Carl Schmitt es un escritor difícil. Como su ángel guardían, Thomas Hobbes, solía abrir una ventana en la tormenta para cerrarla otra vez, lanzando al éter una sentencia lacónica, un lema o una etiquea.
Alguna vez se le escapó, en las vueltas del camino, una exhalación que vale por la interpretación auténca de su obra.
En el segundo Diario paralelo, en un apunte del día de San Silvestre de 1931, hay una de esas "interpretaciones auténticas":
Romantik: Die Krokodilstränen im Auge des bürgerlichen Liberalismus.
Era eso, entonces, su Politische Romantik de 1919:
las lágrimas de cocodrilo en los ojos del liberalismo burgués.