Este será el título de mi contribución a la reunión schmittiana de Uberlândia. La inspiración o más bien su sugestión me viene del precioso Welt großartigster Spannung, de 1954, en el que Schmitt arranca así:
Un día del verano de 1940 que la lluvia echó a perder mi hija de 10 años quiso que le contara algo...
Al final de esta preciosa glosa, en la que Schmitt confiesa, con la ingenuidad de un niño, que entonces "de improviso, me di cuenta del mar, al que siempre había sido ajeno", hay una cita del poeta triestino Theodor Däubler:
No por casualidad, Schmitt, debelador de las razones secretas de la talasocracia inglesa, busca consuelo en su poeta, enterrado en las arenas de la marca de Brandenburgo: "El oceáno es libre, pero más libres aún son las fuentes" que manan del interior de la tierra. La libertad político no es patrimonio del pueblo inglés; tampoco de las potencias marítimas (Atenas contra Esparta). La libertad del hombre es patrimonio de la tierra, desde cuyas profundidades irradia la vida de su hijo, el hombre.
¿Qué pensaría Schmitt del fantástico A Song in Storm de Rudyard Kipling? En los dos primeros versos está todo el epos oceánida del pueblo de las islas:
Be well assured that on our side Sabed que los océnos eternos
The abiding oceans fight están de nuestra parte [trad. Benítez Ariza.]
En un soneto de Basterra encuentro también, rebuscando hoy aquí y allá, antes de que Julia despierte, el epos telúrico de nuestro pueblo peninsular, temeroso del océano:
Surcando el campo vi la mar fulgente
en el ancho horizonte en el que fina
nuestra existencia térrea y la marina
comienza, inmensa y misteriosamente.