Raymond Aron, movilizado durante la efímera Batalla de Francia que termina con el armisticio, el fantástico reparto de funciones entre el héroe de Verdún (el escudo de Francia) y el visionario de Colombey-les-Deux-Églises (la espada de Francia), rellena estadillos de pluviometría en la frontera belga.
En su caserna escribe un libro sobre Maquiavelo, Pareto y el maquiavelismo. Son páginas con muchos prejuicios, pero también de mucha verdad.Becario y lector en Weimar no se le escapa una.
En su caserna escribe un libro sobre Maquiavelo, Pareto y el maquiavelismo. Son páginas con muchos prejuicios, pero también de mucha verdad.Becario y lector en Weimar no se le escapa una.
Estas son las reglas que según él intengran la "técnica de destrucción de un régimen político".
Primera. Acentuar o al menos acrecentar los defectos del régimen que se combate.
Segunda. Denunciar vivamente esos defectos para trasladar a la calle la agitación y la inestabilidad política.
Tercera. Generar, en suma, una suerte de guerra civil que solo ellos puedan sofocar.
Pero el éxito de esta técnica, combatida también por un libro de Curzio Malaparte, tan clarividente como injustamente difamado, requiere de cooperadores necesarios. "Esta técnica", escribe Aron, "presupone evidentemente la complicidad, voluntaria o involuntaria, de los partidos favorables a la Constitución".
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