Don Manuel García-Pelayo tiene una gran cabeza jurídica. Dentro le cabe todo el Estado, además de las formas políticas de la Antigüedad y la Edad Media. Escribe sus grandes libros cuando hay que escribirlos. Después ya no. Los respetos y el reconocimiento político y tardío de sus méritos por los socialistas confunden su minerva. Quién sabe. Escribe entonces, años ochenta, una cosa y la contraria en el mismo pasaje. Yo no creo que don Manuel meta la pata, más bien alguien ha metido la pluma. Un ejemplo. Voz "Estado", en el Diccionario del sistema político español, que anoche consulto. Lo dirige el discreto profesor, tal vez algo atildado, González Encinar. En su piso del Paseo Rosales pasé una tarde mecanografiándole un artículo cuya letra apenas podría descifrar. No le resolví la papeleta, pero me pagó. Pues en su Diccionario se hace decir a don Manuel que el Estado del 18 de julio, "un Estado a contrapelo de la historia [,] no ha podido legar nada positivo para el futuro, sin perjuicio de sus logros e innovaciones en el campo de la Administración y de los servicios sociales, algunos de los cuales han transcendido a su existencia con o sin cambio de nombres". El censor se queda corto o no calcula bien que la trascendencia de la Administración, incluso con cambio de nombre -en esto se ve el humor del profesor-, es todo lo que una gobernación puede pedirle al futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario