A CG, feliz verano
Vilfredo Pareto escribe sin contemplaciones. Los respetos humanos le molestan, más aún: le escuecen, como corresponde a quien descubre que verdad y utilidad ni concuerdan ni congenian siempre. La obra de los sociólogos paretianos franceses no basta para introducirlo en la academia de Francia. Ni Georges-Henri Bousquet, ni Louis Rougier, ni Jean Lhomme, ni Raymond Aron, ni Julien Freund, ni Jules Monnerot ("Pareto es mi afinidad electiva", escribe este último en Inquisitions). ¿Por qué? Freund lo explica lapidariamente en una carta a su amigo Giovanni Busino del 15 de de octubre de 1990:
"La sociología francesa es durkheiminana, hexagonal y jacobina, ignorante -con apenas una o dos excepciones- de las investigaciones cursadas en otros países. Y además esto: Pareto es italiano, y un italiano... ¡tiene que ser músico, nunca filósofo o sociólogo! Era una opinión muy extendida cuando yo era estudiante.Pero la política también tenía su influencia. Para el joven socialista que era entonces, bastaba con esta declaración de Gurvitch, profesor de la Universidad de Estrasburgo en esa época: Pareto es un fascista, para tacharlo inmediatamente de mis apuntes".