Tallando una nota a pie de página sobre G. Bouthoul, "contrariant" como mi amigo M. C., me alcanza por la ventana como el perfume sutil de algo que se cocina. Tengo entonces la certeza, porque lo he experimentado una décima de segundo y nada puede en contra el razonar, de que mi padre estará dejando el tajo y en unos minutos -se escucha la mobylette, con su rumor metálico, en la carretera, al otro lado del río de la Lechera- llegará a casa para comer. Le estamos esperando, mis hermanos y yo, como cachorros de león.