Jules Monnerot, un francés de la periferia -como JF, lorenés; como GB, dhimmy tunecino-, es nacido de La Martinica en 1908. Viene de espumadores del mar Caribe que han escapado de milagro al filantrópico invento de monsiur Guillotin. En las islas, su bisabuelo toma a una mestiza como esposa y transfunde un cuarterón de sangre indiana en su linaje. En París se amista con los surrealistas y entrevista a quien se deja sobre los directores de conciencia -Giménez Caballero lo había hecho también en España unos años antes-. Funda el Colegio de Sociología con Roger Caillois y Georges Bataille y escribirá toda su vida sobre la irrupción de lo sagrado en la poesía (La poésie et le sacré) y en la política (Sociologie du communisme). Dice A2B que la suya es una obra que todo el mundo ha saqueado. Sin embargo, casi nadie le recuerda.
Monnerot veía un futuro de pedagogía y alogenia, incompatible con la continuidad de la civilización europea. Lo escribía hace treinta años. El problema capital de nuestra Europa drogada, paralizados sus íntimos resortes espirituales por el "gas" de la "culpabilidad", es la sustitución de un problema real por las homilías. El "problema real" de los hijos de Europa es la presencia en su solar de sesenta millones de musulmanes, adeptos a una política teológica incompatible con el Sermón de la Montaña y las tradiciones grecolatinas, no las homilías laicistas y vagamente liberales sobre la islamofobia. En la página 48 de Desintox. Au secours de la France décérébrér, un libro de conferencias de 1987. Los seis millones de alógenos ("franceses de papel") que esa época viven en Francia le parecía entonces una magnitud sideral.
Monnerot no se hace ilusiones sobre el destino de Europa, asediada por el comunismo (un islam del siglo XX) y por el islam (un comunismo del siglo XXI), pero sus entendederas son políticas. No necesitamos de una ideología porque tenemos una cultura. Es preciso el kairós, ese momento favorable que debe aprovechar a nuestra "resistencia cotidiana. Molecular. La única eficaz". Por escribir con una libertad de espíritu insobornable Monnerot vive y muere fuera de la ley.
Jules Monnerot tenía la imaginación del desastre. El Muro cae inopinadamente en 1989. Nadie podía imaginarlo. Dos años antes, en un cifrado sin cifra para los europeos del Centenario de la Caída del Muro (1989-2089) apunta: "La logocracia imperial soviética dispone de un tiempo limitado para conquistar el mundo y ese tiempo se ha agotado". Vítor.