Leo un texto de DGH sobre la conexión mimética y girardiana de Donoso Cortés. En una nota pone mi amigo en duda el catolicismo, se sobrentiende que político, de Carl Schmitt. Tiene toda la razón. El asunto debiera ser cosa juzgada a estas alturas.
Sin juzgar su conciencia, el catolicismo de Carl Schmitt es discutible. En cierto modo, el jurista de Estado alemán nunca se recupera del violento choque con la "burocracia célibe" que rechaza su Catolicismo romano y forma política, ensayo con el que tal vez aspira a convertirse, como Jacques Maritain y otros en Francia, en un puntal del Renouveau Catholique alemán. De esa época data su divisa, tomada de Arnold Geulincx: Ubi nihil vales, ibi nihil velis.
Schmitt es sincero cuando alguna vez dice que no solo se siente católico, sino que es católico como el árbol es verde. Pero también es cierto que si Schmitt ha de elegir entre la Iglesia y el Estado elige siempre el Estado. Así lo hace toda su vida con absoluta naturalidad. Por eso creo yo que encuentra cierto placer en apuntar en sus Diarios la frecuencia con la que Hermann Heller le retrata como "ateo". En el mismo lugar, angustiado por el vituperio que le inflige la perfidia de algunos escritores, subraya que la Frankfurter Zeintung "significativamente" se ha atrevido a encabezar contra él a los "verdaderos cristianos". Incluso Erich Kaufmann ha invocado en su contra la dicotomía entre la fe y la razón de Estado, entre cirstianismo y germanidad (Christentum und Deutschtum). Con todos esos prejuicios se ha despachado también un "literato berlinés especialmente cínico" calificando toda su obra como "schmittismo" (Schmittismus)... Ocurrencia que no está mal para calificar la doctrina de un escritor inclasificable.
Desde que Waldemar Gurian pone en circulación la especie de que Schmitt es un defensor del imperio católico y Maritain lo repite -por ejemplo en Humanisme intégral-, no ha habido forma en ochenta años de levantar esa infamación -pues infamia debe ser para un politique que le achaquen esa melopea del teólogo político católico-. Me acuerdo de Henri de Montherlant, perseguido también como Schmitt, por tierra, mar y aire, por la Santa Hermandad: tú puedes decir que una cosa es blanca, pero descuida que siempre habrá un idiota o un perverso para jurar que tú dijiste que aquello era negro.
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