso de Hitler? Nada más que tópicos'" (p. 60).

Aunque Alain de Benoist no lo recoge en su pelágica bibliografía, lo que acabo de apuntar me parece suficiente para justificar su incrustación en las siempre berroqueñas bibliografías secundarias. Günter Maschke tiene el mismo criterio cualitativo. En este refinado género literario de las bibliografía, trasunto del arte de las notas a pie de página del que conozco y trato habitualmente a tres maestros, debe contar más la cualidad que la cantidad.

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