Reviso los billetes de un amigo para poder contar su breve encuentro con Carl Schmitt, después prolongado en lecturas y meditaciones, una primavera de hace ahora cincuenta y cinco años justos. Catedrático jubilado, vanguardia de la iglesia discente que viaja de vez en cuando al Rif para bautizar moros, me apunta noticias que merecen, siquiera, ser reproducidas en un dietario. Dejo para otra ocasión la imagen del arzobispo vicario general castrense, fray José López Ortiz, fumando "chesterfields en cadena".
"Conozco", me dice en septiembre de 2012, "[las] maravillas de Miguel d'Ors. Sabrás que como poeta es Premio Nacional de la Crítica por su Curso superior de ignorancia (Ediciones de la Universidad de Murcia 1987). Te daré un ejemplar aunque lo tuvieres. Al igual que tú en la huerta, ninguneado por la malísima sombra granadina. La murciana tampoco es manca [...] Mis notas quizá logren te dignes redactar una nota necrológica de tu viejo amigo y, desde luego, admirador. Soy consciente del paulatino y muy creciente enmerduscamiento de las universidades, donde los sempiternos odios, envidias y conspiraciones del silencio quizá emerjan [ahora] con más vigor. A mí me ha ido francamente bien, entre otras razones por no importarme nada los dimes, diretes y, casi nada, la malísima leche reinante a medias con la ignorancia. Satis".
Amén. Si puedo añadir algo es que, en efecto, pocos días después recibo los poemas premiados. Al ver en exordio de mi introducción a Julien Freund unos versos suyos de Chronica, supongo que tengo ya con Md'O una familiaridad de veinte años. Caray.
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